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Tribuna
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Reactivar la legislatura, también en materia económica

Si la bonanza económica no alcanza a todos los sectores sociales, el lugar de la prosperidad compartida será ocupado por el rencor social

Nacho Álvarez

España ha protagonizado un intenso ciclo de expansión desde que terminó la pandemia, con un crecimiento anual del PIB del 4,1% entre el primer trimestre de 2021 y el de 2025. Los motores de este crecimiento han sido el gasto público y, particularmente, el consumo de las familias. Ambos factores explican conjuntamente dos tercios de la recuperación postpandemia.

La política fiscal expansiva —iniciada en 2020-2021 con presupuestos nacionales y sostenida después con los fondos de la UE— actuó como “motor de arranque” de la economía tras la pandemia, impulsando la recuperación del sector privado. Asimismo, el incremento de la renta de los hogares —un 8,5% desde 2021, en términos per capita y descontando la inflación, según datos de Funcas—, junto con la intensa dinámica laboral —España ha creado dos millones de empleos durante este periodo— han sostenido el consumo privado.

Además, el sector externo también ha resultado clave, explicando un 15% del crecimiento entre 2021 y 2025. Los ingresos por turismo han alcanzado máximos históricos, a lo que se ha sumado un fuerte aumento en las exportaciones de servicios no turísticos. A diferencia de otros ciclos de crecimiento anteriores, la expansión actual se está produciendo con un notable superávit en la balanza por cuenta corriente, que alcanzó el 3% del PIB en 2024.

Hay quien esperaba que los estímulos fiscales del Gobierno, el aumento del salario mínimo interprofesional y las mejoras salariales asociadas a la reforma laboral de 2022 mermasen la competitividad externa, disparasen el déficit público y socavasen el crecimiento económico. La realidad, sin embargo, es que la economía española ha reducido su déficit público del 10% al 3% en 5 años, y hoy es la única de las grandes economías de la Eurozona que no está estancada. Ha alcanzado los 22 millones de empleos —creando casi uno de cada cuatro empleos en la Eurozona—, ha reducido 10 puntos su tasa de temporalidad y su pujante mercado laboral incentiva la llegada de nueva población inmigrante.

Esta evolución económica ha permitido una notable bonanza empresarial. El Ibex-35 se ha revalorizado un 66% desde enero de 2021 y, si tenemos en cuenta los dividendos repartidos (Ibex 35 Total Return), la revalorización ha superado el 100% en apenas cuatro años y medio (Gráfico 1). Ironías de la vida, han sido las medidas de un Gobierno con la izquierda en su seno las que han conseguido la mayor revalorización bursátil en décadas.

El IBEX 35 con dividendos ha superado los 50.000 puntos por primera vez en julio de 2025, tras años de altibajos desde el año 2000. En paralelo, el salario anual medio real en España apenas ha variado en términos constantes en los últimos 15 años, situándose en 32.442 euros. Esta comparativa muestra la divergencia entre la evolución de los mercados financieros y el poder adquisitivo de los trabajadores.

A uno podrá gustarle más o menos este Gobierno de Coalición. Habrá también a quien no le guste nada. Es lógico y legítimo en una sociedad plural. Pero es indiscutible que sus medidas han generado una notable riqueza en el país.

Si muchos empresarios, en lugar de estar en el día a día de la pelea ideológica, analizasen la dinámica macroeconómica de una forma más laica, observarían que los estímulos fiscales y las mejoras salariales de los últimos años han sido, también, en su propio beneficio. Los costes de las empresas juegan un papel crucial en el desempeño de estas. Pero la demanda es igual de importante, o incluso más.

Ahora bien, haría mal el Gobierno si cayese en la autocomplacencia y se dejase llevar por la inercia de este ciclo económico. La dinámica descrita esconde algunas sombras, y hay problemas importantes que persisten y que tienen que ser atendidos. El ejecutivo debe reactivar su agenda en la segunda parte de la legislatura.

En primer lugar, las medidas laborales del Gobierno de coalición han posibilitado el crecimiento de los salarios reales. En el primer trimestre de 2025 el salario medio era, una vez descontada la inflación, un 4% superior al que teníamos antes de la pandemia (Gráfico 2). Sin embargo, este crecimiento se interrumpió en 2022 debido al shock internacional de precios energéticos, que redujo transitoriamente la capacidad adquisitiva. La inflación quedó controlada en 2023 y la senda de crecimiento de los salarios reales se ha restablecido en los dos últimos años. A pesar de ello, la percepción de que “los salarios siguen perdiendo capacidad adquisitiva” ha permanecido en el tiempo, como se desprende de la última Encuesta de Funcas sobre Economía y Finanzas del Hogar. Distribuir mejor los frutos del crecimiento evitaría que dicha percepción se consolide.

Hay un segundo reto que sigue siendo mayúsculo, y que debería concentrar todos los esfuerzos del gobierno en esta segunda parte de la legislatura: la dificultad de acceso a la vivienda. La fuerte subida de los precios de alquiler y compra contribuye no solo a generalizar la idea de que la actual bonanza económica deja a mucha gente fuera. Supone además un creciente cuello de botella para el mercado laboral, pudiendo llegar a estrangular el crecimiento económico.

Finalmente, hay un tercer reto que no es menor y sobre el que también debería incidir la política económica. Asistimos a una fase de expansión en la que la inversión empresarial juega un papel limitado.

Crecemos más que en expansiones anteriores, la rentabilidad y los beneficios empresariales son exuberantes y, sin embargo, la inversión progresa más lentamente: la formación bruta de capital fijo creció a una tasa media anual del 6% en la expansión del 1996-2007, y del 5,1% en la de 2014-2019, mientras que desde 2021 lo hace al 2,6%. Los ‘animal spirits’ florecen y los dividendos se reparten con generosidad, pero no se trasforman en nueva inversión productiva.

Los motivos que explican este nuevo patrón son diversos: salimos de la pandemia con una considerable capacidad instalada no utilizada, la incertidumbre del periodo reciente ha sido muy notable —nuevos riesgos geopolíticos, shock energético internacional, guerra comercial— y además la inversión se está orientando progresivamente hacia la adquisición de activos financieros. Esta dinámica es preocupante porque, de mantenerse, podría mermar la productividad futura y, con ello, la capacidad para mejorar nuestras condiciones de vida.

Reforzar la expansión económica —con unos nuevos Presupuestos Generales— y reorientarla para atajar los problemas existentes, son tareas cruciales de cara a la segunda parte de la legislatura. Es responsabilidad del Gobierno, pero también de aquellas fuerzas parlamentarias que dicen no querer ir a elecciones anticipadas. Para ello, se deben adoptar medidas que contribuyan a redistribuir mejor los frutos del crecimiento (apuntalando la capacidad adquisitiva, legislando la reducción de la jornada laboral, reforzando los servicios públicos o desarrollando nuevos permisos laborales retribuidos para el cuidado de menores y personas dependientes). Además, se debe reorientar la inversión inmobiliaria desde la compraventa de viviendas ya construidas —mero intercambio de activos, que eleva los precios, pero no resuelve los problemas de oferta— hacia el desarrollo de nuevas promociones de vivienda asequible. Finalmente, se deben impulsar incentivos para transformar la creciente inversión financiera en inversión productiva.

Si la bonanza económica no alcanza a todos los sectores sociales, el lugar de la prosperidad compartida será ocupado por el rencor social.

Nacho Álvarez es profesor titular de Economía Aplicada en la UAM.

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