La economía española en 2024: un resumen del año a la luz de los últimos datos del INE
El consumo de los hogares, el turismo y las exportaciones tiran del crecimiento, pero las cifras identifican márgenes de mejora en la productividad por trabajador y las inversiones
El Instituto Nacional de Estadística (INE), con los datos publicados hace una semana sobre el cuadro macroeconómico español para el tercer trimestre, confirmó lo que muchos ya intuían: la economía española ha mostrado una notable resistencia en 2024. A pesar de la incertidumbre global, el PIB creció hasta dicho trimestre a un ritmo sólido (3,3 % interanual), impulsado por el consumo interno (2,6 puntos del 3,3 %) y las exportaciones (1,6 puntos del 3,3, %). Si bien este dato es alentador, no podemos ignorar los desafíos que persisten, como la desigualdad salarial, la precariedad laboral y la necesidad de impulsar la productividad. En esta columna de fin de año, repasaremos el desempeño de la economía española en 2024, cabalgando sobre estos últimos datos publicados por el INE, identificando tanto los logros como las áreas que, como saldo de lo sucedido, requieren una mayor atención.
No cabe duda de que, a pesar de los desafíos globales, como la guerra en Ucrania y la crisis energética reinante entre 2022 y 2023, el país ha demostrado una notable capacidad de resistencia, superando las expectativas de crecimiento también en 2024 y manteniendo una inflación relativamente moderada. Por el lado de la demanda, el consumo interno ha sido uno de los principales motores del crecimiento. El gasto en consumo final de los hogares ha experimentado un crecimiento sostenido a lo largo del año, impulsado por la mejora del mercado laboral, la inmigración y la moderación de la inflación. Su aportación al crecimiento ha sido la mitad del total (1,6% de los 3,3%). El otro gran aporte ha sido, sin duda, el turismo que, como se esperaba, ha jugado un papel fundamental en el crecimiento. Esto se refleja en el dinamismo del sector de comercio, transporte y hostelería, que han experimentado un crecimiento acorde. En cuanto al sector público, y como se explicó en esta columna, el aumento del gasto, y del empleo, en las CC.AA. explicarían un punto porcentual de este crecimiento, con tasas muy superiores al global de la economía.
Entre los aspectos positivos destaca especialmente la partida de exportaciones, concretamente la de servicios, que ha contribuido significativamente al crecimiento económico, aportando 1,3 puntos de los 3,3 totales. No obstante, más allá de la reconocida fortaleza del turismo, son los servicios no turísticos los que demuestran la capacidad de la economía española para competir en un entorno internacional complejo. Este sector representa una de las mayores y más positivas sorpresas de la economía española en los últimos ejercicios, particularmente en el actual. Esta dinámica de crecimiento sostenible a largo plazo acaba traduciéndose en mejoras del empleo, los salarios y el bienestar general.
Por el lado de la oferta, el sector servicios ha sido el principal motor del crecimiento, impulsado por el turismo, el comercio y los servicios a empresas. La industria manufacturera también ha mostrado un buen desempeño, comparado sobre todo con su sector homólogo europeo, aunque con cierta heterogeneidad entre sectores. La construcción, por su parte, ha experimentado una recuperación moderada, tras el fuerte impacto de la pandemia.
Es importante destacar que, en el lado negativo, encontramos a la inversión, y que ha mostrado una evolución desigual a lo largo del año. Si bien la inversión en maquinaria y bienes de equipo ha experimentado un crecimiento significativo en algunas fases del año, es la inversión en construcción la que parece otorgar cierto dinamismo a esta partida.
No obstante, a pesar de los logros alcanzados, la economía española aún enfrenta importantes desafíos. La productividad, aunque ha mostrado cierta mejora en algunos sectores y en los últimos trimestres, sigue decepcionando, en especial cuando la medimos por trabajador. La inversión en I+D continúa en niveles muy inferiores a los de otros países europeos, lo que limita la capacidad de la economía española para innovar y competir en un entorno global cada vez más exigente.
Junto a lo anterior, otros retos siguen presentes en la economía española. Por ejemplo, y a pesar de la mejora en el mercado laboral, la brecha salarial entre hombres y mujeres persiste, y los jóvenes y los trabajadores con bajo nivel de cualificación siguen enfrentando dificultades para acceder a empleos de calidad con remuneración que les permita afrontar proyectos vitales mínimos, como un acceso a la vivienda que se ha deteriorado durante 2024. La precariedad laboral, aunque se ha reducido a lo largo del año, sigue siendo una realidad para buena parte de la población, afectando la estabilidad de los ingresos y la capacidad de las familias para planificar su futuro.
Parte del deterioro económico en algunos segmentos poblacionales viene determinado, de forma directa, por la reciente erosión de los ingresos en términos reales, a pesar de la relativa mejora de los últimos trimestres. No obstante, durante 2024 la inflación ha convergido a niveles que podríamos considerar coherentes con el crecimiento a largo plazo. Gracias a ello, el Banco Central Europeo inició una senda de bajadas de tipos de interés que, no obstante, podría verse condicionada por las políticas inflacionistas anunciadas desde el otro lado del Atlántico.
Como se ha indicado, esta dinámica se ha logrado a pesar de la guerra en Ucrania y la slowbalization, como se explicaba la semana pasada. Sin embargo, la dependencia de ciertos productos estratégicos, como la energía y la tecnología, podrían afectar la autonomía estratégica del país y su capacidad para competir en un mundo cada vez más fragmentado.
Una vez acabado el año, solo queda preguntarse por el futuro más inmediato. Pero mirando a más largo plazo debemos reiterar que el futuro de la economía española dependerá en gran medida de la capacidad del país para reinventarse y adaptarse a un entorno global en constante cambio. La innovación, la formación y la flexibilidad serán elementos clave en este proceso. El reto es construir una economía más competitiva, más justa y sostenible, que ofrezca oportunidades para todos los ciudadanos.
En conclusión, 2024 ha sido un año de luces y sombras para la economía española. Se han logrado avances en la lucha contra el desempleo y, en especial, contra la inflación, se ha conseguido crecer a ritmos elevados incluso una vez descontado el crecimiento del gasto público, pero persisten desafíos estructurales que requieren atención urgente. El país necesita una estrategia a largo plazo que promueva la innovación, la productividad, la equidad y la sostenibilidad, para asegurar un futuro próspero para todos los ciudadanos. Una vez más, confiamos a 2025 iniciar la ruta que nos lleve a conseguir estos logros.