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Por qué una tarifa fija de la luz suele ser una mala idea para el bolsillo y para el medio ambiente

El PVPC o los contratos ligados al mercado mayorista son la mejor opción para ahorrar dinero y emisiones, a poco que el consumidor pueda llevar algunos de sus consumos a las horas más baratas y verdes

Aerogeneradores y torres eléctricas, en Magallón (Zaragoza) a mediados de agosto.
Aerogeneradores y torres eléctricas, en Magallón (Zaragoza) a mediados de agosto.JAVIER BELVER (EFE)
Ignacio Fariza

Su proliferación ha sido exponencial en los últimos tiempos, en especial desde la crisis energética, pero no son —ni mucho menos— la panacea para quienes quieren ahorrar dinero a su bolsillo y emisiones al planeta. Las tarifas fijas de la luz, aquellas en las que el consumidor paga lo mismo a cualquier hora de la jornada y en cualquier día de la semana, se han convertido en las más frecuentes en miles de hogares españoles. Con resultados no tan positivos para muchos de los consumidores que optan por ellas.

La volatilidad invita a buscar refugio, pero todo tiene un coste. Los precios medios de la electricidad en el mercado libre, en el que los contratos fijos no han dejado de ganar peso, cayeron algo más del 20% el año pasado, según las últimas cifras de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Se situaban, así, en niveles muy similares a los de antes de la crisis energética. Sin embargo, los más de ocho millones de hogares que optan por el mercado regulado (también conocido como PVPC, donde el descenso acumulado el año pasado fue del 40%) o por una tarifa directamente ligada al mercado mayorista están ahorrando más. En estos dos últimos casos, los márgenes de ganancia de las eléctricas también son menores.

“Los precios medios de las ofertas publicadas en nuestro comparador se reducen en línea con el mercado mayorista spot, pero a un ritmo más lento”, constata Competencia en un informe publicado a principios de agosto. “Estas ofertas para el segmento doméstico han continuado por encima del precio del mercado regulado”. A cambio, eso sí, de una menor volatilidad y de una mayor tranquilidad, dado que el precio de la luz va es el mismo se consuma cuando se consuma.

Muy comunes

“Las tarifas fijas son las más habituales en el mercado libre y, si están tan bien aceptadas, es porque son fáciles de entender. Esa es la clave de por qué triunfan: el consumidor medio no suele comprender cómo se forman los precios en el mercado y optan por la solución sencilla”, esboza Enrique García, de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). “Pero eso no quiere decir que sean las más ventajosas: durante algunos meses de los precios disparatados de la crisis energética, algunas de ellas han podido salir a cuenta porque las eléctricas que tenían generación podían ofrecer precios muy competitivos. Ahora, con el mercado tendiendo a normalizarse, no: incorporan una prima por parte de las empresas que se acaba trasladando al precio”.

La desconexión de las tarifas fijas del mercado libre y el mercado mayorista —que fluctúa hora tras hora y día tras día, y que refleja fielmente la estructura de la generación— es total hasta el momento en el que al cliente le toca renovar su contrato. Entonces, solo entonces, puede beneficiarse del paulatino descenso de precios desde la crisis energética, únicamente interrumpido en las últimas semanas, por el encarecimiento del gas y la mayor demanda.

Esta asincronía entre las tarifas fijas y el mercado mayorista resta, asimismo, incentivos para que los hogares consuman más en las horas limpias, en las que el porcentaje de renovables es mayor —y, por tanto, las emisiones de CO₂ son inferiores— y en las que, además, el precio por kilovatio hora (KWh) también es más económico.

Reticencia al cambio, pese al ahorro

“Hay dos tipos de consumidores que optan por las tarifas fijas: el que le da miedo tener precios por periodos o que cada hora pague un precio distinto, como en el PVPC o con las tarifas indexadas al mayorista, y al que directamente no puede llevar sus consumos a las horas baratas. Pero son casos muy muy contados”, enfatiza Francisco Valverde, analista independiente del sector eléctrico y expresidente de la Asociación Nacional de Ahorro y Eficiencia Energética (ANAE). “El asunto es que a la gente le sigue dando miedo los precios variables: no quiere estar pendiente de un horario, aunque ahorre y bastante. Los y sis son los que acaban haciendo que se pague más...”.

Valverde va un paso más allá: “Cada consumidor es un mundo, pero la gran mayoría, tiene una inercia muy grande y una enorme reticencia al cambio: sigue habiendo gente que paga una barbaridad en precios fijos de tarifas renovadas durante la crisis energética... Los cambios van muy despacio”. Mucho más de lo que deberían. “Haciendo las cosas bien se puede ahorrar mucho dinero”, sentencia.

Consumos cada vez más programables

“A poco activo que sea el consumidor, tiene grandes incentivos para ahorrar yéndose al PVPC o a una tarifa indexada u optando por fórmulas con discriminación horaria en el mercado libre”, subraya García. En ambos casos —y, muy particularmente, en los dos primeros—, el movimiento también contribuye a rebajar las emisiones, en la medida en la que el perfil de consumo tiende a adaptarse a los tramos con mayor generación verde. “Si todos tuviéramos tarifas fijas y no PVPC o indexadas, no tendríamos ningún incentivo para reducir las emisiones”, completa Valverde al otro lado del teléfono.

Las opciones para llevar la demanda a las horas más baratas y verdes —sobre todo, los fines de semana y en el tramo central de la jornada, cuando más sol hace y, por tanto, la fotovoltaica opera a pleno rendimiento— son cada vez mayores: incluso los electrodomésticos más baratos ya incluyen opciones de programación. Y quien tiene coche eléctrico bien puede cargarlo en los tramos más convenientes tanto para su cartera como para el medio ambiente.

Las tarifas planas, “aún peores”

Si las tarifas fijas suelen ser poco convenientes para el bolsillo y para el medio ambiente, las tarifas planas —en las que el cliente residencial paga lo mismo consuma lo que consuma— son “aún peores”, en palabras de García. “Por varios motivos: porque son caras, al incorporar una prima mayor al consumo que se suele hacer; y porque hay que proponer tarifas que incentiven el ahorro, no lo contrario”.

Aunque las eléctricas empezaron a acuñar el concepto de tarifa plana antes de la crisis de precios, esta modalidad se ha visto incentivada por la crisis, según el portavoz de la OCU. “Son, sin duda, las que menos recomendamos, tanto por su precio como porque el mensaje de ‘consume lo que quieras que vas a pagar lo mismo’ no es ni mucho menos el correcto en energía”. Si funcionan, dice, es porque son “aún más sencillas de entender que las fijas”. Tres de cada cuatro consumidores domésticos desconocen la diferencia entre mercado libre y regulado del sector energético, según la CNMC. Y seis de cada diez tampoco son capaces de responder qué tipo de suministro tienen contratado.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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