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La punta del iceberg
Tribuna
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El pulso económico de España: optimismo moderado en un escenario complejo

El tejido empresarial y productivo del país parece haber desarrollado una cierta capacidad de adaptación

Salario empleo España
Un camarero trabaja en un bar de Teruel.Antonio García (EFE)

En medio de un panorama global sacudido por turbulencias geopolíticas y económicas, la economía española evoluciona con una inusitada y, sobre todo, inesperada fortaleza. El tejido empresarial y productivo del país, golpeado por las diferentes crisis recientes, parece haber desarrollado una cierta capacidad de adaptación en las circunstancias adversas que parecen soportar las economías occidentales, concretamente las europeas.

Así, el pasado viernes conocíamos los datos de la Encuesta de Población Activa. Un trimestre más supimos que el número de ocupados seguía aumentando, a un ritmo intertrimestral del 0,4 %, lo que implica que llevamos 16 trimestres seguidos (cuatro años) de aumento consecutivo de ocupación. Por otro lado, la tasa de paro bajaba hasta el 11,3 %, aunque el desempleo haya aumentado ligeramente en tasas desestacionalizadas. Así pues, estos datos fijan un mensaje que, casi con seguridad, adelantará a otros igualmente positivos que conoceremos a lo largo de esta semana.

Por un lado, la inflación se espera que recorte algunas décimas en su tasa interanual, quedando más cerca del 3% que del 3,5%. Por otro lado, se espera un crecimiento intertrimestral del Producto Interior Bruto (PIB) de entre el 0,4 y el 0,5%, lo que nos llevaría a una velocidad interanual que podría acabar el año con una tasa media del 2,5%. Todo ello hace que, en términos macroeconómicos, las perspectivas sean positivas. Y no solo por lo observado, sino por lo que se espera en el futuro más reciente.

Este sentir de optimismo moderado es lo que en su habitual pulso económico, obtenido a partir de encuestas a expertos en coyuntura económica, EY Insights encuentra. Como se ha adelantado, las proyecciones derivadas de la encuesta que acompaña a la realización de este informe de EY apuntan a un consenso sobre el crecimiento del PIB en torno al 2,5% anual, una cifra que, si bien puede parecer modesta a primera vista, adquiere una cierta relevancia cuando se considera el contexto de incertidumbre global y, en especial, regional si consideramos el ámbito de la Unión Europea.

Añadido a estas perspectivas de crecimiento moderado, pero sólido, más de la mitad de los expertos consultados descartan, además, una desaceleración significativa en el segundo semestre. Este resultado respaldaría la idea de que el crecimiento, aunque no espectacular, será sostenido y, cuando menos, duradero.

Sin embargo, el informe no es ajeno, como no lo son los economistas consultados, a que este camino no pueda estar exento de obstáculos. Los retos a los que se enfrenta la economía española son varios y esto es reflejado en las respuestas de los economistas consultados.

Así, por ejemplo, el informe señala como uno de los principales vientos en contra a la fragmentación parlamentaria y a la inestabilidad política. Para un 87% de los encuestados, este es sin duda uno de los factores de mayor potencial impacto negativo en el futuro más cercano. A este se le unen, una vez más, la geopolítica imperante, particularmente los conflictos en Ucrania y Oriente Medio, y que continúan proyectando sombras alargadas sobre occidente, aunque su percepción como amenaza haya disminuido ligeramente en los últimos meses.

En contraste, se observa un giro notable en la percepción sobre los tipos de interés, algo esperado por las recientes evoluciones de la inflación española y europea. No es de extrañar, pues, que aquello que antes se veía como un freno, ahora se considera un potencial impulso, con un 56% de los expertos valorando positivamente su evolución. Este cambio de perspectiva podría indicar una adaptación del tejido empresarial y financiero a las nuevas condiciones monetarias que, por lo dicho, se esperan más positivas para el futuro cercano.

Entre los componentes del PIB que más se espera como factor de crecimiento destaca el consumo doméstico y que, según los resultados de este informe, parece que seguirá siendo un pilar fundamental para el crecimiento, aunque su influencia positiva haya menguado ligeramente. Esta última tendencia podría reflejar, no obstante, una cautela creciente entre los consumidores, posiblemente influenciada por la incertidumbre política y económica global, además de un debilitamiento en la mejora de las condiciones laborales y del aumento de la población activa, principales explicaciones de la evolución del consumo en los últimos trimestres. Sin embargo, la mencionada bajada de tipos que se proyecta para dentro de no muchos meses podría revertir este ligero debilitamiento y añadir algo de impulso, una vez más, al consumo de las familias.

En cuanto al ámbito fiscal, el informe publicado muestra la existencia de un consenso casi unánime sobre la necesidad de modernizar y optimizar el sistema tributario. La mayoría de los expertos considera prioritario aprobar en 2024 la reforma fiscal comprometida con las autoridades comunitarias. Dicha reforma debe encargarse de fortalecer y simplificar los recursos y fuentes de ingresos fiscales, así como de racionalizar los gastos mientras se eliminan las medidas pensadas para los recientes tiempos de crisis. Además de ello, en el informe se hace especial hincapié en la fiscalidad ambiental y digital, reflejando la creciente importancia de estos sectores en la economía moderna.

Los economistas encuestados subrayan, a consecuencia de lo anterior, la crítica importancia de mantener la disciplina fiscal, con un apoyo unánime a garantizar que el déficit público no supere el 3% del PIB, cumpliendo así con los compromisos europeos. Al mismo tiempo, se advierte contra el aumento de la presión fiscal, que podría lastrar la recuperación económica.

En cuanto a la gestión de fondos europeos, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia sigue siendo visto como un factor positivo, aunque su percepción favorable ha disminuido. Esto podría indicar cierta frustración con el ritmo de implementación o los resultados obtenidos hasta ahora.

Así pues, la economía española se encuentra en un momento de cautela optimista. Los indicadores apuntan a un crecimiento sostenido, pero moderado, en un contexto de desafíos persistentes. La estabilidad política, la adaptación a las nuevas realidades económicas globales y la implementación efectiva de reformas estructurales serán clave para convertir este optimismo moderado en una prosperidad duradera. El reto para los líderes políticos y económicos será navegar estas aguas complejas, aprovechando las oportunidades que surgen mientras se mitigan los riesgos latentes.

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