España encara un cierre de año más sombrío, aunque sin riesgo de recesión
La ganancia de competitividad frente a la zona euro por menores costes energéticos y salariales no serán suficientes para aguantar el chaparrón
A lo largo de 2023, la economía mundial ha ido consolidando una tendencia a la desaceleración. Así, frente a un crecimiento mundial del 3,5% en 2022, el FMI espera que éste se sitúe en el 3,0% en 2023, misma cifra para 2024, desaceleración que será patrimonio de las economías más avanzadas, con una transición desde el 2,7% de 2022 al 1,5% en 2023 y 1,4% en 2024.
Evidentemente, este frenazo no será igual por países. Para los ...
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A lo largo de 2023, la economía mundial ha ido consolidando una tendencia a la desaceleración. Así, frente a un crecimiento mundial del 3,5% en 2022, el FMI espera que éste se sitúe en el 3,0% en 2023, misma cifra para 2024, desaceleración que será patrimonio de las economías más avanzadas, con una transición desde el 2,7% de 2022 al 1,5% en 2023 y 1,4% en 2024.
Evidentemente, este frenazo no será igual por países. Para los Estados Unidos se espera que el crecimiento transite desde el 2,1% al 1,8%, manteniendo con ello un tono relativamente positivo. Dicho comportamiento contrastará con el de una zona euro, que experimentará tasas mucho más moderadas (del 3,5% al 0,9% entre 2022 y 2023). Igualmente, dentro de la UE, no existirá un comportamiento homogéneo entre los países que la componen, destacando entre las grandes Alemania con una posible recesión.
Dicha desaceleración es explicada por una serie de factores, aunque algunos juegan un mayor protagonismo. En primer lugar, la inflación experimentada desde finales de 2021 ha presionado al alza a los tipos de interés, con su esperado efecto sobre la demanda, en particular sobre la inversión y el consuno de buena parte de los países. A pesar de la significativa moderación de la inflación, la lentitud de la caída de la subyacente ha generado expectativas sobre los tipos de interés, en concreto, que se mantendrán altos por un tiempo, aunque posiblemente el periodo de aumentos estaría llegando a su final.
A los tipos de interés se le suman las perturbaciones generadas por la invasión de Rusia a Ucrania y la inestabilidad cambiaría durante el verano en algunos países emergentes. A ello hay que añadir la geopolítica global, limitando todas ellas el comercio internacional, que en julio experimentó por primera vez en meses una reducción.
Mención aparte merece China. La crisis inmobiliaria, alimentada por el aumento de los precios de la vivienda, la disminución de la demanda y el elevado apalancamiento de los promotores inmobiliarios ha afectado a su crecimiento vía demanda interna con un evidente impacto significativo en su crecimiento y con el riesgo de extensión a otros países.
La evolución de la economía europea se verá por todo ello afectada, en especial aquellas como la alemana cuyo sector exterior está siendo golpeado por diversas crisis, muchas no resueltas aún, como es la cuestión energética. Los PMIs de este país lideran recortes dentro de la Unión, aunque no son los únicos cuya muestra de debilidad es más que patente. Los datos para el mes de septiembre muestran a las principales economías europeas en nivel de contracción, incluida España, tanto en industria como en servicios. Y los PMIs tienen una elevada capacidad de prever lo que vendrá.
Como se ha adelantado con los datos del FMI expuestos anteriormente, todo ello afectará al crecimiento de la Unión en 2023 y en 2024 en dichas magnitudes siempre que se mantenga la moderación de los precios de la energía, el levantamiento de los cuellos de botella en la oferta y la inversión respaldada por el fondo NextGeneration. Mientras tanto, la inflación mantendrá su camino hacia el objetivo a largo plazo, ya que se espera que en 2023 disminuya al 5,8% y 2,8% en 2024 para la zona euro.
La economía española no podrá desvincularse de esta coyuntura, cuyos efectos ya se dejan notar. Gracias al relativo abaratamiento del precio del gas y del petróleo durante la segunda mitad de 2022 -y a pesar del actual repunte del último en el verano-, la resolución de los cuellos de botella y la recuperación del turismo ha impulsado la actividad con especial mención del consumo de los no residentes, y con ello las exportaciones de servicios al que se une el de servicios a empresas. A estos factores positivos debemos añadir, además, la estabilización de los mercados financieros internacionales tras las turbulencias de marzo, y que en su conjunto han permitido mantener una cierta dinámica positiva hasta, al menos, el mes de junio. Sin embargo, la dinámica de crecimiento para la economía española se verá necesariamente debilitada en los próximos meses.
El efecto sobre la demanda interna se producirá especialmente por el endurecimiento de los costes de financiación. La Encuesta de Préstamos Bancarios muestra que en el segundo trimestre de 2023 el endurecimiento de la oferta crediticia continuó y, con ella, la reducción de la demanda de préstamos. El aumento de los riesgos percibidos también afectará a dichas concesiones esperando una mayor dificultad de acceso al crédito.
Así, la inversión empresarial, y que aún transita en positivo en lo que se refiere a la de equipos, deberá verse afectada, junto con el consumo de las familias. A esto debemos añadir el agotamiento del ahorro acumulado en estos últimos años, y que ayudó al gasto en los peores momentos de subidas de precios.
En cuanto a los datos del turismo, y como explicaba hace dos semanas, la llegada de turistas extranjeros ha marcado el ritmo durante el primer semestre de 2023. Sin embargo, no es el caso del turismo nacional, en claro retroceso durante el verano. Las previsiones son que el impulso de los primeros se agote durante los próximos meses explicado por las dificultades que experimentan las economías de los principales países emisores de turistas, lo que finalmente impactará en la dinámica de crecimiento de la economía española.
Por último, la persistente sequía afectará a través de su impacto no solo en la producción agraria y ganadera, sino además por su efecto sobre una industria agroalimentaria que se unirá, así, a la evolución negativa de otros sectores manufactureros influenciados por el menor consumo en nuestros principales mercados de exportación y la probable contracción del comercio internacional.
En conclusión, y a pesar de que las ganancias de competitividad frente a la zona euro por menores costes energéticos y salariales –y la menor inflación– podrá contrarrestar todos estos vientos de frente, encaramos un cierre de año menos halagüeño que su inicio. La desaceleración parece asomar, aunque de momento las probabilidades de recesión permanecen en España contenidas.
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