Las cripto piden paso en el ascensor social: “Si no hubiera sido por bitcoin no habríamos podido comprar el piso”
Una pequeña parte de los inversores opta por activos con elevado riesgo para rentabilizar el ahorro ante la precariedad laboral y la crisis de la vivienda
Un garaje oscuro, luces de neón frías, decenas de pantallas con gráficos complejos: líneas ascendentes y descendentes, verdes, rojas, números en constante movimiento. Varios hombres en la penumbra, pegados a los monitores, visten con sudaderas negras con la capucha que les cubre la cabeza. Esta no es una imagen real, sino una instantánea de lo que el imaginario colectivo piensa que son los inversores en criptomonedas: unos frikis que siguen las montañas rusas de los precios y son capaces de ganar miles de euros en pocos minutos. El símbolo de la mera especulación.
El mundo cripto nunca ha podido quitarse esta imagen de encima. Y parte del prejuicio está justificado: en su corta vida (bitcoin nació a finales de 2008), este mercado ha estado plagado de escándalos, estafas y promesas rotas. Pero esa narrativa empieza a quedar corta. Con bancos y empresas empezando a ofrecer productos cripto a sus clientes o incorporándolos a su tesorería, esta inversión se ha hecho mainstream. Cada vez más inversores particulares entran en él, atraídos por las elevadas rentabilidades obtenidas en los últimos años en un intento de mejorar su situación económica, e incluso acceder a una vivienda que se resiste. En muchos casos, eso sí, la premisa que debe tener en cuenta todo inversor es que las rentabilidades pasadas no garantizan las futuras, no siempre es tenido en cuenta.
El brasileño Edemilson Paraná, profesor asociado del Departamento de Ciencias Sociales en la Universidad LUT, en Finlandia, cree que el trasfondo socioeconómico es clave para entender el atractivo de estos activos entre los más jóvenes. “Sienten que el sistema les ha dejado de lado, les ha fallado. Las aspiraciones de tener un buen empleo, un coche, una casa, que eran alcanzables para las generaciones anteriores, no lo son para ellos”, incide.
Un informe reciente de Bank of America refuerza esta idea: el índice de asequibilidad de la vivienda en EE UU está en mínimos de 40 años, y la relación precio-alquiler ronda máximos históricos. En este contexto, la edad media de los compradores de vivienda ha alcanzado un récord de 38 años (en 1985 se situaba en los 29). “Ante la falta de asequibilidad de la vivienda, los ahorros de los mileniales y de la generación Z se dirigen hacia activos de riesgo, como la renta variable y las criptomonedas”, señalan los analistas. El ascensor social se ha roto y buscan fórmulas para prosperar. Algunos la encontraron en las criptos.
Javier, que prefiere no dar su apellido, trabaja en gestión de proyectos en Lausana (Suiza). Empezó a interesarse por las cripto en 2017 y su experiencia como inversor se puede resumir como nefasta al principio y de éxito al final. Reconoce que empezó a invertir sin saber entre poco y nada de este mercado, informándose en YouTube y en redes sociales. En un primer momento pasaba mucho tiempo delante de la pantalla, haciendo operativa intradía. Tenía un diario donde apuntaba sus operaciones, sus estrategias. Su objetivo era conseguir la independencia financiera adelantada, poder jubilarse a los 40 y vivir de su patrimonio, el sueño de todo influencer financiero. Pero pronto chocó con la realidad. “Perdí bastante dinero, unos 15.000 euros, que eran casi todos mis ahorros”, cuenta en una conversación telefónica.
Le sirvió de lección. Pero en lugar de salir del mercado, se formó y trató de conocer el comportamiento de los ciclos de bitcoin, eso es, periodos de apreciación y depreciación. Esperó que esto ocurriera y compró con su pareja 1,7 bitcoins a un precio medio de 18.500 euros. Lo mantuvieron hasta que se disparó y empezaron a vender. “Hemos ganado 125.000 euros y gracias a eso nos hemos podido pagar la entrada de un apartamento aquí en Suiza. Algo que hace dos años estaba completamente fuera de mi alcance. Si no hubiera sido por bitcoin no hubiéramos podido hacerlo”, confiesa. Por ahora, ha decidido tomarse una pausa y ya no tiene exposición a bitcoin.
La falta de perspectivas, la precariedad y la frustración están sirviendo también para alimentar el componente aspiracional entre los inversores. Los generadores de contenido financiero, ostentan su Lamborghini y su Rolex, todos hitos que, según cuentan, consiguieron apostando por estos activos. Prometen una vida de lujo que quienes entran en este mercado tratan de replicar con sus consejos de inversión, pero en la mayoría de los casos no lo consiguen y deriva en cuantiosas pérdidas. “Pensé que me haría millonario. He llegado a estar en una realidad paralela”, reconoce Javier.
Marco Mallamaci, filosofo, sociólogo y autor de Poder y dinero en la era bitcoin, confirma esta tendencia. “Son conscientes de que trabajando como empleado o en la administración pública no van a lograr tener la libertad financiera que desean. La idea de poder ser multimillonario, ser tu propio jefe... Muchos tienen esos objetivos pero invierten 1.000, 2.000 dólares. Es una total fantasía pensar que con eso vas a ser multimillonario”, dice.
Manuel (nombre ficticio) empezó a invertir en 2019, poco antes de que se iniciara el criptoinvierno y el mercado de activos digitales se desplomara. Lo hizo sin un mínimo de educación financiera y lo perdió casi todo. Lo poco que le quedaba lo sacó y se olvidó del tema. Cuando volvió a escuchar de bitcoin su precio se había disparado: “Fue un gran error. Si hubiese dejado mi dinero allí, ahora sería rico”, dice riendo.
Empezó a estudiar sobre este mercado, inspirado por gurús cripto en YouTube. “Defienden que ganan siempre y eso anima. Yo también quiero obtener algo de dinero”, dice. Manuel dejó su país natal, Colombia, en 2023. Se asentó en Madrid, donde trabaja de ayudante de cocina. Tiene 45 años y vive de alquiler en un piso compartido: “Subsisto”, resume. Por eso ha decidido invertir en criptos, con la esperanza de ganar 30 o 40 dólares al día para él y para enviarlos como remesa a su familia. “Eso para mí es algo extra y lo puedo ganar en segundos, minutos o máximo media hora”.
Hoy solo invierte en criptomonedas: con una parte de sus ahorros hace trading diario —abre y cierra operaciones en el día—, otra la destina para la inversión a largo plazo, que quiere usar para comprarse una vivienda o para su pensión. Dejar todos sus ahorros en un banco, no es opción. “Es más rentable que dejar mi dinero en una cuenta durante 10 años, porque se va a devaluar con la inflación”. También dejó de invertir en Bolsa, porque considera que los tiempos y los mecanismos para operar son más complejos y las ganancias menos inmediatas. “Si invierto en Amazon, sé que de aquí a un año puedo obtener un 10%. Pero con las criptomonedas, lo logras en días o semanas”, asevera.
Pese a confiar en el potencial de las cripto para rentabilizar sus ahorros, algunos viven con el estigma de invertir en este mercado, sinónimo de especulación y ganancia fácil. Pocos lo reconocen y quieren revelar su identidad. Manuel es uno de ellos y rechaza rotundamente la idea de que invertir en este mercado sea sencillo. Hay que estudiar, aprender y aguantar la montaña rusa de las cotizaciones, argumenta. Y esto también tiene consecuencias en su salud mental.
En un mercado abierto las 24 horas del día, los siete días de la semana, cada momento cuenta. La tentación de seguir las tendencias en redes sociales es constante. Susana Jiménez-Murcia, jefa del Servicio de Psicología Clínica en el Hospital Universitario de Bellvitge, explica que están viendo cada vez más pacientes con secuelas por hacer operativa intradía en criptomonedas. En la mayoría de los casos, no es el motivo principal de la consulta, sino que está detrás de otras adicciones ligadas al juego de azar o a las apuestas, con patrones comunes. “Cuando llegan aquí presentan trastornos adaptativos con síntomas ansiosos, depresivos, insomnio. Han tenido pérdidas, quieren recuperar el dinero rápidamente y eso los lleva a invertir más y con más riesgo, con lo cual acaban perdiendo más”, detalla.
Pese al riesgo de perderlo todo, las criptos ya no son solo para inversores especuladores. Son un fenómeno que no distingue entre generaciones. Un estudio de Fidelity revela que los criptoactivos ya compiten con el ladrillo en las opciones de inversión de los españoles. Porque las criptos han salido del sótano oscuro y han aterrizado en las aplicaciones de los bancos, al alcance de todos.

