Un nuevo criptoestado emerge en el Himalaya: Bután posee el doble de bitcoins que El Salvador
La electricidad abundante y barata han convertido a este remoto y pacífico país budista del sur de Asia en un inesperado filón para el minado de divisas digitales
Una nación comprimida entre China e India, en mitad de la cordillera del Himalaya, se ha convertido en un improbable epicentro de las criptomonedas. El reino de Bután, más acostumbrado a copar las páginas de viajes por sus espectaculares paisajes y monasterios budistas, ha saltado a un primer plano de la criptosfera después de que la firma Arkham Intelligence desvelara que el conglomerado estatal Druk Holdings posee 13.011 bitcoins, algo más del doble de los que declara El Salvador de Nayib Bukele (5.877). A precios actuales, esa participación está valorada en unos 780 millones de dólares (700 millones de euros), lo que para una población de unos 780.000 habitantes supone atesorar 1.000 dólares en bitcoins por ciudadano.
Arkham detalla que esa pequeña fortuna proviene de las operaciones de minado de bitcoin efectuadas por el brazo inversor de Bután, la citada Druk Holdings, un nombre que no ha sido elegido al azar: significa dragón del trueno, y aparece en la bandera del país sosteniendo joyas como símbolo de riqueza. “Pudimos corroborar la cronología de la actividad minera con la evolución de las imágenes satelitales de la construcción de las instalaciones”, apunta Arkham. La más grande de esas infraestructuras se encuentra en los terrenos de la fallida Ciudad de la Educación, con la que las autoridades buscaban atajar la emigración y reducir el desempleo, pero que finalmente no han acogido aulas ni libros, sino estas fábricas de bitcoins que trabajan día y noche los siete días a la semana.
“A diferencia de la mayoría de los gobiernos, el bitcoin de Bután no proviene de incautaciones de activos por parte de las fuerzas del orden, sino de las operaciones mineras de bitcoin, que han aumentado drásticamente desde principios de 2023″, continúa Arkham, que coloca ahora al país en el cuarto puesto de los países con más bitcoins, solo por detrás de Estados Unidos, China y el Reino Unido, y justo por delante de El Salvador.
Los datos concretos de cuántos bitcoins posee Bután se han conocido esta semana, pero sus intenciones saltaron a la luz tiempo atrás. En un lugar tan inaccesible y aislado, no hubiera sido raro que la noticia permaneciera oculta durante años y años, porque las autoridades han mantenido en secreto esa frenética actividad de las máquinas de minado, pero Forbes desveló el año pasado la localización de las instalaciones utilizando imágenes por satélite, al quedar expuestos los lazos de Bután con el universo cripto gracias a las quiebras de los criptoprestamistas BlockFi y Celsius, en quienes había depositado pequeñas cantidades.
Junto a los bitcoins en su poder, las autoridades de Bután también poseen unos 35 millones en ethereum, tres millones en BNB, el token de Binance y apenas 20.000 dólares en la plataforma blockchain Polygon.
Entre las pocas comunicaciones públicas relacionadas con la misteriosa deriva cripto de Bután, en mayo de 2023 la empresa Bitdeer Technologies, con sede en Singapur y cotizada en el Nasdaq, explicó en un comunicado que había llegado a un acuerdo con el fondo soberano Druk Holdings para buscar inversores que aportaran 500 millones de dólares con los que desarrollar la criptominería verde. La capacidad hidroeléctrica del país, que le permite obtener una energía limpia, abundante y barata —la India es uno de sus importadores— que encaja a la perfección con el minado, ha supuesto una ventaja competitiva. Solo le hizo falta aumentar con fuerza durante años las importaciones de chips y hardware para llevar a cabo el plan.
El final del criptoinvierno, como el sector ha denominado el periodo de bajos precios del bitcoin —desde mediados de 2022 tardó más de un año en volver a superar los 30.000 dólares, menos de la mitad respecto a los máximos de 69.000 dólares que había alcanzado en noviembre de 2021—, ha empujado también la riqueza latente de Bután. 780 millones de dólares no es una cantidad menor para un país con un PIB que ronda los 3.000 millones, por lo que el Gobierno incluso ha considerado incluso vender una parte para financiar subidas salariales.
Felicidad nacional bruta
Mientras en El Salvador ha existido cierta oposición a que el Gobierno invierta dinero público en bitcoins, en Bután la percepción parece más favorable. Un estudio del Universal Journal of Financial Economics entre estudiantes de negocios del país mostró que un 91% conocía la existencia de las criptomonedas, y el sentimiento era mayoritariamente favorable a su adopción.
La estrategia de su brazo inversor estatal va mucho más allá de los activos digitales, e incluye infraestructuras, energía, tecnologías ahora en boga como los drones o los centros de datos, y minas físicas para extraer magnesio o grafeno. Y lo cierto es que las cosas parecen marchar bien. El Banco Asiático del Desarrollo prevé que su PIB avance este año un 4,4% y en 2025 se acelere al 7%.
En su relación con los dos gigantes demográficos que la rodean, el comercio con la India, el país más poblado del mundo, es prioritario: los intercambios de mercancías (excluida la electricidad) casi se han triplicado en una década, de 484 millones de dólares en 2014-15 a 1.606 millones en 2022-23, según datos del Gobierno indio, lo que representa alrededor del 73% del comercio total de Bután. Sus habitantes disfrutan de mejores condiciones de vida que sus vecinos indios, con una renta per cápita de 4.010 dólares frente a 2.730 dólares.
La inmersión en el universo cripto sorprende, porque el país ha estado tradicionalmente más centrado en los asuntos del alma que en los de la cartera. A finales de la década de los setenta, Jigme Singye Wangchuck, cuarto monarca de Bután, quiso desmarcar a su reino de la obsesión por el crecimiento económico acuñando una expresión que pronto prosperaría en el exterior como tópico de la vida tranquila, pacífica y agradable de sus habitantes. “La felicidad nacional bruta es más importante que el producto interno bruto”, dijo. Ahora, sus herederos han transformado Bután en algo más que un retiro espiritual y de bienestar, donde también importa una preocupación tan terrenal como el dinero.