Celos, juntas y demandas: así se convirtió Vega Sicilia en el Falcon Crest español
El imperio empresarial de los Álvarez ha sobrevivido a más de 13 años de guerra total entre hermanos y padre
Un empresario de éxito en la recta final de su trayectoria, dueño de una de las bodegas más prestigiosas del mundo, ve cómo cinco de sus hijos cuestionan su relación con su tercera mujer y, además, intentan apartarlo de los negocios que él mismo levantó para coger las riendas. Le destituyen de sus responsabilidades en la bodega, pero el patriarca prepara la venganza: con el apoyo de otros dos de sus vástagos, desbanca a los díscolos de la gran empresa de la familia, sobre la que esta...
Regístrate gratis para seguir leyendo en Cinco Días
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Un empresario de éxito en la recta final de su trayectoria, dueño de una de las bodegas más prestigiosas del mundo, ve cómo cinco de sus hijos cuestionan su relación con su tercera mujer y, además, intentan apartarlo de los negocios que él mismo levantó para coger las riendas. Le destituyen de sus responsabilidades en la bodega, pero el patriarca prepara la venganza: con el apoyo de otros dos de sus vástagos, desbanca a los díscolos de la gran empresa de la familia, sobre la que esta ha sustentado su riqueza. Ninguno de ellos lo sabe, pero será el inicio de una guerra familiar que durará más de 13 años.
No es el guion de Falcon Crest, aunque la popular telenovela también se desarrollase entre viñedos y su título en Latinoamérica fuese Viñas de odio. Es la historia de los Álvarez Mezquiriz, la familia detrás del imperio Eulen y Vega Sicilia, y protagonista de uno de los conflictos familiares más enconados del empresariado español. Cinco hermanos enfrentados a su padre, David Álvarez, quien les etiquetó repetidamente “disidentes” y “díscolos”; y a su hermana María José, antes y después de fallecido el patriarca.
Hay que retroceder al recién comenzado 2010 para explicar esta historia. Con el año nuevo la guerra estaba a punto de explotar. David Álvarez se había casado meses antes con su tercera mujer, Teresa Esquisabel, quien había sido su secretaria. Una relación que generaba desconfianza entre algunos de sus hijos, por las consecuencias que pudiera tener en el reparto de una posterior herencia, y que ya antes habían trasladado a su padre la idea de que, a sus 83 años, ya era hora de que diese un paso al lado y les entregase las llaves de los negocios de la familia. Esta no era su idea, y las piezas del dominó empezaron a caer.
El 8 de enero de 2010, CincoDías adelanta la intención de David Álvarez de dar un vuelco al consejo de administración de Eulen en la junta que se celebrará, por solicitud judicial, en febrero. El órgano de gobierno estaba formado por nueve miembros: sus siete hijos, de los que tenía el apoyo de dos, María José y Jesús David; un consejero independiente, Miguel Cuenca, y él mismo. Pese a tener el 51% del capital, su voto era similar al del resto, lo que le dejaba en inferioridad respecto a sus hijos díscolos.
La fórmula fue disolver el consejo y gobernar la empresa bajo la figura de dos administradores solidarios, él y su hija María José. Los hijos “disidentes”, como los definió Álvarez en una entrevista en este medio, responden. El 18 de enero le destituyen de todos los cargos que tenía en El Enebro, la sociedad bajo la que pende Vega Sicilia, y que Álvarez repartió a partes iguales entre sus siete hijos tras fallecer en 1986 la madre de estos. Eso sí, se guardó el usufructo del 51% de los derechos económicos de la sociedad.
Conflicto judicial
Ambas juntas marcan el inicio de las hostilidades y de una serie de movimientos que las partes ejecutaban para minar la posición de sus rivales. El patriarca amenazó con componer un consejo de independientes en Eulen, que no llegó a dar forma; sus hijos le invitaron a volver a El Enebro, siempre que aceptase su posición minoritaria, lo que no sucedió; y estos decidieron vender la participación que a nivel personal tenían en esta sociedad a ella misma por 81 millones. Álvarez les llegó a acusar de “vaciar Vega Sicilia”. Esa venta continuaba viva en los tribunales, con una sentencia en segunda instancia hace un año que instaba a los díscolos a devolver los importes. Entre medias, algún intento infructuoso de reconciliación.
Los tribunales han sido árbitros habituales en la guerra. El Supremo devolvió el poder de El Enebro a Álvarez en 2015 al reconocerle el usufructo del 51% de las acciones de la sociedad. Dos años después, el mismo tribunal anuló la junta de Eulen con la que el patriarca suprimió el derecho de adquisición preferente de acciones, lo que limitó el margen de maniobra de los cinco hijos para hacerse con títulos de la empresa.
Ni la herencia de David Álvarez, fallecido en noviembre 2015, se libró de la guerra judicial. Los díscolos demandaron al albacea, pero la herencia estaba clara: María José Álvarez recibía la propiedad de Daval Control, la sociedad que compartió con su padre para proteger su poder en Eulen.
Pese a todo el ruido y los pleitos, poco cambió en realidad. Los cinco hermanos continuaron controlando El Enebro, y María José Álvarez Eulen. El séptimo, Jesús David, desapareció de la guerra vendiendo sus acciones en las respectivas empresas a los accionistas mayoritarios. Falleció en marzo de este año.
Aunque esa estabilidad no ha sido pacífica, las partes han decidido ahora enterrar el hacha de guerra, aparcando también los últimos conflictos judiciales. María José Álvarez traspasará su 13,4% de El Enebro a sus hermanos, y estos a ella el 37% de Eulen. Está por ver si las valoraciones empresariales de ambos grupos no generan nuevas rencillas. Pero eso será en los nuevos capítulos de la siguiente temporada.
Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, X y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días