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Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Fernando Romero (EiDF), el aprendiz de lobo

El máximo ejecutivo de la firma de energía renovable, que creó con 26 años (ahora tiene 42), cuenta con un marcado carácter de superviviente en el mundo de los negocios

Fernando Romero EiDF
Fernando Romero, CEO de EiDF.

Fernando Romero Martínez, consejero delegado de la empresa EiDF, es errenteriarra. Nació en Errenteria (Gipuzkoa) hace 42 años. Una casualidad. Pudo haber nacido en Suiza, donde emigraron sus padres en los 70, o en Galicia, donde se instaló la familia tras regresar a España, afincarse en el País Vasco y sufrir las consecuencias del desplome de la construcción en los 90. Pero nació en Errenteria en una época convulsa. Cosas del azar, de la vida y de las historias familiares; esas que dejan marca.

En el caso de Romero, esas circunstancias labraron un carácter de superviviente; arrojado, según los benévolos, y temerario, según sus críticos. Supervivencia, arrojo y temeridad son esquinas de la cuna vital y empresarial de Romero, milmillonario temporal, carne de las listas Forbes y aprendiz aventajado del lobo de las finanzas que dibujó Scorsese hace una década sobre la polémica figura del agente de Bolsa Jordan Belfort. “¿Yo el Lobo de Wall Street?” –Romero ríe–, “no me mueve el dinero. Lo que sí he aprendido es que la vida no te da nada sino te lo ganas”.

El errenteriarra afincado en Pontevedra atraviesa momentos difíciles en la empresa que creó con 26 años y que controla mayoritariamente (71%) a través de la sociedad Prosol. Una frase de los policías de las finanzas de la CNMV ha colocado a EiDF y a Romero contra las cuerdas. Según la CNMV, “la empresa –dedicada a promover el autoconsumo energético en las empresas– realizó omisiones muy relevantes en la información que trasladó a los accionistas”. Una temeridad que ha dejado en evidencia al mercado en el que cotiza la compañía desde 2021, el BME Growth y, de paso, a muchos analistas del sector.

¿Qué ha sucedido? Una opinión extendida es que Romero mordió más de lo que podía masticar. Puro Sinatra. Según esa tesis, Romero y sus socios –Alejandro Alorda (muebles Kettal) y Sergio Palmero (ODF Energía)– han medido mal los pasos en el intento de dar el salto al mercado de los mayores: de la Bolsa BME Growth al mercado continuo. La empresa no lo ve así. “Hemos sufrido un ataque mediático espectacular”, asegura Romero, “un ataque que vamos a desmontar”. “Replegar velas para no perder el viento”, remacha el empresario, porque “no hemos hecho nada de lo que dicen”. De fondo, admite, hay un enfrentamiento abierto con los auditores –PwC elaboró un informe con salvedades y Deloitte mencionó falsificación de contratos– que ha provocado una situación “complicada”.

Romero es, a estas alturas más un gallego hecho a sí mismo que un vasco. Fue camarero, peón de albañil, vendedor de pizzas, estudiante de Derecho en dos universidades –Deusto y Santiago de Compostela–, graduado en la Escuela de Negocios de la Universidad de Navarra, gestor de inversiones, banquero de ricos y emprendedor arrojado. Sobre todo arrojado. En su negocio, como en todos, se sabe todo. Y se recuerda cómo en sus inicios Romero llevó a cabo políticas de oferta “agresivas” con las que eliminó mucha competencia.

En realidad, la historia de Romero y EiDF Solar no es muy distinta a la de otras compañías del sector renovable, enraizadas en un modelo especulativo, de compraventa y tráfico de permisos que en muchos casos aprovechan en Bolsa las expectativas de gente que no tiene ni idea de energía ni de renovables. “¿Modelo especulativo?”, reflexiona el empresario gallego, “en absoluto, simplemente un mercado que funciona en libre competencia”. Ni un paso atrás.

Experiencia en banca

Romero, listo como el hambre, dejó la banca de inversión para meterse de lleno en una actividad al alza como la producción de energía solar. “Un día, estando en banca, vi un expediente de riesgo de una planta fotovoltaica y entendí que se abrían oportunidades interesantes”. El viento soplaba a favor con subvenciones elevadas a la fotovoltaica y troceo de proyectos para acceder a ellas. En 2008, el veinteañero creó EiDF y aprendió de qué iba el juego. Su momento llegó realmente en 2018, cuando se eliminó el llamado impuesto al sol, que castigaba el autoconsumo. «¿Cuánta fe hace falta para creer en el autoconsumo solar bajo el cielo de Galicia y con un impuesto al sol entonces, en el horizonte?», le preguntaron en 2018 en la revista Energías Renovables.

“No hay iglesia ni religión que te la dé. Mucha fe. Muchísima. La tuvimos, la tenemos, y cada vez más”, aseguraba. “Al principio, no confiaron mucho en nosotros. Quizá la edad de la plantilla y la mía ha sido un hándicap, sobre todo para el sector bancario tradicional. No somos los típicos empresarios de 50 años con 30 de experiencia. Ya llegaremos”, aseguraba en la misma entrevista.

Romero ha llegado, pero a un lugar turbulento. No se arruga. O eso dice. “Soy un currela”, asegura, “he hecho de todo, me he ocupado de mi madre desde muy joven. Salgo los lunes de casa con 100 euros y el viernes tengo todavía 50 en la cartera; como sándwiches de máquina y mi distracción es el billar (americano); mi pasión es mi hijo pequeño, y mi única ambición es mi empresa y mi equipo”.

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