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El Foco
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La ciencia que tenemos, el país que merecermos

Los científicos españoles destacan en muchos ámbitos. España tiene motivos para confiar en su potencial, pero urge elevar la inversión pública y privada

Las buenas noticias también existen, y es de agradecer que se dedique espacio a esa otra actualidad que nos permite recuperar el optimismo y alimentar la fe en nosotros mismos. Y que también acontece casi a diario. Así, por ejemplo, sabemos de investigadores españoles que han conseguido reconstruir proteínas de hace 2.600 millones de años que servirán para combatir enfermedades actuales. También de los que están logrando importantes avances en la detección y tratamiento de distintos tipos de cáncer; que la exitosa misión Artemis de la NASA, que nos ha vuelto a acercar a la Luna, ha contado con la participación de dos ingenieros cordobeses; que la Agencia Espacial Europea ha seleccionado a dos astronautas leoneses; o que el CSIC y el Grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco acaban de participar en la primera grabación de una gigantesca tormenta de polvo en Marte, que ayudará a conocer mejor su superficie. No son difíciles de encontrar: son noticias de estas últimas semanas.

Informaciones como estas nos enorgullecen. Pero también deberían servirnos para pensar. España tiene suficiente potencial y argumentos como para hacerse sitio entre los países que lideran la investigación y la innovación. Pero necesitamos tomar conciencia de ello y, por qué no, creérnoslo. También leemos sobre investigadores españoles que realizan su labor en el extranjero. Nos hablan de su deseo de volver, de “hacer ciencia en casa” y de la gran calidad de nuestra investigación, pero advierten de la necesidad de invertir más en infraestructuras y recursos humanos, de financiación para llevar esa investigación al mercado mediante patentes y empresas de base tecnológica. Y de contar con un plan a largo plazo, que no conjuga con la mentalidad cortoplacista a la que parecemos habernos acostumbrado y resignado. Al menos, Julio Verne dijo que los errores son útiles en ciencia, porque nos acercan poco a poco a la verdad.

También dijo Nikola Tesla que, con cada verdad revelada, nuestros puntos de vista se modifican. Nos convendría valorar el fenómeno que se produjo durante los peores momentos de la pandemia. Asistimos en esos meses a una encomiable reacción por parte de empresas e instituciones. La investigación, la industria y la colaboración público-privada se movilizaron para hacer frente a la situación. Desde el desarrollo y distribución de las vacunas y tratamientos hasta la fabricación de equipamiento hospitalario, pasando por la habilitación de tecnologías y soluciones para la conexión y el trabajo colaborativo, a fin de mantener el pulso vital y empresarial.

Esa activación de nuestro músculo emprendedor e innovador, apoyada en una toma de conciencia sin precedentes sobre el efecto positivo de la ciencia, la investigación y la innovación para nuestro bienestar, no debería ser en vano ni pasajero. De hecho, ha contribuido en buena medida a que nuestra inversión en I+D haya crecido entre 2019 y 2021 del 1,24% al 1,43% del PIB, teniendo en cuenta que este ya recuperó el último año buena parte de lo perdido en 2020. Pero no debería parecernos suficiente. España sigue por debajo de la media europea, 2,3% del PIB, y del objetivo marcado en el Pacto por la Ciencia de alcanzar el 3% en 2030. No estaría de más apoyarnos en la audaz suposición que para Isaac Newton estaba en el origen de los grandes descubrimientos. Si aquella puesta en común de innovación y talento nos ayudaron a remontar una situación tan difícil, ahora podría servirnos para acelerar en nuestra carrera por situarnos entre los países con ecosistemas innovadores y sostenibles que sean la base de sociedades más prósperas.

Efectivamente, se trata de creérnoslo. De que la sociedad perciba, como empezó a hacer en 2020, la importancia de dedicar recursos públicos y privados a la ciencia y la innovación, y de que nos lo demande a las empresas y a los poderes públicos. El presupuesto de nuestra entidad de referencia, el CSIC, ha crecido significativamente en los últimos años, pero apenas supera, por ejemplo, el de nuestros principales clubs de fútbol, lo que ni mucho menos sucede en países como Francia, Alemania o Reino Unido, donde lo triplican o cuadriplican. Por otro lado, nuestra inversión empresarial en I+D se sitúa en torno al 55%, cuando en países como los citados alcanza o supera los dos tercios.

Todos tenemos que hacer mucho más. Cada euro de inversión pública en I+D debería ser tractor de dos euros de inversión privada. Para ello, debemos aunar el esfuerzo público con la instauración de condiciones atractivas para que las empresas acometan grandes proyectos. Nuestra ministra de Ciencia e Innovación apela a menudo a la atracción de inversiones como uno de los factores que pueden impulsar nuestro tejido empresarial innovador, nuestra producción científica y, en definitiva, nuestro progreso y bienestar. Aceptemos el reto y es cuestión de ponérnoslo todos más fácil.

Y ya que tanto hablamos hoy de estimular el aprendizaje de materias steam en los colegios como vía para desarrollar el mejor talento para el futuro, acordémonos de cuando nosotros mismos estudiábamos matemáticas. Cuando nos enseñaron la teoría de los conjuntos, nos explicaron el concepto de intersección: los elementos que tienen en común dos o más conjuntos diferentes. Pensemos entonces que nuestras aspiraciones en materias como ciencia, investigación e innovación deberían ser comunes a todas las instituciones políticas, entidades económicas… y a todas las empresas que creemos en nuestros proyectos, pero también en el país donde los ponemos en marcha. Cuanto más grande y llena de elementos hagamos esa intersección, en mejor posición estaremos para tener la mejor ciencia que haga el mejor país. El que nos merecemos y, sobre todo, las nuevas generaciones se merecen.

Helena Herrero es Presidenta de la Fundación I+E y de HP para el sur de Europa, Oriente Medio y África

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