El éxito del Perte del coche eléctrico se juega y se tiene que ganar en Bruselas
Tras la deficiente gestión de la primera convocatoria del Perte del coche eléctrico, que se cerró solo con la asignación de en torno al 30% de los fondos previstos, generó tensiones con algunas de las primeras marcas del sector y forzó cambios en el equipo del Ministerio de Industria, el Gobierno parece dispuesto a escribir con mucha mejor letra las condiciones de la segunda convocatoria. Además de realizar una ronda de contactos con distintos fabricantes, lo que permitirá testar el latido de última hora del sector, el plan del departamento de Reyes Maroto incluye solventar dos de los defectos que la industria señala en el Perte y cuya reforma depende solo del Gobierno. El primero es la ampliación hasta un año del plazo para presentar proyectos, que en el diseño actual es de un mes, lo que resulta claramente insuficiente para proyectos de envergadura. El segundo, la presentación de proyectos unitarios para aglutinar múltiples pequeños proyectos.
Sin embargo, la gran batalla que el Gobierno deberá librar y en la que se juega verdaderamente el éxito o fracaso del Perte está en Bruselas y pasa por aumentar el plazo para ejecutar las inversiones, fijado en junio de 2025, y que si no se corrige puede dejar fuera los proyectos de Ford y Stellantis. También se quiere lograr que se incluyan en las ayudas los vehículos híbridos, una condición fundamental para la participación de Renault. La gestión de esas posibles e importantes modificaciones retrasará la convocatoria probablemente hasta el segundo trimestre de este año.
El éxito del Perte del coche eléctrico tiene una importancia decisiva no solo para la industria del automóvil, sino para el conjunto de la economía, dado que España es el segundo fabricante de vehículos de Europa y el noveno del mundo y el sector constituye una poderosa fuente de empleo para más de 300.000 personas. El exigente plan de transformación en que está inmerso el sector del automóvil, obligado a pasar de la producción de vehículos de combustión fósil a la de los modelos eléctricos y conectados en un tiempo récord, exige una verdadera revolución y un cambio de modelo productivo, que solo será posible gracias a un alto grado de inversión, y cuyas necesidades condicionarán la redistribución de un nuevo mapa industrial del que España debe formar parte de modo ineludible.
La clave del éxito del Perte está en ejecutar en plazo y de forma integral un volumen histórico de inversión, y hacerlo sin dejarse ningún euro en el cajón, pero también en negociar con firmeza unas condiciones que permitan asegurar el desarrollo de los proyectos que las grandes marcas de la industria del motor han previsto para España y que resultan clave para el futuro del sector.
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