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Los sueños expansionistas amenazan al euro digital

El Eurogrupo quiere ir más allá del BCE, y que la cripto pudiera usarse en todo el mundo, y no solo en la UE

El presidente del Eurogrupo, Paschal Donohoe (sosteniendo una moneda de 1 euro), la presidenta del BCE, Christine Lagarde, y la vicepresidenta económica española Nadia Calviño, el lunes en Bruselas, con otros miembros del Eurogrupo.
El presidente del Eurogrupo, Paschal Donohoe (sosteniendo una moneda de 1 euro), la presidenta del BCE, Christine Lagarde, y la vicepresidenta económica española Nadia Calviño, el lunes en Bruselas, con otros miembros del Eurogrupo.KENZO TRIBOUILLARD (AFP)

El Banco Central Europeo parece haber decidido que si alguien va a hacer caja con las criptos y con el euro, debería ser la propia Unión Europea. Pero desarrollar una versión digital de la segunda moneda de reserva del mundo entraña riesgos para los tecnócratas encargados de mantener la estabilidad financiera. La reunión del pasado lunes de los ministros de Economía de la zona euro, Eurogrupo, indica que el BCE los tendrá en el punto de mira.

El Eurogrupo pide supervisión política y un enfoque internacional para la potencial moneda digital del BCE. El presidente del Eurogrupo, Paschal Donohoe, afirma que determinar un futuro digital para el euro es esencial para la soberanía económica. La Comisión Europea debe proponer la legislación pertinente en el primer semestre de 2023.

Es probable que el BCE decida en octubre si el proyecto sigue adelante. Los trabajos técnicos ya están muy avanzados. El organismo publicó su segundo informe de situación en diciembre. Amazon, Worldline (de origen francés), CaixaBank, EPI (Iniciativa de Pagos Europeos, un proyecto del BCE que pretende competir con Visa y MasterCard) y la italiana Nexi han sido seleccionados para desarrollar sistemas prototipo.

El Tesoro y la Reserva Federal de Estados Unidos están haciendo un trabajo técnico similar, aunque han dejado claro que ahora no ven la necesidad de avanzar. El G20 y el G7 están trabajando en normas mundiales. El yuan electrónico ya circula en China.

Una versión en euros de una moneda digital del banco central (CBDC, por sus siglas en inglés) lleva en el radar del BCE desde 2019, cuando Facebook propuso un criptoactivo llamado Libra que pretendía aprovecharse de la credibilidad del fijador de tipos vinculando su valor a una cesta de monedas existentes.

Libra finalmente cerró por el escrutinio regulatorio, en medio de temores de que podría fomentar el lavado de dinero y comprometer la estabilidad financiera. La idea de un euro digital con las mismas reservas que su equivalente físico tiene que ver, en parte, con el control del proceso por parte de Fráncfort. Pero también se concibe como “un emblema del proceso de integración europea en curso”, según un informe del BCE de 2020.

En el mejor de los casos, un euro digital podría atraer a más ciudadanos al sistema bancario, sobre todo a los que no tienen suficiente dinero para los productos de servicios financieros tradicionales. Podría ofrecer un foro de confianza para actividades cotidianas como las propinas y la venta ambulante. Pero también podría incitar a los ciudadanos a vaciar sus cuentas bancarias y poner en peligro sus propios ahorros, así como el sistema bancario. Esa es una de las razones por las que Estados Unidos y el Reino Unido no ven con buenos ojos la idea. En la UE, mientras tanto, las dudas de países como Austria se han centrado en los riesgos para la privacidad.

El BCE es muy consciente de estos peligros. Fabio Panetta, miembro de su Comité Ejecutivo y responsable del proyecto, ha declarado que el euro digital debe ser un medio de pago, pero no un depósito de valor, por lo que es necesario limitar las tenencias y el volumen de los pagos.

La función principal del BCE sería la liquidación de transacciones: no tendría visibilidad sobre las cuentas individuales. En su lugar, los clientes se dirigirían a su banco u otro proveedor financiero convencional.

Los ministros de Economía quieren ir más allá. Aunque en su declaración del lunes coincidieron con el BCE en la necesidad de preservar la privacidad de los ciudadanos y limitar el tamaño de las transacciones, también abogaron por que el BCE permitiera el uso internacional del euro digital. Esto choca con la preferencia de los banqueros centrales de limitar el euro digital a la UE en un primer momento.

El euro no necesita una moneda digital, pero sus miembros han manifestado que la quieren. El trabajo del BCE ahora es asegurarse de que no cause daños. Para ello es necesario que los políticos expansionistas vuelvan a su carril.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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