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La Lupa
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Elon Musk, el pájaro que ensucia su propio nido

Anunció la compra de Twitter para defender la libertad de expresión y ya se conoce su vocación de censor. El engaño ha sido un argumento de gestión

Escepticismo, asombro, incredulidad; eso es lo que provocó Elon Musk cuando en abril pasado anunció su intención de comprar Twitter. Ocho meses después, cuando ya es el dueño del 100% de la compañía, y está a los mandos del pájaro azul, aquellos sentimientos se han trasformado en una mezcla de miedo y estupor. Se comporta como un niño en la cabina de un avión, quiere tocar todos los botones, el problema es que a él no hay quien le pare los pies, de momento.

Nadie entendía para qué quería Twitter. Elon Musk produjo una respuesta romántica: “es muy importante que haya un escenario inclusivo para la libertad de expresión. Twitter se ha convertido en una especie de plaza pública, por lo que es realmente importante que la gente crea y perciba que puede hablar libremente”. Más adelante precisó que “por libertad de expresión me refiero simplemente a lo que se ajusta a la ley. Estoy en contra de la censura que va más allá de la ley”

Era muy llamativo que un empresario pague 44.000 millones de dólares sin ningún razonamiento empresarial, ni expectativas de rentabilidad, solo balbuceando huecas palabras sobre la importancia de la libertad de expresión, esencial en las democracias, protegida constitucionalmente, y ejercida a diario por los medios de comunicación. Jeff Bezos también la adoró, compró The Washington Post en 2013. La enorme diferencia es que este capricho le costó 250 millones de dólares, ni el 1% de su fortuna, y nunca osó ponerse al frente de la gestión, como ha hecho Must, aunque parece que le queda poco.

En abril advertíamos desde aquí que “si Elon Musk no espera nada en Twitter es que la caja está en otro lugar. Quizás la libertad de expresión en la red social genere externalidades que suman en otro punto de la factoría Musk.” Hoy, dos meses después de tomar el mando, el pájaro azul vuela sin rumbo y no se sabe dónde se alimenta. Es más, Financial Times habla abiertamente del riesgo de quiebra de esta red social. Eso sí, ya ha demostrado que le gusta la libertad de expresión tanto como a Donald Trump la democracia: solo cuando les conviene.

Para demostrar que en la plaza pública de Twitter cabían todas las ideas, la primera medida de Musk fue, precisamente, desbloquear la cuenta pública de Trump, a lo que este respondió que no pensaba volver a utilizarla. La recuperación de la cuenta de Trump puede dar lugar a grandes debates sobre los límites de la libertad de expresión, especialmente en un país que cuenta con una legislación (la Primera Enmienda de la Constitución) que expresamente prohíbe cualquier ley que reduzca dicha libertad. Ese podía ser un buen argumento para cuando amnistió a todas las cuentas bloqueadas, no solo la del expresidente, “siempre que no hayan infringido la ley o hayan enviado spam de forma escandalosa”, dijo.

Esta medida era el punto final a la política de moderación de contenidos que venía manteniendo la red socia. Pero a las pocas semanas, Elon Musk mostró su verdadero rostro cuando dio instrucciones de bloquear las cuentas de una decena de periodistas que, entre otras cosas, habían compartido la ubicación del jet privado del multimillonario a través de las redes sociales. Entre estos reporteros están periodistas de las cabeceras internacionales más influyentes, como The New York Times, The Washingthon Post o la CNN, que escriben con frecuencia de las aventuras de Elon Musk.

El escándalo ha alcanzado tal dimensión que enseguida se echó atrás, aunque para levantar el veto hizo la pantomima de inventarse una encuesta pidiendo a los usuarios su opinión. Ahora, todo el orbe sabe que a Elon Musk no le importa nada la libertad de expresión, que lo que realmente le motiva es el control de la información y para eso la censura es la bomba nuclear.

De inmediato reaccionaron desde la ONU a la Unión Europea, pasando por gobiernos y asociaciones profesionales de periodistas. Vera Jourová, vicepresidente de la Comisión Europea en Valores y Transparencia, le avisó directamente en su red social: “Las noticias sobre suspensión de periodistas en Twitter son preocupantes. La Ley de Servicios Digitales de la UE exige respeto a la libertad de prensa y derechos fundamentales. @elonmusk debe ser consciente de ello. Hay líneas rojas. Pronto habrá sanciones.”

El dueño de Twitter y principal accionista de Tesla y de otras compañías está acostumbrado a vulnerar la legalidad. Sus conflictos con la Securities and Exchange Commision (SEC), la CNMV de Estados Unidos, son continuos, y la pauta es siempre la misma: difundir informaciones (verdaderas o falsas) por conductos no reglados, que van a mover las cotizaciones en beneficio propio. Así pasó cuando dijo que tenía financiación bancaria garantizada como para excluir a Tesla de cotización. No era cierto y la SEC le obligó a dejar su puesto ejecutivo en Tesla y a pagar 20 millones de dólares de multa él y otro tanto la compañía. “me vi obligado a admitir que mentí para salvar la vida de Tesla”, dijo en una Conferencia TED en la que llamó “bastardos” a los empleados de la SEC.

También dijo en febrero de 2021 que Tesla invertiría 1.500 millones de dólares en bitcoin y que admitía esta criptomoneda como medio de pago en la compra de sus coches. El anuncio hizo pasar la cotización del bitcoin de 30.000 a 57.000 dólares en días. Tres meses después se echó atrás y se produjo el movimiento de vuelta, para ruina de los que le siguieron. Lo argumentó diciendo que las divisas digitales son malas para el medioambiente por el alto coste de producirlas. Un año después se había desprendido de todas las criptomonedas, no está claro con qué resultado.

Puede ser una de las personas más ricas del mundo y fundirse su dinero como le parezca, en criptomonedas, acciones de Twitter o cromos digitales (NFT) de Donald Trump, pero no puede estar al margen de la ley, sea de los mercados de valores, de expresión o de tráfico. Elon Musk hace tiempo que demostró que no era una persona de fiar, con Twitter está poniendo de manifiesto que es capaz de ensuciar su propio nido.

Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información y Profesor de la Universidad Complutense

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