El BCE exigirá sangre, sudor y lágrimas para doblegar la inflación
Europa afronta un largo periodo de endurecimiento de la política monetaria en su férreo intento por meter en cintura una tasa de inflación que hasta ahora parece casi inmune a las medidas para moderarla. La presidenta del BCE, Christine Lagarde, anunció ayer la cuarta subida de tipos de interés en el año, una decisión que deja el precio del dinero en la zona euro en el 2,5%, máximos de finales de 2008, y abre la puerta a nuevas y enérgicas alzas en 2023, las cuales no serán de un cuarto de punto, como la mayoría del mercado esperaba, sino de medio punto. Lagarde dibujó un cuadro de previsiones que puede considerarse más o menos estricto en su pesimismo, pero que de acertar justifica sobradamente la decisión de someter a Europa a una dieta monetaria larga, austera y sin margen para las alegrías.
Los números de Fráncfort estiman que ni siquiera en 2025 la institución habrá alcanzado el objetivo de mantener los precios en el 2% y que la inflación ejercerá hasta entonces de bestia negra para la economía de la zona euro. Con una hoja de ruta que incluye una recesión técnica que se extenderá al primer trimestre de 2023, un crecimiento anémico para los próximos tres años y una curva de inflación que alcanzará el 8,4% este año, el 6,3% en 2023, el 3,4% en 2024 y el 2,3% en 2025, el banco tiene todas las credenciales en la mano para aplicar el doloroso tratamiento que Lagarde anunció en su discurso.
Pese a que la subida de tipos anunciada ayer ha sido menor que las dos anteriores, que fueron de 0,75 puntos básicos, la dureza del discurso de la presidenta del BCE impactó de forma contundente en los mercados y provocó caídas en las Bolsas, así como subidas récord de la deuda, espoleada por la expectativa de un periodo prolongado de tipos al alza. Con la misma contundencia con la que hace un año insistía una y otra vez, en un ejemplo de miopía institucional, en que la ola inflacionista iba a ser un fenómeno transitorio, la presidenta del BCE dejó claro que el banco está dispuesto a infligir sangre, sudor y lágrimas para doblegar la inflación y que la política monetaria no se apartará de su objetivo por el deterioro que provoque en la economía europea.
El reto que afronta el BCE es manejar el timón con habilidad suficiente como para que la dureza de la política monetaria no dañe en exceso la recuperación económica europea, pero sin cejar tampoco en su determinación de controlar una inflación que se ha filtrado ya a todas las áreas de la economía y que puede amenazar muy seriamente el futuro de Europa.