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El Foco
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

En defensa del empleado de banca

Las actuales direcciones de negocio buscan el beneficio a corto plazo e imponen una presión comercial muy difícil de soportar

CINCO DÍAS

El maestro, el médico y el empleado de banca eran, hace no tanto tiempo, unas de las figuras más respetadas por los vecinos en nuestra sociedad. Sin duda, en los pueblos y en los barrios, estas personas se convertían en los pilares en los que se apoyaban los ciudadanos para resolver muchos de los problemas de su día a día: la educación de los hijos, la salud de los ciudadanos y las cuestiones financieras de la familia.

Efectivamente, los empleados de banca desempeñaban una labor que iba mucho más allá de la simple gestión monetaria para convertirse en verdaderos consejeros y asesores en los que los ciudadanos depositaban su confianza para afrontar cualquier aspecto relacionado con las finanzas familiares.

¿Por qué ha perdido en estos momentos el empleado de banca parte de ese prestigio social? Como todas las situaciones complejas, habrá muchas vertientes que expliquen cómo se ha podido llegar a la situación actual, pero, lo que está claro es que esa falta de reconocimiento está más relacionada con las políticas desarrolladas por las distintas entidades financieras, que por el trabajo diario desempeñado por todos aquellos que trabajan en las oficinas.

Si echamos la vista atrás, el punto de inflexión y, por tanto, el momento en que empezó a resquebrajarse la relación con los ciudadanos tuvo lugar en la crisis de 2008. El desastre provocado por unos directivos poco profesionales tomando decisiones inmobiliarias basadas en la pura especulación, provocó un tsunami que arrasó con nuestro sistema de cajas de ahorro que, durante siglos, habían derivado gran parte de sus beneficios hacia la sociedad. La crisis financiera dejó al descubierto una forma de gestionar las entidades poco ortodoxa y salpicada de escándalos como las tarjetas black o la venta de preferentes que, a pesar de ser políticas puestas en marcha por unos ejecutivos sin límites éticos, también afectó de forma indirecta al prestigio del empleado de banca.

Sin embargo, la profesionalidad de las plantillas nadie puede ponerla en duda. Su único objetivo ha sido siempre el de atender de la forma más adecuada las necesidades financieras de sus clientes, y un compromiso demostrado a diario con la entidad de la que forman parte y que consideran su casa.

Los que hemos tenido la suerte de trabajar en una de aquellas cajas de ahorro, supimos desde un principio el compromiso demostrado por empleados que entraban jóvenes a trabajar y se jubilaban después de décadas trabajando en una organización de la que se sentía parte integrante. Sin embargo, el cambio de modelo que supuso su transformación en bancos y la exagerada necesidad de crear beneficios sustanciosos para los inversores ha provocado que esa unión simbiótica entre empleado y entidad sea cada vez más difícil de seguir sosteniendo. Y a ello podemos todavía añadir la drástica reducción de oficinas en la que atender a los ciudadanos, y la expulsión de un porcentaje amplio de las plantillas, lo que ha supuesto prescindir de un talento formidable del que se ha decidido renunciar en pro de los resultados.

En estos días se cumple un año de las negociaciones que los sindicatos iniciamos para evitar que el ERE anunciado por Unicaja Banco se llevara a cabo en los términos tan perniciosos para los empleados como pretendía la entidad. Sin duda, las duras negociaciones nos permitieron a los sindicatos arrancar unas condiciones indudablemente mejores para todos aquellos que se acogieran al ERE y, lo más importante, que no se echara a nadie que no mostrara su voluntad de hacerlo.

Aquellas condiciones eran una buena salida para una parte de la plantilla que después de muchos años de duro trabajo y teniendo cerca su jubilación, optara por salir de la entidad. La sorpresa fue constatar que más de 700 de los empleados que pidieron su salida, eran trabajadores menores de 54 años. Esta situación nos hizo reflexionar mucho dentro del sindicato: ¿por qué los jóvenes no quieren ser empleados de banca? Y la respuesta habría que encontrarla, una vez más, en los errores pasados cometidos por directivos poco preparados, y los errores actuales de unas direcciones de negocio que solo buscan el beneficio a corto plazo, imponiendo una presión comercial difícil de soportar. El resultado no es otro que plantillas desmotivadas, con altos niveles de ansiedad, preocupadas por cumplir objetivos y muy lejos de aquellos empleados de banca reconocidos socialmente, orgullosos de formar parte de entidades con prestigio y satisfechos de poder ayudar a las familias a resolver sus cuestiones financieras.

Ante esta situación, las entidades deben hacerse esa misma pregunta: ¿por qué los jóvenes no quieren trabajar en banca? Y probablemente la respuesta la tengan en la implementación de muchas de sus políticas.

Mientras tanto, el empleado de banca sigue trabajando con la profesionalidad de siempre y con las mismas ganas de ayudar a los ciudadanos a resolver sus problemas. Por eso he querido romper hoy una lanza por el empleado de banca, porque su trabajo y su profesionalidad siempre está muy por encima de las políticas que desarrollan unas élites directivas que no están a pie de calle.

Gracias a la labor sindical conozco de primera mano el duro trabajo de muchos y muchas compañeras, y su profesionalidad para afrontar todas las dificultades y recibir siempre al cliente con una sonrisa. Por esto mismo, cuando hablo con los compañeros y me cuentan su situación, no tengo más que decir que me siento profundamente orgulloso de ser empleado de banca.

Jesús Barbosa es Secretario General del sindicato SUMA+T

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