Caso FTX: la importancia del experto en situaciones de crisis
Muchos errores y algún pequeño acierto en FTX
"Me he equivocado. Debería haberlo hecho mejor", escribió en Twitter Sam Bankman-Fried el pasado 10 de noviembre. Un día más tarde, la empresa fundada por él —FTX, una de las mayores plataformas de intercambio de criptoactivos del mundo— se acogía al capítulo XI (chapter 11) de la Ley de Quiebras de Estados Unidos. Desde entonces se han ido conociendo más detalles sobre el caso y bien podría escribirse un compendio de malas prácticas empresariales.
FTX no contaba con una estructura adecuada de gobierno corporativo. En muchas filiales, por ejemplo, no se había reunido nunca el consejo de administración. El poder ejecutivo se concentraba en un puñado de personas, con Bankman-Fried (de 30 años) al frente, carentes de la debida preparación y experiencia. En cuanto al personal, no resulta sencillo determinar quiénes trabajaban para la compañía, ya fuera como empleados en nómina o como colaboradores externos. Y de la toma de decisiones interna no ha quedado rastro, ya que se estilaba el uso de aplicaciones de mensajería configuradas de tal manera que el contenido se borrara de forma automática cada poco tiempo.
Tampoco se ha encontrado información fiable de la situación financiera de FTX. Las labores de contabilidad estaban externalizadas, como si se tratara de una microempresa. No existía un control centralizado de la tesorería ni se manejaban previsiones de flujos de caja. Ni siquiera había una lista exacta de las cuentas bancarias del grupo y de las personas que operaban con ellas. Para la aprobación de los pagos, se recurría a una herramienta tan peregrina como un chat con emojis personalizados. Por supuesto, no todas las cuentas del entramado FTX estaban sometidas a auditoría.
Con respecto a la actividad principal del grupo —la gestión de los activos de los clientes—, no se llevaban los libros y registros apropiados y resultaban deficientes los controles de seguridad. Es más, se utilizaba un sistema informático para ocultar el mal uso del dinero de los clientes. Todo apunta a que Bankman-Fried habría desviado miles de millones de dólares a su fondo de inversión —Alameda Research— para cubrir las pérdidas de este.
Apenas unos días después de la petición de FTX de acogerse al chapter 11, se calcula que la plataforma ha dejado cerca de un millón de acreedores. Llegados a este punto, la buena noticia es que Sam Bankman-Fried ha cedido todo el poder ejecutivo a un veterano experto en reestructuraciones e insolvencias. En Estados Unidos es habitual que las crisis empresariales se gestionen por un especialista, que ahora deberá poner orden dentro del grupo y maximizar el valor de los activos existentes. A John J. Ray III, abogado de formación, le avala una trayectoria de más de 40 años, con experiencia acreditada en el caso de Enron y de otras compañías menos conocidas fuera de los Estados Unidos.
Sus primeros pasos al frente de FTX apuntan en la buena dirección. Por un lado, ha conformado un equipo de soporte multidisciplinar, con asesores legales, expertos en materia de economía y contabilidad, peritos financieros e incluso una firma de ciberseguridad. Por otro lado, en menos de una semana ha presentado un revelador informe de 30 páginas al tribunal del distrito de Delaware en el que, sin hacer concesiones a Bankman-Fried, refiere las numerosas irregularidades cometidas por el anterior equipo gestor.
Queda por delante un largo trabajo para que se resuelva la liquidación de FTX, pero la experiencia profesional, la independencia de criterio y una visión multidisciplinar son las mejores credenciales para que un especialista en situaciones críticas lleve a buen término su cometido y logre satisfacer los intereses de todos los afectados en un caso de insolvencia.
Isabel Albano, abogada y asociada sénior de PradaGayoso