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La tribuna de los fondos
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Finanzas conductuales para luchar contra la incertidumbre

Muchos de los errores a la hora de tomar decisiones de inversión se podrían evitar si se conociesen antes cuáles son los sesgos que influyen al actuar

Un operador bursátil.
Un operador bursátil.Manuel Casamayón

En el año 2017, el economista estadounidense, Richar H. Thaler, logró el Premio Nobel de Economía por sus estudios referidos a la psicología basada en la economía conductual, con el objetivo de crear un puente entre los análisis económicos y psicológicos, a la hora de entender qué factores determinan la toma de decisiones individuales de inversión. Precisamente, dentro de sus estudios, Thaler promovía un método para ahorrar e invertir, la denominada Teoría del empujón, basada en incitar a las personas a tomar decisiones beneficiosas en el largo plazo, con respecto a sus finanzas, aunque puedan requerir un esfuerzo difícil de asumir al principio. En base a la experiencia de lo ocurrido en la devastadora crisis financiera de 2008, este economista sostiene que, en general, cuando las personas nos enfrentamos ante la toma de decisiones de todo tipo, tendemos a elegir la alternativa más sencilla, priorizándola sobre la que resulta más adecuada para el futuro.

Durante los periodos críticos que han sufrido los mercados entre la crisis financiera de 2008 y la derivada de la pandemia en 2020, los asesores financieros han aprendido cómo lidiar con sus clientes en las circunstancias más complicadas, de ahí que las finanzas conductuales y la psicología del comportamiento se hayan convertido a lo largo de estos años en uno de los pilares sobre los que ofrecer el mejor servicio.

Ni siquiera en los peores meses de la pandemia, cuando todo el planeta estaba encerrado en casa y la actividad económica estaba paralizada, ni en el pasado mes de marzo, cuando una cruenta guerra se desataba en el corazón de Europa, amenazando la estabilidad geopolítica de todo el mundo, se vivieron episodios de grandes flujos de salida de dinero, desde productos financieros como los fondos de inversión a otros vehículos como los depósitos o las cuentas corrientes. No es más que una prueba fehaciente del esfuerzo colectivo de la década anterior para mejorar los niveles de conocimientos sobre finanzas, donde tanto los profesionales de la industria como los propios clientes se esforzaron para no volver a repetir los errores que llevaron al colapso en 2008.

La situación actual en los mercados está provocando una incertidumbre más que justificada en el ahorrador particular. La guerra de Ucrania, que ha entrado en un punto muerto en el que es prácticamente imposible aventurar una salida en el corto plazo, provoca consecuencias para la economía a nivel global que tienen su impacto directo en los mercados, por la limitación en la disponibilidad de materias primas, por los problemas en la cadena de suministros, o los cambios en el comercio internacional e incluso en el orden financiero, lo que empuja a una ralentización del crecimiento que amenaza con desembocar en una recesión a nivel global en los próximos meses.

Pero es que, además, todos estos acontecimientos del último año también han provocado –o más bien acelerado– un cambio de paradigma inversor, ante el viraje en la política monetaria de los bancos centrales, que han pisado el acelerador de la subida de tipos, dejando atrás los tiempos del dinero gratis, para frenar la escalada de precios, aun a riesgo de provocar un enfriamiento del crecimiento por el parón en el consumo.

En los últimos dos años, sobre todo a raíz de la pandemia del Covid-19, nos hemos acostumbrado a vivir en un carrusel de sobresaltos que ponía en jaque la resistencia de los ahorradores e inversores particulares. Pero ahora entra en juego ese cambio de paradigma, que sumado a la incertidumbre y el miedo al futuro más próximo, provoca que se dibuje un escenario donde vuelven a jugar un papel clave las finanzas conductuales, dedicadas a estudiar la forma en la que funciona el cerebro humano a la hora de elegir cómo, cuándo y en qué invertir.

Muchos de los errores a la hora de tomar decisiones de inversión se podrían evitar si se conociesen ex ante cuáles son los sesgos que intervienen antes de actuar, teniendo en cuenta que el comportamiento de los inversores no siempre es racional. Aquí entra en juego la componente psicológica, que es capaz de explicar mejor las decisiones financieras que las matemáticas o la economía, bajo la premisa de que detrás de esas decisiones, hay personas.

Se trata de uno de los grandes retos para los asesores, que en ocasiones tienen la sensación de estar ejerciendo como psicólogos más que como expertos financieros, al convertirse en un apoyo fundamental para ayudar a los clientes a tomar las mejores decisiones de inversión en base a sus tendencias de comportamiento. Esto también son finanzas conductuales. Y por eso es fundamental su desarrollo, en el que se profundizó a partir de los años 80, hasta convertirse en un área específica de la teoría económica que ha ayudado a conocer e incidir en los aspectos sociológicos y psicológicos en los que no reparaban las teorías económicas tradicionales.

En momentos como los que vivimos, resulta erróneo tratar a los humanos como seres perfectamente racionales y equilibrados, capaces de valorar todas las opciones disponibles y que siempre busca maximizar la utilidad. Por eso, profundizar en el estudio del comportamiento del inversor, en base a esos sesgos derivados de nuestra vida en comunidad, es una tarea fundamental para la industria financiera y sus profesionales, para los que nada sirve conocer la situación de los mercados y todos los productos financieros, si no tienen en cuenta la forma de detectar todos esos sesgos que terminan por condicionar cada una de las decisiones de inversión.

Andrea Carreras-Candi es Directora de EFPA España

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