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Los robustos bancos europeos se arriesgan a convertirse en sacos de boxeo

Europa va camino de la recesión, pero sus bancos esperan ganancias extraordinarias. Esta incómoda desconexión convierte al sector en un saco de boxeo para reguladores y políticos. La crisis energética cada vez más aguda de la región, que está dando alas a la inflación y obligando a los bancos centrales a subir los tipos, [como hizo ayer el BCE], ha hecho que la recesión sea casi inevitable. Los analistas de Goldman Sachs esperan que la economía británica se contraiga durante tres trimestres consecutivos a partir de octubre, mientras que los economistas de Morgan Stanley prevén que el PIB alemán se reducirá un 0,4% en 2023. Si Rusia cierra todos los gasoductos, la caída podría ser peor.

Pero probablemente no lo sea para los bancos. La primera razón es que los márgenes de los préstamos aumentan en función de los tipos de interés. Cuanto peor sea la inflación, más rápido tendrán que subir los tipos, y eso significa que los bancos ganarán aún más dinero. Los analistas de Bank of America calculan que la ganancia extraordinaria podría ser de 88.000 millones de euros el próximo año.

La segunda razón es que los bancos no esperan una oleada de impagos, sobre todo si los gobiernos intervienen para ayudar a los consumidores a evitar las subidas más extremas de los precios de la energía. Deutsche Bank calcula que un corte de gas ruso le obligaría a asumir unos 1.000 millones de euros de cargos por deudas impagadas. Según las estimaciones de Refinitiv, esto equivale al 16% del beneficio antes de impuestos de 2023. Carlo Messina, consejero delegado de la italiana Intesa Sanpaolo, ha dicho que, en una recesión, el coste de los posibles impagos se vería compensado con creces por el aumento de los ingresos por intereses. Los analistas están de acuerdo: para muchos grandes bancos, prevén una rentabilidad del capital tangible similar o superior a la que tenían antes de que Rusia invadiera Ucrania.

Esa fortaleza hace que los bancos entren en la crisis con una diana en la espalda. Durante la pandemia, los reguladores y los políticos presionaron a los bancos para que apoyaran a sus clientes con moratorias para el pago de la deuda y créditos baratos. A cambio, los responsables políticos concedieron a los bancos garantías de préstamo, normas de capital más laxas y un margen de maniobra adicional a la hora de contabilizar los créditos incobrables.

En una recesión podrían repetirse esas peticiones, pero sin los endulzantes. En julio, la Autoridad de Conducta Financiera británica comunicó a los directores generales de los bancos que sus orientaciones de la época de la pandemia sobre el trato a los clientes con dificultades financieras también eran pertinentes para la crisis del coste de la vida. El Gobierno polaco ha exigido a los bancos una rebaja en los préstamos hipotecarios, mientras que España ha aprobado un impuesto extraordinario a las entidades bancarias. Poco se habla de si esos palos llevan aparejada alguna zanahoria.

El banco italiano UniCredit ha tomado la iniciativa al anunciar el lunes un paquete de 8.000 millones de euros para ayudar a los prestatarios. Es posible que sus homólogos tengan que seguirle y, si no es por voluntad propia, será bajo presión.

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