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Intel hace que los chips parezcan casi infraestructuras

Su acuerdo con Brookfield puede salirles bien a los dos, aunque los semiconductores siguen teniendo mucho riesgo

Intel quiere construir nuevas plantas de fabricación de chips valoradas en 30.000 millones de dólares sin gastar grandes cantidades de dinero. Brookfield Asset Management quiere activos relativamente seguros y duraderos donde invertir el dinero de sus clientes. ¿Son una pareja perfecta? Podrían serlo, con un poco de esfuerzo.

Los persistentes problemas de fabricación hacen que Intel se encuentre en una situación difícil: ha perdido terreno en su competencia con Taiwan Semiconductor Manufacturing (TSMC) y Samsung. El consejero delegado, Pat Gelsinger, quiere recuperar la ventaja de la empresa invirtiendo más, pero mientras la demanda de semiconductores muestra signos de enfriamiento. Y las finanzas de la compañía, de 140.000 millones de dólares, ya iban justas. El efectivo de las operaciones fue inferior a los gastos de capital en el último trimestre.

La incorporación del inversor canadiense en infraestructuras Brookfield para financiar parcialmente sus nuevas fábricas es, por tanto, inteligente en un sentido. Intel no quiere revelar cuánto pagará, pero dijo en una presentación el martes que el coste de la financiación está entre su coste de deuda, del 4,4%, y su coste de capital, del 8,5% aproximadamente. Si las nuevas fábricas rinden más de lo esperado, Intel se llevará la mayor parte del beneficio.

Sin embargo, es de suponer que eso también se aplica a la inversa. Los chips tienen más riesgo que las infraestructuras tradicionales, como las centrales eléctricas o las carreteras de peaje, porque la demanda puede ser difícil de prever. El ciclo puede ser cruel, porque los fabricantes tienden a sobreinvertir durante los buenos tiempos. Y el cambio tecnológico puede alterar los planes mejor elaborados. Es casi seguro que Intel habrá tenido que dar garantías financieras para convencer a su nuevo socio de que los beneficios serán relativamente predecibles.

Suponiendo que sea así, Brookfield podría haber llegado a un buen acuerdo. Supongamos que Intel paga el 6,5% de la aportación de 15.000 millones de dólares de los canadienses, es decir, unos 1.000 millones al año. Si Brookfield financia el 70% de su participación con una deuda que cuesta el 4% anual, quedaría suficiente para dar a los inversores de la gestora una rentabilidad superior al 12%. También puede ser un acuerdo inteligente para Intel. Los legisladores estadounidenses aprobaron recientemente subvenciones para los fabricantes de chips, e Intel podrá quedarse con lo que le llegue.

Este nuevo acuerdo de financiación refleja una nueva era para Intel, en la que los inversores son menos pacientes. La firma se convirtió en un gigante haciendo periódicamente apuestas masivas y arriesgadas en nuevas tecnologías. Hoy en día, tiene que mantener un dividendo de 6.000 millones de dólares al año y cumplir con sus objetivos de flujo de caja. Los chips no son realmente una infraestructura, pero si Intel puede hacer lo necesario para que los fondos de infraestructura compartan el coste de las nuevas plantas, los inversores podrían dar a Gelsinger algo de holgura.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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