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La marcha de Boris Johnson es el principio del fin del Brexit

El Brexit no ha sido la razón de la salida de Johnson, pero la idea de utilizar la ruptura de Reino Unido de la UE para realinear la sociedad británica partirá con él

El Brexit ayudó a impulsar a Boris Johnson al más alto cargo de Gran Bretaña. Sus tres turbulentos años como primer ministro han puesto de manifiesto los costes de esa decisión. Su marcha no evitará a Gran Bretaña el daño económico y diplomático duradero que supuso la salida de la Unión Europea. Pero la idea del Brexit como fuerza para reordenar la sociedad británica caducó con el discurso de dimisión de Johnson del jueves.

Algunos de los antiguos discípulos del primer ministro han percibido el cambio de clima político. Al renunciar al cargo de ministro de Economía el martes, Rishi Sunak escribió que “nuestra gente tiene que saber que, si algo es demasiado bueno para ser verdad, entonces no lo es”. Resulta sorprendente esta afirmación en boca de un político que se ha pasado gran parte de los últimos seis años ensalzando las oportunidades que supondría para Gran Bretaña divorciarse de su mayor socio comercial, al tiempo que restaba importancia a los costes de hacerlo.

En efecto, el movimiento del Brexit se basó en decirle a la gente cosas que, incluso en ese momento, eran demasiado buenas para ser verdad. La campaña del referéndum de 2016 soltó eslóganes simplistas sobre el dinero para el Servicio Nacional de Salud, mientras desechaba las preocupaciones con el rótulo de proyecto miedo. Después de la votación, los partidarios del Brexit presionaron para lograr la separación más dura posible, al tiempo que atacaban a quienes sospechaban que frustraban su programa: no solo políticos rivales, sino funcionarios, diplomáticos, jueces, directivos de empresas, financieros, académicos y periodistas. Y a medida que los costes del divorcio del Brexit se hacían más difíciles de obviar, sus partidarios culpaban a otros factores como la pandemia del Covid-19 y la invasión rusa de Ucrania.

Que quede claro: el Brexit no es la razón por la que Johnson se ha visto obligado a dimitir apenas dos años y medio después de una contundente victoria electoral. La culpa la tienen el exalcalde de Londres y su caótica forma de gobernar. Presidió fiestas en la oficina que rompieron las reglas de confinamiento del Covid-19 que su Gobierno había diseñado, y ascendió a un aliado que sabía que se había enfrentado a acusaciones de conducta sexual impropia. Los escándalos devaluaron lo que antes era su mayor activo político: su popularidad entre los votantes.

No obstante, el Brexit ha aumentado la sensación de malestar. Las fricciones comerciales han dejado a Gran Bretaña con una inflación más alta y un crecimiento económico más lento que el de muchos otros países desarrollados; la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria de Reino Unido prevé que, a la larga, acabarán reduciendo las exportaciones e importaciones de Reino Unido en un 15%. El Gobierno está legislando para anular partes de su acuerdo comercial con la UE apenas 18 meses después de que Johnson lo firmara. Por otro lado, los ministros buscan oportunidades cada vez más rebuscadas para el Brexit, desde recuperar las medidas imperiales hasta convertir Londres en un centro mundial de criptoactivos.

Quienes aspiran a sustituir a Johnson competirán ahora por distanciarse de ese legado. La carta de dimisión de Sunak ofrece indicios sobre los valores que él y sus rivales abrazarán: seriedad, competencia, honestidad. Aunque algunos verdaderos creyentes quizá hagan campaña para continuar con la visión de Johnson, es difícil ver a muchos de los aspirantes a primer ministro presumiendo de que ellos ayudaron a “llevar a cabo el Brexit”. En cambio, el próximo líder tendrá que lidiar con las difíciles cuestiones que Johnson trató de evitar a toda costa: cómo resolver el punto muerto respecto a Irlanda del Norte, si divergir más de las normativas de la UE, si recortar impuestos o aumentar el gasto. Mientras, la coalición electoral que Johnson montó en 2019 podría fracturarse.

Esto no quiere decir que un futuro gobierno británico vaya a tratar de revertir el Brexit. Incluso el Partido Laborista de la oposición ha descartado volver a unirse a la UE. Gran Bretaña aún tendrá que vivir con las consecuencias económicas de su salida, que a finales de 2021 había reducido la producción económica en un 5% y la inversión en un 14%, según John Springford, del Centro para la Reforma Europea. Un escenario más plausible es que el Brexit se convierta en una realidad desagradable que haya que gestionar, como la contaminación atmosférica o el tráfico de drogas ilegales.

Sin embargo, como idea política, el Brexit se ha agotado. La intervención de Johnson en el referéndum fue crucial para que la opinión pública apoyara la salida de la UE. Su caótico mandato como primer ministro desacreditó ese movimiento como fuerza coherente para cambiar Gran Bretaña. Para el Brexit, la marcha del primer ministro es el principio del fin.

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