La hora de la revolución tecnológica de las pymes
La colaboración público-privada se perfila como solución para saldar los desfases digitales que viven las pequeñas empresas
Desde que Adam Smith lo señalara en La riqueza de las naciones ya en el siglo XVIII, el desarrollo del comercio y de la industria ha sido durante mucho tiempo el mayor exponente de desarrollo, progreso y bienestar de los países. Sin embargo, desde hace algún tiempo, la industrialización está dejando paso a un nuevo estándar que está sentando las bases de lo que será la unidad de medida del bienestar de países y sociedades: la tecnología y la digitalización.
El surgimiento y posterior desarrollo de la tecnología ha generado unas sociedades, al menos en la parte occidental, cada vez más digitalmente dependientes. De esta manera, el desarrollo de los países, su bienestar económico y, por tanto, social, ya no se mide (solamente) por el número de industrias (clásicas) con las que cuentan, sino por el nivel de innovación y digitalización de las mismas.
En este sentido, el desarrollo tecnológico y digital de los países es una fuente de desarrollo económico. Por ejemplo, según un estudio reciente de la Fundación Telefónica, se estima que la digitalización del tejido empresarial podría impulsar el aumento del PIB en España entre 1,5 y 2,5 puntos anuales hasta 2025, así como mejorar la productividad de las pymes entre un 15 % y un 25 %.
Partiendo de esta base, ¿cuál es la situación en España? Según los datos del Índice de Economía y Sociedad Digital (DESI), que mide los progresos llevados a cabo por los países de la Unión Europea en materia de digitalización, España ha conseguido situarse en novena posición, por delante de algunos de los países europeos de referencia, como Francia, Alemania o Italia. En el último año, de hecho, ha escalado dos posiciones en esta lista y se ha consolidado como el cuarto país en experimentar una mayor evolución, sólo superado por Irlanda, Dinamarca y los Países Bajos.
De todos modos, España todavía tiene un largo camino por delante. Un trabajo que, bien hecho, se traducirá en un aumento positivo de los indicadores de su productividad y competitividad. Y una de las claves del progreso, sin duda, la encontramos en la digitalización de las pymes, que configuran la base del tejido empresarial español. En concreto, se estima que la cifra de pequeñas y medianas empresas alcanza prácticamente los tres millones, lo que representa más del 99% de las empresas en nuestro país y son, además, el mayor generador de empleo, tal y como demuestran los datos aportados por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo.
Por eso, y debido a su gran importancia en el conjunto del PIB nacional, resulta necesario llevar a cabo el mayor número de acciones para cuidar de ellas y que continúen siendo uno de los puntales de nuestra riqueza. Porque si las pymes son la base del tejido empresarial español, estas deben ser capaces de responder a una nueva realidad social ya que su nivel de competitividad vendrá marcado por su capacidad de adaptación a un nuevo escenario nacional e internacional marcado por la digitalización y las nuevas tecnologías.
No en vano, la sociedad española, como el resto de sociedades occidentales ha abrazado sin reservas la tecnología, incorporándola, sin vuelta atrás a su día a día. Como indican los datos más recientes, hasta el 86 % de la población ha comprado y vendido por internet a lo largo del último año en España. Desde la simple búsqueda de información, pasando por la comparación de productos y servicios, hasta la compra y la gestión de los envíos, todos ellos son procesos que se han agilizado gracias a internet y que se han convertido en mayoritarios hoy en día.
Las nuevas necesidades de los clientes, pues, van ligadas a las posibilidades que brinda la tecnología mediante una experiencia más personalizada, ágil y rápida. En sintonía con esto, no resulta exagerado afirmar que las empresas que quieran prosperar deben buscar su espacio en la red y ofrecer soluciones que se adapten a las nuevas costumbres y exigencias de la sociedad. Además, deben estar preparadas y contar con los recursos y conocimientos necesarios para mantener, con los años, una adaptación continua y sin fricciones a los numerosos cambios por venir.
De esta manera, aunque algunas empresas sí se han adaptado a una nueva realidad y a un nuevo perfil de consumidores, otras no han sabido o no han podido, ya sea por desconocimiento de los procesos de digitalización, por incapacidad de asumir los costes o por falta de personal cualificado. El resultado sin embargo es común: su no adaptación aboca a las pynes a la obsolescencia. La inexperiencia en un mercado altamente competitivo, así como la falta de una estrategia digital marcada, pueden ser elementos altamente concluyentes en determinar el futuro de las pequeñas y medianas empresas.
Para salvaguardar y proteger el tejido comercial, la experiencia de las grandes corporaciones tecnológicas del país puede ser un buen revulsivo para la digitalización y el éxito de las pymes. Debido a su tamaño y músculo económico, las grandes empresas cuentan con más facilidades a la hora de innovar, posicionándose como una de las claves y herramientas fundamentales para acompañar y ayudar al resto de empresas en el proceso de digitalización. Sin embargo, para el éxito de la digitalización y evolución de las pymes no será suficiente el que las grandes corporaciones les tiendan su mano y colaboren con ellas. También resultará fundamental la colaboración de las administraciones públicas. Su modernización, adaptabilidad y proactividad son factores que serán imprescindibles para esta transformación.
Así, en los últimos meses hemos podido leer cómo desde estos organismos se están generando distintas medidas. Por ejemplo, el recientemente implementado kit digital, programa inscrito en el marco del plan de digitalización de las pymes, que pretende aportar ayudas económicas para el impulso de las pequeñas y medianas empresas en materia tecnológica. Mediante este kit, todas las pymes pueden optar a financiación para que compañías privadas, adheridas al programa como agentes digitalizadores, puedan ayudarlas a encontrar las mejores soluciones digitales para propulsar sus negocios.
Asimismo, y como consecuencia de la gestación de un mercado cada día más competitivo y especializado, también es importante que las instituciones actúen para saldar la falta de talento que están experimentando las compañías tecnológicas. En este sentido, resulta imprescindible adaptar los planes formativos de los estudiantes a las nuevas necesidades del tejido económico de hoy y de mañana. Con ello, no solo se beneficiaría a las grandes corporaciones que tienen que ayudar a las pymes, sino también a estas para que sean capaces de incorporar el talento necesario para que su transformación sea duradera y adaptable.
En este sentido, la colaboración público-privada se perfila como una vía de solución para saldar los desfases que las pequeñas empresas experimentan en un mundo hiperdigitalizado que avanza a pasos agigantados. El know-how de las grandes corporaciones tecnológicas del país, sumada al apoyo de las administraciones, se configura como el camino a seguir para afrontar los retos y encarar una verdadera revolución tecnológica.
Román Campa es CEO de Adevinta Spain