¿Estamos ante un cambio de ciclo para la inversión en tecnología?
El sector tecnológico es deflacionario por naturaleza y debe seguir siendo un elemento fundamental en la composición de cualquier cartera
Bajo un entorno de inflación elevada situada en el 8,6% en EE UU y 8,1% en Europa, los bancos centrales apuntan a una subida de tipos para frenar el sobrecalentamiento económico. Esto ha tenido un impacto importante en los mayores índices de referencia americanos, tales como el S&P 500 con un 22% de bajada desde comienzos del año o el Nasdaq con un 32%. Ante esta perspectiva, es lógico preguntarse si la tecnología seguirá siendo el sector dominante que ha sido durante los últimos 20 años, o si la innovación a largo plazo tiene sentido desde un prisma de inversión.
Es importante recordar que el sector tecnológico es deflacionario por naturaleza. Hace 50 años las fuerzas deflacionarias más prominentes eran el incremento de la fuerza laboral y el comercio internacional. En la actualidad, la tecnología es la mayor palanca para luchar contra la inflación. ¿Y de qué manera ayuda? Por un lado, hace los procesos productivos tradicionales más eficientes. Con esto incrementamos el nivel de ouput a un margen interesante, que, en un entorno inflacionario con presión en márgenes, se hace muy relevante.
Por otro lado, los productos tecnológicos como, por ejemplo, el software reemplazan a los productos físicos a una fracción del coste y con una gran inelasticidad con respecto al volumen de demanda. Si 500.000 usuarios nuevos comenzaran a utilizar la plataforma de Airbnb mañana el incremento de su coste sería marginal. Por eso, no es sorprendente ver los resultados del informe que publicó Gartner recientemente, en el que el 78% de los directores financieros más reputados van a mantener o incrementar el gasto en tecnología hasta pasado el 2023 incluso si la inflación persiste.
Además, a largo plazo la tecnología no es una opción, sino una necesidad. Necesitaremos la tecnología para combatir el cambio climático, para encontrar soluciones a poblaciones cada vez más maduras, desarrollar nuevas tecnologías de la salud, el impacto en el procesamiento del sector alimentario, tecnologías de inteligencia artificial, avances en la industria aeroespacial, finanzas descentralizadas, innovación en los procesos de aprendizaje, web 3.0, el metaverso, entre otras muchas.
Ahora bien, es interesante entender la razón de las correcciones sufridas mayoritariamente en compañías tecnológicas. Ante una subida de tipos y por ende del coste de capital, el valor intrínseco de las compañías baja. El valor intrínseco de una compañía se suele medir por la caja que esa compañía va a generar a lo largo de su vida, descontados al momento presente. Cuanto más alejados en el tiempo, menos valor tienen esos flujos de caja. Es por esto que las empresas tecnológicas al tener perfiles de crecimiento mucho más elevado que compañías tradicionales, sacrificando de manera consciente parte de su rentabilidad en el corto plazo por crecimiento, trasladan una mayor parte de sus flujos a futuro. Por ejemplo, Amazon tardó más de nueve años desde su creación en acabar un ejercicio en positivo, aunque ha venido creciendo en sus ventas a cerca de un 30% anual durante los últimos 20 años de manera recurrente y actualmente tiene una capitalización bursátil de más de un trillón de dólares.
Es fácil perder el foco cuando hay tanto ruido en los mercados, pero la inversión en tecnología sigue y debería seguir siendo un elemento fundamental en la composición de cualquier cartera, no solo por su papel fundamental, sino por los retornos que ofrece a largo plazo. Destacan principalmente dos formas de llevar a cabo dicha inversión: a través de los mercados públicos, más expuestos a volatilidades tal como la actual, o a través de mercados privados con estrategias, tales como la de venture capital (VC).
Aunque con menos volatilidad que los mercados públicos, es necesario plantearnos en qué situación se encuentra el venture capital actualmente y el efecto que el entorno actual podría tener. Desde el 2018 hasta el primer trimestre del 2022 las valoraciones en compañías en fases tempranas o early stage se han duplicado, en compañías en fases intermedias o growth se ha multiplicado por tres veces y para compañías en las fases más tardías o late stage, esa valoración se ha incrementado casi en ocho veces.
Uno de los principales motivos del incremento en valoraciones tan pronunciado en las fases tardías es la participación de inversores no tradicionales en estas etapas en los últimos años. Estos incluyen agentes tales como hedge funds, private equity, fondos soberanos que invertían típicamente en etapas tardías previo a una salida a Bolsa o venta de la compañía. Estos inversores representaron el 78% de todo el capital invertido en venture capital en 2021. Vemos entonces que el impacto más inmediato y paralelo ocurrirá en estas fases tardías, por su cercanía a los mercados públicos, y por la inflación que han sufrido sus valoraciones en los últimos años. Por otro lado, y aunque es difícil asumir que no habrá ningún impacto, vemos más protegida la parte early stage, por su lejanía con respecto a estos mercados, su potencial de disrupción y los niveles más moderados de valoración que hemos visto en los últimos años.
De esta forma una estrategia de venture capital invertida principalmente en la parte early stage, y con una estrategia diversificada como la que ofrece un producto de fondo de fondos, se plantea adecuada no solo por el potencial de mayores retornos sino también por la protección natural que ofrece ante cualquier vaivén del mercado.
En definitiva, la tecnología sigue y seguirá siendo el motor fundamental del cambio. Una exposición a través de fondos de venture capital en early stage nos blinda más de los cambios macroeconómicos que afectan a los mercados con una rentabilidad potencialmente muy superior y una diversificación óptima.
Francisco Navas es Director del área Arcano Venture Capital