El optimismo y la incertidumbre
Los mercados ofrecen hoy mejores oportunidades que hace un año. La clave es aprender a esperar y apostar por una cartera diversificada
Hace 101 años, el economista estadounidense Frank Knight publicó su libro Riesgo, incertidumbre y ganancia y nos dejaba en herencia el concepto que en la actualidad se conoce como incertidumbre knightiana. Para el autor, el riesgo es algo susceptible de medición: aunque no se pueda establecer un resultado preciso, sí puede calcularse la probabilidad de los resultados más posibles. Por el contrario, la incertidumbre no es susceptible de medición, y el concepto reconoce un grado fundamental de ignorancia y una imprevisibilidad esencial de los eventos futuros. ¿Les resulta a ustedes adecuado referirnos a la incertidumbre knightiana cuando tratamos de leer el entorno macro que nos rodea?
Estamos viviendo tiempos inmensurables. Por el lado de la economía, nos enfrentamos a niveles de inflación no vistos en los últimos cuarenta años. Los bancos centralesestán endureciendo su discurso y sus acciones para tratar de combatir la inflación. Es lo que han hecho siempre. Lo que sí es novedoso es que partamos de tipos de interés tan bajos, incluso negativos. Tenemos en suelo europeo una guerra que algunos temen podría llegar a desencadenar la Tercera Guerra Mundial. Los efectos de la guerra, unidos a los desajustes originados por la pandemia, han provocado temor a la escasez de alimentos, al tiempo que se reorganiza el suministro de petróleo a nivel global y comenzamos a oír con cierta frecuencia las palabras estanflación y recesión.
Escenario poco halagüeño, incluso deprimente. El mercado, en su tarea de agregador de sentimientos y de movimientos, también está deprimido. El mercado siempre se deprime antes que la propia realidad. A veces se equivoca por exceso y a veces por defecto, pero al final los mercados se acaban adaptando a la nueva realidad. Lo más probable es que la realidad a la que vayamos sea distinta a la de los años 70 (de la que más se habla ahora mismo, porque es la que más rima, aunque no en todo) y es probable que sea también distinta a la que muchos hoy están proyectando.
Lo cierto es que los economistas somos muy malos, es decir, fallamos mucho, a la hora de hacer proyecciones a futuro. Las personas tendemos a extrapolar lo que sabemos del presente para tratar de predecir el futuro, incluso hay expertos que se ganan la vida con eso. Sin embargo, si aceptamos la incertidumbre knightiana es mejor asumir que el futuro es impredecible. Para ilustrar los peligros de la extrapolación, nos sirve recordar un ejemplo empleado por el gran inversor David Tepper, cofundador del hedge fund Appaloosa Management: “En 1898, se celebró en Nueva York la primera conferencia internacional sobre planificación urbana. A los tres días se dio por terminada porque ninguno de los delegados fue capaz de proponer una solución a la creciente crisis provocada por los caballos urbanos y su generación de excrementos por las calles. Un reportero del Times londinense estimó que en 50 años todas las calles de Londres estarían enterradas bajo nueve pies de estiércol”. El grado de acierto de dicha predicción ya la conocen ustedes. En este sentido, es bueno recordar que no merece la pena embarrarse haciendo predicciones tajantes sobre lo que a la postre es impredecible.
Los excesos de los mercados se acaban corrigiendo por los propios mercados. La causa principal de los activos significativamente mal valorados es que el mercado tiene miedo o que el mercado es excesivamente avaricioso. Ésta es la opinión de David Tepper, compartida por Warren Buffett. El momento de ser constructivo (ellos emplean el término codicioso) es cuando los demás tienen miedo.
En momentos de crisis, nuestro trabajo consiste en identificar, analizar y aprovechar las oportunidades que el mercado nos brinda. Tenemos que ser capaces de separar las emociones de la inversión. Un entorno de malas noticias afecta al mercado y tiende a devaluar el precio de las acciones. Nosotros solemos decir que se pueden tener buenas noticias o buenos precios, pero no ambas cosas a la vez.
Hay que recordar lo importante que es tener una cartera diversificada, no solo por activos, sino por sesgos y fuentes de riesgo.
Por último, la clave es la paciencia. Cuando se invierte, existe la falsa creencia de que hacer muchos movimientos es la mejor opción para obtener buenos resultados, cuando lo realmente importante es ser un inversor activo pero paciente. Aquellos que mantienen la cabeza fría mientras otros entran en pánico lo hacen bien.
Proteger el patrimonio no es vender toda la cartera y pasarse a liquidez esperando que las cosas se arreglen. Cuando estas se arreglan, los mercados ya han arreglado también los precios. Sobre este punto, Tepper también nos brinda una interesante reflexión: “Algunas personas tienen tanto miedo de perder dinero, que es precisamente eso lo que les impide ganar dinero”. Proteger el patrimonio es limitar las caídas cuando se producen y cada vez que se produzcan. Que las caídas se van a producir de cuando en cuando es de las pocas certezas que tenemos los que llevamos ya unos cuantos años en el mercado.
Esto nos lleva a conservar, en momentos como este, alguna dosis de optimismo saludable. Esta idea es el título de una reciente nota de Matthew Benkendorfque, director de inversiones de una de las boutiques de Vontobel Asset Management: “Los mercados difíciles requieren una actitud decididamente optimista y una clara hoja de ruta para la inversión. Los mejores rendimientos en la inversión se conciben en mercados deprimidos, aunque se han de materializar en épocas más favorables”. Esta crisis acabará pasando. Quizá empeore antes de mejorar. Así lo cree la opinión mayoritaria y puede que sea así o no. Lo cierto es que no lo sabemos, pero opinamos que los optimistas son los que ganan a largo plazo, mientras el mundo siga girando.
La clave es esperar. A veces, lo más difícil es no hacer nada. Los mercados hoy ofrecen mejores oportunidades de inversión que hace un año. Nuestra labor es ir construyendo la cartera del futuro para ofrecer a nuestros clientes rentabilidades potenciales mejores. En momentos de incertidumbre, a veces lo más sensato es no dar grandes tumbos. Los buenos negocios son buenas inversiones, y las buenas inversiones pagan siempre a lo largo del tiempo, aunque no son inmunes al efecto del miedo en el corto plazo. Estamos centrados en la calidad de los negocios, en la calidad de los gestores que seleccionamos y en la protección del patrimonio. Nuestra cartera está invertida de acuerdo a estos tres principios. Y se está defendiendo bien.
Arthur Schopenhauer, considerado uno de los pensadores más brillantes del siglo XIX expresó una idea desafiante: “La tarea no consiste tanto en ver lo que no ha visto nadie como en pensar lo que aún no se ha pensado sobre lo que todo el mundo ve”. Nosotros no sabemos leer el futuro, pero tratamos de conservar la cabeza fría y aprovechar las oportunidades que nos brinda el presente. A pesar de que Schopenhauer ha pasado a la historia como el padre del pesimismo metafísico, termino con él porque detrás de su filosofía se esconde un “vivamos a pesar de todo”. En nuestro caso, y permítanme la licencia, nuestro consejo es “invirtamos a pesar de todo”.
Marta Campello es socia y gestora de Abante