Fráncfort debe desvelar ya como protegerá la unidad del euro
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, respondió ayer con firmeza a las crecientes críticas sobre la conveniencia y licitud –en el marco del mandato estatutario del BCE– de la estrategia que prepara la institución monetaria para enfriar las primas de riesgo de los países más endeudados de la eurozona. Lagarde, que sigue sin desvelar los detalles del nuevo instrumento, lo cual no facilita precisamente el enviar un mensaje de calma a los mercados, recordó que combatir la fragmentación financiera forma parte “del corazón del mandato del BCE”. Lo hizo en respuesta a las voces que han insistido a lo largo de estas últimas semanas en la idea de que la compra discriminada y selectiva de deuda para socorrer a las economías más tensionadas podría romper el deber de neutralidad de Fráncfort, por el que la institución monetaria no puede interferir en las políticas fiscales de los países del euro.
Tras buena parte de las críticas al nuevo programa de compras se esconde la resistencia de las economías más saneadas y financieramente disciplinadas, con Alemania a la cabeza, a participar en lo que consideran un sostenimiento injustificable de los países menos aplicados de la eurozona. Más allá de que parte de esas críticas puedan resultar comprensibles, especialmente a la vista del escaso afán de abordar reformas estructurales o de aplicar políticas de contención de gasto que muestran algunos estados miembros, las críticas a la intervención del BCE parecen olvidar el pasado reciente de la eurozona. Un pasado que incluye una crisis de deuda soberana que a punto estuvo en 2012 de acabar con la continuidad del euro, que evidenció la fragilidad de la unión económica y monetaria y que fue resuelta gracias a la acción decidida del BCE.
Esa misma determinación deberá mostrar ahora Christine Lagarde, tras el anuncio de las próximas subidas de tipos de interés en julio, para sofocar los efectos que la medida producirá sobre el coste de financiación de las economías menos saneadas. Cuanto antes se desvelen los detalles del nuevo programa de compras mejor será para la estabilidad del euro y la fortaleza de la unión monetaria. Pero el apoyo por parte de Fráncfort debe estar condicionado a la aprobación de reformas por parte de las economías, la adopción de una política que ayude a controlar la inflación y la apuesta por el control del gasto. El reconocimiento por parte de la ministra de Economía y vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, de que la inflación en España será más alta y más duradera de lo previsto evidencia que la economía española no solo debe estar entre las respaldadas por el nuevo instrumento del BCE, sino también entre las que apuesten con mayor firmeza por el regreso progresivo al saneamiento fiscal.
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