El difícil reto de gestionar los márgenes del negocio sin incendiar la inflación
En los últimos meses han sido varias las grandes empresas de gran consumo que han apostado por primar el precio como mecanismo para aumentar sus ingresos, en un entorno de crecimiento cada vez más mediatizado por el rally de la inflación. Compañías como Nestlé, Danone, Procter & Gamble, Heineken o L’Oreal, líderes en sus respectivos ámbitos, han batido previsiones de ingresos en el primer trimestre del año, y todo apunta a que la estrategia que han adoptado –de subidas de precios continuas– imperará en el conjunto del mercado mientras la inflación se mantenga en los niveles actuales. La primera razón esgrimida para defender esta política es obviamente la necesidad de garantizar unos márgenes seriamente amenazados por el alza de costes, aunque también una apuesta por la innovación en los productos que eleva su precio de producción.
La estrategia adoptada por el gran consumo para neutralizar el doloroso mordisco de la inflación no es privativa de este sector, como demuestra una encuesta realizada recientemente por el Banco de España, según la cual ocho de cada diez compañías españolas esperan que las tensiones inflacionistas se mantengan en niveles similares al actual durante el segundo trimestre de 2022, y más del 40% reconoce haber subido los precios durante el primer trimestre del año. Seis de cada diez auguran, además, nuevos aumentos de precios a lo largo de 2022, aunque más moderados.
Desde una lógica puramente empresarial, la subida de precios como fórmula para defender los márgenes del negocio es razonable y ortodoxa, pero también constituye una estrategia enfocada mayoritariamente al corto y medio plazo, y que excluye un posible escenario de recesión o, al menos, de estancamiento económico con duras consecuencias sobre el consumo y la demanda. Pese a que la escalada de los precios no ha generado todavía serios efectos de segunda ronda, lo que indica que las tensiones inflacionistas todavía toleran un cierto control, si las empresas optan mayoritariamente por trasladar a sus márgenes las subidas de costes alimentarán de forma inevitable la inflación, que acabará capilarizándose e inundando todos los ámbitos de actividad.
Todo apunta, por tanto, a que la economía española entra en una etapa que aconseja defender los retornos del negocio, pero hacerlo con moderación, con equilibrio y mirando hacia el largo plazo. Ello supone muy probablemente asumir el reto de aceptar una disminución en las expectativas del negocio a cambio de contribuir a mantener un entorno de inflación lo suficientemente controlado como para no abocar al país a una nueva recesión.