La inflación exige ortodoxia monetaria, rigor político y sacrificio global
Eso descarta prorrogar la subvención general a los carburantes, y requiere subidas de tipos y retiradas de las compras masivas de deuda
La oficina española de Estadística ha confirmado que la tasa de inflación interanual registrada en marzo pasado fue del 9,8%, con un tirón vertical de los precios de la energía y la alimentación; una tasa que en España sobrepasa incluso el 10% en nueve comunidades autónomas y que supera en dos puntos largos la media de la Unión Europea, el mercado en el que compite la economía, y que debe ser combatida con todas las armas: con ortodoxia en la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), con rigor presupuestario y en las decisiones de política económica, y con una mutualización del sacrificio por parte de todos los agentes económicos sin distinción. Si no caminan de la mano todas las decisiones, el combate será muy largo, generará muchas víctimas en forma de pérdida de rentas y de empleo, y retrasará la vuelta del país a las cifras de producción previas a la pandemia de Covid-19.
Es cierto que la presión de la energía es muy intensa en los últimos meses, en el último año ya, pero también es cierto que en países con el mismo mercado eléctrico y similar comportamiento de los carburantes, como Portugal, la tasa interanual de inflación es la mitad. Esto demuestra que no se debe imputar la enfermedad solo a la energía, sino que vuelven a aparecer fenómenos paralelos propios que llevan los precios muy por encima de los competidores. Los alimentos, elaborados o no, con tasas anuales muy superiores al 6%, encierran parte de la explicación, así como los servicios de ocio y turismo, con un peso muy significativo en la cesta española, que se acercan al 5%. La responsabilidad activa del conflicto bélico en Ucrania ha estirado los precios de los alimentos, tanto por la vía del déficit de importaciones de cereales y aceites como por la vía del encarecimiento de la energía, sin quitar hierro a la participación del conflicto de dos semanas del transporte por carretera.
En definitiva, que el fenómeno inflacionista actual tiene una naturaleza y composición muy heterogénea, y precisa de un control muy severo de los costes de todo tipo, pero sobre todo de los que dependen de las decisiones internas (los salarios principalmente). Precisa también de políticas públicas tendentes a estimular el ahorro energético, lo que descartaría una prórroga más allá de junio de los estímulos a la demanda como los que el Gobierno aprobó recientemente con una subvención directa al consumo de carburantes. Y como agua de mayo, las economías europeas en general, pero la española en particular, precisan de las decisiones más ortodoxas del BCE, con subidas de los tipos de interés decididas y el abandono de las compras masivas de deuda en los mercados. Tan simple como seguir el camino abierto por la Reserva Federal en EE UU.
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