Marcos Luengo: “Las clientas de Balenciaga las tengo yo ahora”
Huye de modas y tendencias y ha centrado su negocio en la confección a medida de prendas atemporales con tejidos exclusivos de a 300 euros el metro
Estudió Psicología y desde niño estuvo interesado por aprender inglés. Pasaba los veranos en Inglaterra y llegó a tener una academia para enseñar el idioma de Shakespeare. Llegó un momento en el que Marcos Luengo (Grado, Asturias, 1964) decidió abandonar la docencia para dedicarse a la marroquinería de manera artesanal. Autodidacta en todo, dio el salto a la moda, convirtiéndose en un diseñador de culto, que atiende de manera personal a sus clientas en los estudios que tiene en Oviedo y en Madrid, donde se celebra esta entrevista, entre perchas con coloridas prendas de materiales muy nobles y la visita de alguna clienta en busca de asesoramiento. No trabaja solo: le acompañan su esposa, Verónica Blanco, de la que asegura que es la cabeza de la empresa, y sus hijas, Teresa y Carmen, que también se dedican a la moda. Las prendas de la colección que presentó en Madrid es Moda están inspiradas en la obra del artista Rubén Martín de Luces, uno de los fundadores del colectivo Boa Mistura, que para esta colección bebe de la inspiración de las enseñanzas del filósofo y agricultor japonés Masanobu Fukuoka.
- R. Es psicólogo, ¿le ha servido para desenvolverse en la moda?
- R. Me ha venido bien porque te hace ser bastante empático. Además, me ha venido bien porque últimamente tengo mucha clienta de fuera de España, mucha parisina, de los Países Bajos, del golfo Pérsico. Son clientas que buscan el trato directo, el hecho a medida, que es lo que nos distingue y es lo que recalco a todos los compañeros de la moda. El hecho de explicar y el trato directo da mucha seguridad.
- R. ¿Cómo aprendió a diseñar y a coser?
- R. Lo importante es conocer todo el proceso. A mí me gusta dibujar pensando en si lo que dibujo se puede plasmar en un trabajo final. Cuando daba clases en Belmonte de Miranda y luego en Pola de Somiedo, yo también hacia bolsos para mi mujer. Y un día decidí que me iba a centrar en la marroquinería. Vinimos a una feria en Madrid para ver si comprábamos maquinaria y la primera colección de bolsos y de pellizas tuvo bastante éxito. En 2008 llegó la crisis, habíamos hecho una inversión importante, teníamos dos hijas, y fue un momento complicado. Mi mujer era la comercial, recorría España y Portugal en un Ford Fiesta colocando los productos de la firma, que tenían un precio elevado, en las mejores tiendas. Lo que sucedió en ese momento fue que desembarcaron en España las firmas de moda italianas y el fenómeno de Carolina Herrera, y nuestro producto, aunque era mejor, no podía competir. Tuvimos que reinventarnos y derivé el taller a la ropa a medida. Pasé de la marroquinería a la costura. Me pasaba noches sin dormir aprendiendo a montar mangas. Fui autodidacta. Investigaba desde la curiosidad.
- R. ¿Se puede vivir de la moda?
- R. No hay que ser solo creativo, hay que buscar la rentabilidad. Los diseñadores no solo deben aspirar a trabajar para Louis Vuitton. Lo que siempre he buscado es hacer colecciones creíbles y rentables, no busco el espectáculo. Ese es el problema de la moda, que busca el entretenimiento.
- R. ¿Por qué códigos se rige esta industria?
- R. Por el del mundo de los editoriales de moda. Se genera producto para alimentar las publicaciones y se generan personajes, y al final lo que sucede es que el producto no es creíble. Hay que buscar el respeto y la atención de la gente que compraría tu producto y no llamar la atención con la imagen de Kardashian envuelta en cinta de embalar. Yo hago ropa para mujeres cultas, unas tienen dinero y otras no. No me interesa el dinero sin cultura, ni tampoco que piensen que yo me apasiono con su dinero. La cultura sin dinero me interesa, y tengo claro que es a quien tengo que dirigir mi producto.
- R. ¿Qué perfil de clienta tiene?
- R. Muchas son mujeres vinculadas con el arte, pero sobre todo son mujeres que vienen a que les solucione un problema, y en la medida en que tienen éxito, regresan. Disfruto mucho con mi trabajo y siento que con las clientas hay respeto mutuo. Las clientas de Balenciaga las tengo yo ahora. Conocen el proceso de confección y lo valoran.
- R. ¿Qué le parece el papel que juegan los concursos de televisión como foco de atracción a la profesión de diseñador?
- R. La moda está de moda. Es una profesión dura, es difícil. Hay que tener mucho talento. Se necesita de creatividad además de habilidad empresarial, porque no hay demasiadas empresas que contraten diseñadores, ya que lo que necesitan son técnicos. Aquellos que estudian Formación Profesional, que saben hacer patrones, que saben coser, esos tienen trabajos. Sobran diseñadores y hacen falta técnicos de la costura. Nosotros nos nutrimos de técnicos de confección y moda que entran como becarios y nos los quedamos. No hay espacio para tanto diseñador y sí para los técnicos. Creo, además, que un patronista debe ser un buen matemático.
- R. ¿Su ropa es cara?
- R. Sí, está hecha a medida, es artesanía pura. Una prenda a medida puede costar a partir de 3.000 euros. Utilizamos los mejores materiales que encuentro en Europa, porque en España queda poca calidad en tejidos. A nosotros el lino nos lo hacen en Barcelona.
- R. ¿Cómo les afectó esta pandemia?
- R. Se paralizó todo y los equipos se resintieron mucho. Ese parón nos cogió por sorpresa y nos ha costado arrancar. Hemos vendido por internet bolsos, pero tampoco es la panacea. Hoy todo el mundo quiere estar en internet y consumir todo de manera rápida, pero creo que hay que ser críticos. No me interesa la monotendencia. Yo concibo las prendas como objetos de arte y creo que deben durar para siempre.