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Rescatar el mercado energético sería el mal menor

Usar dinero público mientras firmas como Shell tienen altos beneficios da mala imagen, pero el colapso sería peor

Gasímetro en una casa de Bad Honnef, cerca de Bonn (Alemania).
Gasímetro en una casa de Bad Honnef, cerca de Bonn (Alemania).

Al igual que los grandes bancos en 2008, los proveedores de energía de Europa pueden ser demasiado grandes para quebrar. Utilizar el dinero de los contribuyentes para aislar a los mercados energéticos de los precios fluctuantes da mala imagen, especialmente cuando los productores de gas, como Shell, de 188.000 millones de dólares, están obteniendo enormes beneficios. Aun así, un colapso del mercado sería peor.

Los miembros de la Federación Europea de Operadores de Energía (EFET), principalmente productores de gas y empresas de servicios públicos como Iberdrola que compran gas para generar electricidad, están atrapados en las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania. Su problema no es la disponibilidad de gas físico o su elevado precio, sino el efectivo necesario como garantía inicial en caso de que las cosas vayan mal.

El EFET afirma que esas cargas de garantía son ahora tan elevadas que algunas empresas se han quedado sin efectivo. No es difícil ver por qué. Los precios de referencia del gas neerlandés, para su entrega en un mes, han subido de 25 euros por megavatio hora en julio del año pasado a 300 euros este mes. Antes, una empresa de servicios públicos que quisiera compensar su exposición larga a una gran compra de gas que perdiera dinero si los precios se desplomaban, podría haber depositado 1.000 millones de euros de garantía para una posición corta de contrapartida, donde se aplica lo contrario. Ahora es probable que esa garantía sea de 6.000 millones de euros, calcula EFET. La garantía exigida por los bancos debido a la volatilidad diaria ha aumentado aún más, pasando de 50 millones de euros a 500 millones.

Las empresas de servicios públicos que optan por no cubrirse son peligrosas. Si los precios se mueven en su contra tras, por ejemplo, un alto el fuego entre Moscú y Kiev, podrían desaparecer. En un caso extremo, la ruptura del mercado podría interrumpir las entregas físicas de gas, afectando a las economías y a los consumidores. La intervención directa de los Gobiernos en la compra de gas también sería engorrosa y costosa. El aumento de los requisitos de capital de los operadores por parte de los reguladores también se traduciría en un aumento de los precios al consumidor. Apoyar el sistema de trading con garantías estatales, o a través de la liquidez del banco central a las contrapartes bancarias de las empresas energéticas, es, por tanto, la forma más barata de restablecer la confianza y permitir la reanudación de un servicio más normal. Si nadie se hunde, el coste para los contribuyentes es nulo.

Cualquier rescate corre obviamente el peligro del riesgo moral. La Reserva Federal adquirió créditos corporativos para evitar que los mercados de bonos se congelasen durante la pandemia, pero la ayuda a gigantes como Shell es un palo en el estómago. Sin embargo, hay una diferencia entre apoyar a un mercado y que Shell obtenga enormes beneficios. Esto último puede recuperarse a través de un impuesto sobre ganancias inesperadas. Eso suena mejor que dejar que las facturas de los clientes se disparen cada vez más.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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