Una guerra que evidencia la grave fragilidad energética europea
La hipótesis de un shock de suministro de gas y petróleo que suma a Europa en una grave crisis energética y trunque de raíz la recuperación ha dejado de ser un escenario más o menos teórico para convertirse en una inquietante posibilidad. Los mercados reflejaron ayer este temor con fuertes variaciones tanto en el petróleo –con un Brent que llegó a tocar los 139 dólares, cifra que no alcanzaba desde 2008, aunque finalmente retrocedió hasta los 121 dólares– como en el gas, donde los futuros en el mercado neerlandés se dispararon hasta en un 79% respecto al viernes y cerraron en 229 euros/mwh. Por su parte, el precio de la electricidad en el mercado mayorista marca hoy la cifra más cara de la historia: 544,98 euros el megavatio/hora (MWh).
Aunque la subida del coste de la energía estaba azotando ya las economías occidentales antes de la invasión de Ucrania, el conflicto bélico y, sobre todo, la posibilidad de que se prolongue durante meses, ha terminado de incendiar el mercado energético mundial. Las violentas subidas del crudo y del gas son la reacción ante dos escenarios de grave riesgo para el abastecimiento. Por un lado, la posible prohibición de las importaciones de petróleo ruso, una medida que Washington baraja adoptar de forma unilateral. Por otro, la hipótesis de que las sanciones desencadenen un corte de suministro del gas por parte de Moscú, lo que golpearía seriamente a Europa, que se abastece en Rusia de hasta un 40% del gas que importa. Desde las autoridades europeas se reconocía ayer, con una elevada dosis de realismo, que la UE no puede prescindir del suministro ruso “de un día para otro”, al tiempo que se anunciaba un plan para reducir la dependencia energética de Moscú que es necesario, sin duda, pero que llega tarde.
Más allá de que la solución más deseable a esta crisis sería un alto al fuego y una reconducción del conflicto, la guerra debe servir de acicate a Europa para avanzar en el diseño de un mapa de suministro energético más diversificado y menos vulnerable. Si los acontecimientos en Ucrania se agravan todavía más y el conflicto desencadena una crisis global de energía, Europa deberá asumir como primera consecuencia un racionamiento energético que tendrá un alto coste económico y social. España aprobó ayer una serie de medidas para mitigar el impacto de ese escenario, entre ellas, el desligamiento de los usuarios vulnerables de los altos precios determinados en el pool, pero se trata de parches temporales. La verdadera respuesta a la crisis no está solo en Moscú, sino también en Bruselas, que debería recordar aquello de que la diversificación es un seguro, también en la energía.