El arma cargada de petróleo de Occidente apunta al racionamiento
En los setenta, Países Bajos impuso los domingos sin coches
Las represalias de Occidente contra Rusia están a punto de infligir más daño económico a ambos. EE UU y Europa valoran vetar las importaciones de petróleo ruso. Aunque eso podría ayudar a empujar a Putin a negociar, también dará a las economías occidentales una razón urgente para consumir menos energía.
Prohibir el crudo ruso es un arma poderosa. Mientras las exportaciones de gas reportaron al país 60.000 millones de dólares en 2021, los 4,3 millones de barriles de crudo y los 2,7 millones de barriles de productos petrolíferos que vendió al exterior cada día le reportaron tres veces más. Además, los mercados del crudo ya estaban descontando en parte un veto. Pese a que EE UU y Europa eximieron cuidadosamente al crudo ruso de las sanciones, el precio alcanzó los 118 dólares el viernes, al rechazar voluntariamente los compradores los suministros rusos.
Aun así, oficializar la prohibición supondría una conmoción, como demostró el repunte sobre los 130 dólares de ayer. Occidente no puede reemplazar de inmediato esa cantidad. El Instituto de Estudios Energéticos de Oxford calcula que podría hacerlo antes de noviembre, si la OPEP sube la producción en 3 millones de barriles diarios, Irán se libera de las sanciones y entrega otro millón, y los proveedores no OPEP, como las firmas de shale de EE UU, aportan otros 400.000 barriles. Pero ninguna de estas alternativas está garantizada. Dependería de que Joe Biden persuadiera a Arabia Saudí.
Si los productores no pueden compensar el déficit, el crudo y el gas deberán subir hasta niveles en los que se consuma menos. Los analistas de Stifel creen que el barril de petróleo tendría que llegar a los 200 dólares para que el comportamiento cambie de forma significativa. Bank of America cree que eso podría reducir el crecimiento del PIB de EE UU un 2%. Dada la indignación pública por la invasión, los consumidores podrían ser solidarios y acordar un menor gasto. Eso ocurrió en los setenta, cuando Países Bajos impuso los domingos sin coches, por ejemplo. Pero tanto si es obligatorio como voluntario, el racionamiento probablemente causará molestias económicas y políticas.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías