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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ibercaja o el eterno aspirante a cotizar

El banco ha amagado en varias ocasiones con salir a Bolsa mientras su potencial valor se reduce y crecen los rumores de fusión

Sede de Ibercaja
Sede de Ibercaja

La primera vez que Ibercaja decidió analizar su salida a Bolsa tras el cambio de la ley de cajas de ahorros y fundaciones bancarias su valoración se situaba en unos 4.000 millones de euros, según los bancos de inversión. Pero la entidad aragonesa, que aún recordaba sus orígenes de caja de ahorros, consideró que valía más, que una vez que se despejaran por completo los fantasmas de la crisis financiera, su precio sería superior. Incluso despreció, y era lógico, la entrada de accionistas ancla para que tomaran parte de su capital alrededor del 20%, para luego salir a Bolsa. Pese a estos retrasos, que incluso llevó al Gobierno a retrasar en dos años más su salida al parqué, hasta finales del presente ejercicio, Ibercaja no consigue la valoración que desea.

Varias fuentes financieras consultadas aseguran que, con o sin el conflicto de Ucrania, la valoración con la que los gestores y consejeros esperaban que el banco saliera a Bolsa entre el 10 al 20 de febrero estaría en la banda baja de la horquilla, es decir, que su cotización inicial no superaría los 1.300 millones a 1.400 millones de máximo, frente a los 2.100 millones a los que aspiraba su cúpula, y sobre todo la Fundación Bancaria Ibercaja, que es la que al final tiene que vender al controlar el 88% del capital del banco, frente a menos del 50% que debe sumar, según la normativa actual si no quiere constoituir un fondo de rescate por más de 300 millones de euros.

Ahora, en círculos financieros han comenzado a considerar el anuncio de la salida a Bolsa de Ibercaja como el cuento de Pedro y el Lobo, en el que el pastor amagó tantas veces con que venía el lobo a comerse las ovejas, que al final nadie le creyó y el canis lupus devoró a los animalitos.

Un conocido banquero comentaba ayer tras conocer el nuevo retraso de Ibercaja a cotizar (aunque en esta ocasión ya estaba todo preparado para su salto al mercado, con el folleto de la OPV listo) que para esta entidad “nunca será un buen momento para cotizar porque parece que la compañía cada día pierde valor, según se deja entrever de sus declaraciones y actos. A este paso terminará fusionándose”.

Su objetivo ahora es cotizar en abril, pero la fecha marcada por el Gobierno para su estreno en el mercado se acerca, y con ello la presión ante unos fondos que están al acecho para cazar gangas.

Unicaja también experimentó la misma presión cuando decidió que era el momento de cotizar. Su estreno coincidió con la intervención de Banco Popular y la presión de os bajistas. El mercado consideraba que en el último momento decidiría no salir a Bolsa, pero sorprendentemente lo hizo tal y como había planeado. Es cierto, que en la recámara tenía su prevista fusión con Banco Santander, al que al final, dejó plantado.

Ibercaja tiene en la recámara vender sus seguros de vida, o incluso sus gestoras de pensiones y fondos, las joyas de la corona, que dan valor al banco. Sin estos activos si que su valor menguaría considerablemente. Ya no sería la entidad que pretende ser, con más del 50% de su negocio fuera de balance, que es su gran apuesta, y que le ha salvado hasta ahora de una fusión. Sin estos negocios, su futuro sería más incierto. Mantenerse independiente le costará más, tanto, que el mercado ya apuesta por su fusión. Pero bueno, queda la bala de un nuevo retraso por parte del Gobierno. No sería la primera vez que el Estado alargara los plazos en un banco, y si no que se lo digan a Bankia, que aún fusionándose con CaixaBank, el Estado mantiene su participación del 16%.

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