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Las reformas deben acompañar a la inversión como motor del PIB

El propio FMI alerta de la necesidad de buscar más rigor en las finanzas públicas

CINCO DÍAS

La delegación del Fondo Monetario Internacional (FMI) que visitó España en diciembre ha rendido cuentas con su nuevo panel de previsiones, en el que da por hecho un crecimiento más modesto del esperado en el año que ha concluido, pero más vigoroso en 2022 y 2023, hasta el punto de liderar el avance de la producción en la Unión Monetaria Europea en un contexto mundial menos vigoroso. De confirmarse los presagios de la institución, España recuperaría definitivamente el PIB previo a la pandemia ya en 2023 y proseguiría recortando el diferencial con sus socios europeos. Al cierre de 2021, y a falta de confirmación por parte de Estadística, España está aún a un 6% de distancia del nivel de producción de 2019, cuando todos los socios han logrado ya recuperar el PIB prepandemia, incluida Italia, una economía muy dependiente también de la actividad turística, y que ha sido la última en conseguirlo.

Lógicamente, el ritmo de crecimiento venidero, como el del pasado reciente, dependerá mucho del control de la pandemia, así como de otras muchas variables que se han ido incorporando al escenario en los últimos trimestres, como la falta de suministros industriales y las altas tasas de una inflación que no cederá hasta bien entrado 2023, con la obligada subida de los costes de financiación, así como los que en esta semana están irrumpiendo en Europa con la crisis ucraniana. Pero dado que en buena medida estos dependen de decisiones ajenas, los responsables económicos deben tratar de minimizar sus efectos con decisiones propias.

Algunas de ellas están en marcha, como los programas de inversión financiados por la Unión Europea, aunque se están desenvolviendo con demasiada lentitud. Pero quizás los más determinantes, los que deben acompañar al esfuerzo inversor para multiplicar el efecto motor, son las reformas de los mercados de bienes, servicios y factores que faciliten el crecimiento de la oferta para atemperar las tasas de inflación. Hasta ahora han trascendido solo las modificaciones exigidas por Bruselas a cambio de las fuertes inyecciones de recursos, aunque se antojan revisiones en buena parte superficiales, y como en el caso de la reforma laboral hasta cierto punto en el sentido inverso al exigido por la necesidad de más flexibilidad.

El propio FMI alerta de la necesidad de buscar más rigor en las finanzas públicas, que en 2023 deben someterse a las reglas europeas, así como de acoplar la fuerza laboral a las nuevas circunstancias productivas, y pone énfasis especial en acelerar la extensión de las habilidades digitales. Es una materia en la que se han dado pasos, y sobre la que existe financiación europea, pero debe caminar al mismo ritmo que los procesos de digitalización de la economía para tener éxito.

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