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Entrevista

José Luis Fernández: “Vale más un amigo con el que tomar una caña que mil virtuales”

Bajo la promesa de un mundo virtual que mejore al físico, se esconden riesgos y oportunidades. La aparición de nuevas formas de negocio difíciles incluso de imaginar es una de las oportunidades. Ser un esclavo de un mundo ficticio, uno de los riesgos

José Luis Fernández
José Luis Fernández
Fernando Belinchón

La tecnología impacta de muchas formas en nuestras vidas. Unas son más obvias y otras menos. Que es capaz de trastocar el valor de las cosas no es ningún secreto. Los datos, aunque siempre valiosos, nunca lo fueron tanto como lo han sido a raíz de la digitalización. Con un gran potencial y un carácter ambivalente, las herramientas que usamos van influyendo en nosotros mismos. José Luis Fernández, doctor en Filosofía y director de la Cátedra de Ética Económica y Empresarial de la Universidad Pontificia de Comillas, reflexiona sobre cómo puede cambiar las cosas la última gran herramienta anunciada por el titán de la tecnología capitaneado por Mark Zuckerberg: el metaverso.

R. ¿Qué efectos cree que ha tenido la popularidad de las redes sociales a nivel de nuestra forma de ver el mundo?
R. Creo que tiene un impacto extraordinario. Hoy en día hay muchísima gente que no entendería su vida cotidiana sin las redes sociales. Hay otra gente que vive sin ello, pero que están desaprovechando unas posibilidades que ciertamente la tecnología está aportando a las relaciones entre las personas. El impacto de la tecnología está en nuestra vida, en nuestra persona y en las relaciones que establecemos con los demás, desde las más cercanas a las más lejanas. Eso se ha visto mediatizado en los últimos años. El impacto es muy significativo. Tiene aspectos buenos, no tan buenos, malos y horrorosos. Tiene unas potencialidades espectaculares.
R. ¿Cómo diría que han cambiado nuestra forma de actuar?
R. La gente que está dentro ha aprendido a interactuar a distancia. La pandemia aceleró el proceso y mucha gente ha aprendido a hacer cosas que hace dos años no sabía. Nos ha aportado valor, pero a determinado tipo de personas, ese tipo de interacción le plantea problemas en el plazo medio. Problemas serios. De tipo personal, de interacción y de construcción de la propia imagen.
R. Haciendo un ejercicio hipotético. En el caso de que el metaverso de Zuckerberg no solo salga adelante, sino que triunfe, ¿qué cabría esperar en cuanto a la forma de entender la vida?
R. Lo primero que habría que preguntarse es si hay necesidad de esto. Si tenemos un universo susceptible y necesariamente digno de ser mejorado, ¿qué hacemos yendo a otro universo paralelo sin arreglar primero el que tenemos aquí? Tenemos bastante tarea y bastantes retos. Si tuviera éxito, aparecerían nuevos modelos de negocio, maneras más sofisticadas de interacción. Se generarían oportunidades de realidad virtual. Permitiría, por ejemplo, hacer nuevas cosas en la oficina, pero todo muy mediatizado por quienes llevan la batuta en este negocio. A cualquiera se le ocurre que por otra parte esto limita o interfiere en la forma de relación humana. Nos acostumbraríamos a vivir en ese mundo y vivir en ese mundo no es humano. Vivir en ese mundo traerá consecuencias negativas para la salud, la interacción y la felicidad de las personas. Esto puede ser una distopía. Acabar en el mundo feliz de Aldous Huxley, en el 1984 de Orwell. Puede acabar siendo una pesadilla lo que estamos creando. El metaverso es una realidad ambivalente; tiene pros y contras y hay peligros serios que habría que conjurar para quedarnos con lo positivo, que, sin duda, lo tiene.
R. Igual que el mundo digital a día de hoy ha generado sus propios códigos de interacción, transacción o, incluso, trastocado el valor de las cosas, ¿cabría esperar un nuevo cambio en cuanto al valor de las cosas en este hipotético metaverso exitoso?
R. Eso es lo que está detrás de todo. Los que están lanzando esto tienen motivaciones variadas. Algunas las explicitan y otras no. Unas pueden ser puramente de desarrollo tecnológico, otras pueden ser de ingeniería social. Otras pueden ser de diseño político; otras, de implantar una agenda determinada. Hay una económica. Lo mismo que en la cuarta revolución industrial la energía, el petróleo que lo mueve no es ya ni la electricidad, ni la química ni el propio petróleo, sino los datos, y la riqueza está en los datos y en el uso que se hace de ellos, en el metaverso veríamos una evolución de esto. Un mundo entero en el que vender y comprar cosas que casi no nos podemos ni imaginar. Están hablando de cosas no fungibles, NFT, objetos que no son reales, pero que se van a poder comprar y vender. Cosas que no existen, pero que están en ese universo paralelo. Eso se va a hacer, y como se garantizará será usando tecnología que ya se está desarrollando. Blockchain está llamado a ser el notario público de ese universo paralelo. Usado para certificar que aquello que se venda, una cosa que no existe pero que en ese mundo sí existe, efectivamente es tal y como se dice que es. Aparecen modelos de negocio que no podemos ni imaginar. Detrás de todo esto, la razón económica es la que impulsa a los gigantes de la tecnología.
R. ¿Cómo evitar la trampa de quedar enganchados a una vida ficticia en este metaverso? La realidad puede en ocasiones ser decepcionante…
R. Yo no creo que haya un antídoto mejor que la capacidad de pensar críticamente. Es el único antídoto que se me ocurre para tratar de hacer que esto beneficie a las personas y no las esclavice. Porque ese es un peligro real, el que las pueda esclavizar. Para evitar estar enganchado, primero hay que ayunar del metaverso; segundo, educar a la gente para que no viva una vida paralela sino que disfrute de la vida real. La inteligencia artificial está muy bien, pero es mejor tener un amigo con el que tomar una caña que tener mil amigos que no conoces que has sumado a tu lista de gente en una red social. Son dos mundos absolutamente distintos. Hay que poner alerta a la gente. Lo que quieren las grandes empresas con esto no es ayudar al prójimo, quieren hacer negocio. Y no está mal hacer negocio, pero la contrapartida cuál es. Que se está manipulando a la gente, seduciendo al personal y limitando la capacidad de pensar. La filosofía crítica es el antídoto contra todo esto, pero hoy en día no se enseña apenas filosofía.
R. ¿Deberíamos preocuparnos de que una empresa como Facebook pueda crear un mundo de cero?
R. Deberíamos preocuparnos y mucho. Ellos van a vendernos un relato maravilloso y hacen bien, porque para eso están ahí los que trabajan en esa empresa. Deberíamos preocuparnos porque tienen la llave del poder sobre vidas, haciendas y destinos. Es muy serio. Es un poder casi divino o casi diabólico. Eso puede traer graves disgustos a la humanidad. Como somos seres humanos y no somos ni buenos ni malos por naturaleza, tenemos la posibilidad de ser lo uno o lo otro en función de los incentivos y de las posibilidades de hacer las cosas sin responder por las consecuencias; lo que tenemos que hacer es generar normas que pongan coto a los modos de proceder que acabarían teniendo estas compañías. Desde un punto de vista económico, acabarían siendo monopolios puros. Desde el político, acabarían siendo autoritarios absolutos. Desde el punto de vista cultural, acabarían construyendo lo que merece la pena y echarían fuera cualquier relato alternativo. Lloramos por la pérdida de biodiversidad. Pues hay que llorar por la pérdida de culturas humanas. No todos tenemos que ser iguales, ni pensar lo mismo, ni vivir de la misma manera, ni comer las cosas idénticas, ni vestir las prendas rotas porque nos lo diga una moda. No podemos dejar que nos marquen el ritmo empresas como estas. Ni estas ni otras, pero estas tecnológicas son las que pueden hacerlo ahora. Pueden más que los bancos, que las energéticas, más que nadie. No podemos dejar que sean ellas, y solo ellas, las que decidan la vida de todos los demás. Debemos cribar y quedarnos con lo bueno que traen, pero exigir que las autoridades nos protejan de lo negativo. 

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Sobre la firma

Fernando Belinchón
Madrid. 1994. Máster en periodismo económico por la Universidad Rey Juan Carlos. Redactor de la Mesa Web de CincoDías. En el periódico desde 2016.

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