Sánchez promete la cuadratura del círculo con la reforma laboral
La reunión mantenida ayer por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, las vicepresidentas primera, Nadia Calviño, y segunda, Yolanda Díaz, y otros ministros del Ejecutivo para definir una postura común respecto a la negociación de la reforma laboral debería haber servido para arrojar algo de luz sobre las líneas maestras que guiarán las conversaciones, pero solo ha sembrado más confusión sobre cuál será el perfil de la propuesta. Después de las tensiones que se han escenificado en el seno del Ejecutivo en las últimas semanas respecto al contenido y tutela de la reforma, el comunicado emitido ayer por el Gobierno se limita a indicar que la futura regulación se ajustará al compromiso de coalición firmado en su día entre Sánchez y Pablo Iglesias –que establece la derogación del texto de 2012– y también cumplirá con lo incluido en el Plan de Recuperación que España ha enviado a la Comisión Europea.
El problema de los márgenes de negociación a los que pretende ajustarse Sánchez es que suponen una suerte de cuadratura del círculo, porque incluyen aspectos que no solo son dispares, sino también contradictorios. Así sucede con la apuesta por la ultraactividad de los convenios y por la primacía del convenio de empresa sobre el sectorial, dos de las líneas rojas exigidas por la Comisión Europea a España y dos de los grandes principios del texto de 2012 que el pacto de coalición con Pablo Iglesias acordó derogar.
La oposición entre ambos compromisos no es una cuestión menor, porque el beneplácito de Bruselas a la reforma laboral es una condición indispensable para que la CE libere los 10.000 millones de euros en fondos europeos que España espera recibir antes de fin de año. Tampoco es un tema baladí para las empresas –con las que Sánchez dice querer contar también en la negociación– porque se trata de dos de las medidas de la reforma de 2012 que mejor han funcionado en los últimos años, tal y como señalaba hace unos días el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos.
No es la primera vez que el presidente del Gobierno manifiesta ambigüedades, cuando no contradicciones, en materia de política económica. Pero la reforma laboral que España ha comprometido con Bruselas exige un compromiso serio y no una estrategia política dirigida a apaciguar a todas las partes e incapaz de satisfacer a ninguna. Si Sánchez no logra impulsar un texto capaz de mejorar el de 2012, es preferible que renuncie a modificar la regulación laboral. Porque como saben las miles de empresas y de profesionales que trabajan diariamente para sacar adelante sus negocios, una mala ley es siempre la peor de las opciones para el mercado.