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Economía

¿Y si la crisis demográfica no fuera realmente una crisis?

El aumento de la renta per cápita se suele relacionar con un descenso en el número de nacimientos Otra variable como es el aumento de la esperanza de vida tiende a pasar desapercibida en esta ecuación

Fernando Belinchón

Cuando se habla de la evolución del número de nacimientos y de la pirámide poblacional en la esfera pública, rápidamente saltan al foco del debate términos como invierno demográfico, envejecimiento poblacional o crisis de natalidad. Ni uno solo de ellos cuenta con un componente positivo y todos parecen apuntar hacia una auténtica catástrofe a la cuál se ve abocada la humanidad a medida que aumenta la riqueza por habitante. Los datos están ahí. Cierto es que desde mediados de la década de los 60 el número de hijos por mujer ha caído sin freno atendiendo a la media mundial, al igual que la renta per cápita ha seguido una tendencia inversa según los datos recogidos por el Banco Mundial. Pero otras variables se tienden a quedar al margen del debate. ¿Y si realmente la tan anunciada crisis demográfica no fuera una crisis?

Al principio la idea suena chocante. Julio Pérez, demógrafo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la desarrolla. El experto explica que más que la renta, la variable que más ha influido en la baja fecundidad de la actualidad es el aumento de la esperanza de vida. Los datos del Banco Mundial hablan de un avance imparable. En 1960 un humano tenía cinco hijos y una esperanza de vida de 52,58 años como media. En 2020, la esperanza de vida ha repuntado hasta 72,74 años mientras que el número de hijos ha bajado hasta un promedio de más de dos.

“Si no entendemos por qué la fecundidad era tan alta en el pasado es difícil responder a por qué es tan baja ahora. La respuesta a por qué era tan elevada en el pasado es porque los que nacían tenían una esperanza de vida muy baja. Antes se tenían más hijos porque se morían. Con la mortalidad por edades que había en España a comienzos del siglo XX la mitad de los que nacían se morían antes de cumplir los 15 años. Uno de cada cinco se moría en los primeros 12 meses de vida. ¿Por qué es tan baja la fecundidad hoy comparada con el pasado? Porque los niños ya no se mueren”, ilustra Pérez.

Otro factor que explica el descenso de la fecundidad sería según el demógrafo el aumento en los estándares de crianza de hijos. Hoy en día no es socialmente aceptable dejar a los hijos abandonados en un rincón sin atención ni cuidados durante la jornada laboral y el propio Estado obliga a unos estándares de crianza mucho más elevados a los del pasado, con por ejemplo, la obligatoriedad de una educación mínima o la prohibición de trabajar antes de una cierta edad.

“Se tienen menos hijos, pero en contra de la explicación más corriente de que nos hemos vuelto más egoístas o individualistas en realidad es por todo lo contrario. Nos hemos vuelto mucho más cuidadosos a la hora de tenerlos y queremos para nuestros hijos un estándar de vida mucho mejor del que tuvieron las generaciones pasadas. Esto ha hecho bajar la fecundidad”, defiende Pérez.

Logro de la humanidad

De esta forma, más que algo inherentemente negativo como las expresiones invierno o crisis demográfica hacen ver, según Pérez estamos ante uno de los mayores logros de la humanidad.

“La gran paradoja de esto es que el número de habitantes no ha hecho nada más que crecer mientras bajaba la natalidad. Estamos hablando del invierno demográfico, de la crisis demográfica, del suicidio demográfico pero España tiene casi 48 millones de habitantes y en cambio cuando nacían más niños, en 1900, había 18 millones de personas. Y el suicidio demográfico es el actual”, cuestiona Pérez.

“El suicidio demográfico era tener una natalidad tan elevada para lograr una población tan reducida y esto sucedía porque los niños y los adultos se morían antes de tiempo. Entonces según esta forma de pensar que habla de invierno demográfico eso no era un problema. Era una situación feliz, con una pirámide de población estupenda. Esa era la dinámica que en teoría deberíamos recuperar según algunos. Esto es algo completamente disparatado”, concluye el experto. 

Población, ¿una herramienta en manos del Estado?

Corrientes ideológicas de toda clase confluyen en la demografía como punto clave a modelar en función de sus intereses. Ideologías de extrema derecha advierten del peligro de una sustitución étnica y abogan por un mayor número de nacimientos. Partidos de izquierda defienden la necesidad de una mayor inmigración como receta para la sostenibilidad de las pensiones públicas. El último siglo está plagado de intentos de modificar la pirámide poblacional. Todos han fallado.

El demógrafo del CSIC Julio Pérez resume dos de ellos de carácter muy diferente. “Mussolini llevó a cabo una intensísima campaña de natalidad en Italia. No funcionó. Ahora, tras años de política de hijo único en China el país intenta fomentarla. No funciona”. Profundizando en el caso concreto de China, único país en el mundo que llevó a cabo una política de contención de natalidad, el experto asevera que todo el mundo cree que el descenso de la fecundidad fue por la política del hijo único. “Al otro lado de la frontera china, en Vietnam, la fecundidad ha bajado a la misma velocidad que en China sin poner en marcha ninguna política del hijo único”. El descenso ha sido generalizado en Asia, con o sin políticas restrictivas.

“Ahora China dice que tiene un envejecimiento demográfico preocupante, el mismo discurso importado de occidente, y que quieren tener más hijos. Si ellos se creen que es una cuestión de política y que es el Estado el que debe de decidir el número de hijos es que no han aprendido nada del siglo XX”, argumenta Pérez.

Ver la natalidad como una cuestión de Estado no es algo nuevo. “Si bien tiene su origen en principios del siglo XX, en el mundo de imperios que desembocó en dos guerras mundiales, todavía se sigue pensando que la población es una herramienta al servicio del Estado. Que la gente debe de comportarse con su fecundidad y la cantidad de hijos que tiene en función de lo que le interese al Estado”, lamenta Pérez. En el pasado, un mayor número de nacimientos era sinónimo de un mayor ejército en el futuro, de más poder. De ahí la obsesión que se produjo por aquel entonces por el tema.

Pérez comenta que en todo el mundo ha bajado la fecundidad y no ha sido porque los Estados querían que bajase. “Irán no es sospechoso de impulsar medidas de control de la natalidad ni de tener en cuenta los derechos de la mujer. Es una república fundamentalista islámica. En 15 años ha bajado de siete hijos por mujer de promedio a dos”.

El demógrafo celebra el nuevo paradigma global. “Esto es un descubrimiento que ha hecho el ser humano cuando ha tenido ocasión y le han permitido hacerlo. En vez de tener siete hijos tengo uno o tengo dos. Pero los crío muy por encima de cómo me criaron a mí. Cambia el nivel de instrucción, la libertad que tienen. Es una catapulta a la estratosfera”.  

Invierno demográfico

Origen

Pérez analiza de dónde procede exactamente esta expresión repetida durante décadas. “Este término del invierno demográfico en particular está impulsado por la extrema derecha francesa muy vinculada al Vaticano, a sus sectores más conservadores. Hay un teólogo que ha formado parte durante los últimos 20 años de los organismos que concretan la doctrina de la Iglesia en asuntos familiares. Se llama Michel Schooyans, que es presentado como un experto en demografía, pero en realidad sostiene teorías como la de que Naciones Unidas es una organización creada para imponer la aceptación de la homosexualidad en la Iglesia. Es uno de los creadores del término invierno demográfico”.

Sobre la firma

Fernando Belinchón
Madrid. 1994. Máster en periodismo económico por la Universidad Rey Juan Carlos. Redactor de la Mesa Web de CincoDías. En el periódico desde 2016.

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