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¿ Por qué nos cuesta tomar decisiones?

Las claves para pasar de preocuparnos a ocuparnos

John Lennon decía que “la vida es lo que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes”, una cita que no solo forma parte de una canción, sino que es uno de los mantras que muchos de nosotros seguimos casi sin darnos cuenta.

En este blog hemos hablado en muchas ocasiones de cómo las experiencias que arrastramos del pasado y nuestras emociones nos afectan a la hora de tomar decisiones sobre nuestras inversiones y, en consecuencia, sobre nuestro futuro.

Belén Alarcón, socia de asesoramiento patrimonial de Abante, explica que los seres humanos estamos acostumbrados a pensar más en el corto plazo y en el día a día porque tenemos estructuras cerebrales de millones de años preparadas para que pensemos en el corto plazo en primera persona y para que visualicemos el futuro en tercera persona.

¿Somos conscientes de esto? La realidad es que muchos de nosotros dejamos la cosas ‘para mañana’ porque, aunque nos preocupamos, no contamos con las herramientas suficientes para poder ocuparnos. Y esto nos pasa en muchos aspectos del día a día, como, por ejemplo, cuando queremos ahorrar e invertir para cuando dejemos de trabajar -lo vamos retrasando porque es un objetivo lejano-, y nos pasa, también, cuando se trata de planificar momentos delicados a los que no nos queremos enfrentar.

La sucesión y pensar en qué puede pasar con nuestra familia cuando ya no estemos es una de esas situaciones que la gran mayoría de nosotros tenemos olvidadas, aunque nos preocupe enormemente. Y esta forma de actuar se refleja en las cifras: solo el 13% de los españoles tiene testamento. Un dato que, como nos explicó Alarcón durante la conferencia que celebramos hace unos días en Abante para hablar de la importancia de tomar decisiones sobre el futuro, se ha incrementado con la pandemia, ya que antes ese porcentaje se quedaba en el 8%.

La importancia de pasar a ocuparnos

En esa misma conferencia, Mago More lanzó una pregunta: “¿De qué nos arrepentimos antes de morir?”. Y la respuesta fue que, básicamente, de lo que la mayoría de la gente se arrepiente es de no haber cumplido sus sueños.

¿Y por qué no podemos cumplir nuestros sueños? La respuesta a esta pregunta tiene mucho que ver con lo que hemos comentado anteriormente y se materializa por algo que en este blog también hemos explicado en varias ocasiones: nuestro elefante y nuestro jinete.

Hace unos años hablábamos de la metáfora que hizo Jonathan Haid en su libro “La hipótesis de la felicidad”. El autor describía al elefante como nuestra parte emocional y al jinete como nuestro cerebro racional. El elefante es nuestro lado más impulsivo y emocional, es la parte que hace, como dijo Mago More, “que queramos las cosas ya. Es el responsable de que no cumplamos nuestras metas y que procrastinemos”. El jinete, en cambio, es el que mira las metas a medio y largo plazo, es nuestra parte racional.

“Procrastinamos porque el jinete no está entrenado. Lo que hacemos es tomar decisiones emocionales y las justificamos después racionalmente. Hay que entrenar al jinete y tener fuerza de voluntad, aunque vivamos en una sociedad en la que prima la inmediatez”, explicó Mago More.

¿Y qué es lo que pasa cuando dudamos? Cuando no tenemos las cosas claras es cuando dejamos elegir al elefante, lo que hace que muchas veces no hagamos nada y sigamos en un bucle de incertidumbre que nos impide actuar y tomar decisiones.

Entrenar a nuestro jinete, ganar perspectiva, ser conscientes de que el futuro es el resultado de las decisiones que tomamos en el presente, es el primer paso para que tomemos decisiones y nos ocupemos.

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