La precisión es el enemigo del BCE a la hora de elegir brújula
Debe evitar destilar las métricas sobre las condiciones de financiación en un índice único y permanente
La ambigüedad constructiva tiene su utilidad. Sin duda, será útil cuando los responsables de las políticas del Banco Central Europeo traten de decidir el mes que viene qué quieren decir con “condiciones de financiación favorables”, su última expresión de moda. Una vara de medir demasiado precisa puede limitar el margen de maniobra de sus políticas.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha insistido repetidamente en la necesidad de garantizar que las condiciones de financiación sigan siendo benignas para justificar su apoyo masivo a la economía europea durante la pandemia, incluido un programa de compra de bonos por valor de 1,85 billones de euros.
Pero el banco central nunca ha especificado cómo mide el concepto. Esto podría cambiar tras la reunión de política monetaria del 10 y 11 de marzo, en la que los responsables de la fijación de los tipos de interés debatirán qué indicadores deben seguirse, si deben condensarse en un índice y qué debe hacerse público.
Es mucho más que una discusión arcana. El banco central ya realiza un seguimiento de indicadores, como los tipos de interés de los préstamos bancarios, las condiciones crediticias y el rendimiento de los bonos corporativos y soberanos. Pero las palomas pueden centrarse en una métrica a la hora de fijar los tipos, mientras que los halcones se fijan en otra. Por tanto, el debate podría aclarar lo que significan las “condiciones de financiación favorables” para ambas partes, y forjar un consenso. Eso podría hacer que las futuras decisiones fueran menos tensas.
Hay que evitar un par de trampas. La primera es cualquier tentación de destilar las métricas en un índice único y permanente. Ello pondría trabas al BCE cuando las circunstancias cambiaran. Los indicadores que revelaron tensiones durante la crisis financiera de 2008, como los costes de los préstamos interbancarios, fueron menos relevantes durante la crisis de la deuda soberana de la zona euro, cuando eran más importantes los rendimientos de la deuda pública.
En segundo lugar, existe un escollo conocido como la Ley de Goodhart: cualquier métrica utilizada como objetivo dejará de ser fiable. El predecesor de Lagarde, Mario Draghi, utilizó en 2014 las expectativas de inflación implícitas en el mercado para justificar su programa de flexibilización cuantitativa. Sin embargo, poco después ese indicador comenzó a moverse al ritmo de los precios del petróleo, lo que la hizo menos útil. Lo mismo podría ocurrir con otros indicadores basados en el mercado, como los precios de los bonos o de los derivados.
El enfoque en las condiciones de financiación da al BCE más margen de maniobra. El banco central aún no ha alcanzado su objetivo de inflación, cercano al 2%, a pesar de haber comprado activos por valor de casi 3,8 billones de euros. Si los costes de endeudamiento se mantienen favorables, puede confiar con razón en su programa de compras actual en lugar de poner en marcha medidas cada vez más radicales. A la inversa, unas condiciones demasiado estrictas podrían justificar que el banco fuera más allá incluso si la inflación se disparara. En un mundo incierto, al BCE le conviene maximizar su margen de maniobra.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías