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Tribuna
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El chaval de El Cañavate que llegó al olimpo de la banca

Creativo y meticuloso, Francisco Luzón no se consideraba un banquero, sino un “transformador”, e impulsó la transformación del sector en España

Era el 27 de octubre de 2015 y en mi buzón del correo electrónico del Banco Santander entra un mensaje de Paco Luzón, con el que hacía poco que me había visto en el Hotel Santo Mauro, en el que me recuerda que está preparando sus memorias y que quiere que le ayude en el relato. “Me gustaría saber cómo me viste desde que me conociste, cómo viste mi trayectoria, qué valor te parece que creé de verdad, etc. Esas son cosas importantes para mí”. Leí el correo y me quedé helado. Le mandé unos folios que tenía escritos de hace años para otra historia, que no respondían a su propósito concreto. Hoy estoy haciendo lo que me pedía entonces: despedirme.

Era Paco en estado puro. A esas alturas ya era público que padecía Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una de las enfermedades más despiadadas, puesto que no tiene remedio y, para colmo, te mantiene el raciocinio en perfecto estado. Dos años después de salir del banco (enero 2012) él está resentido, pero la enfermedad era de tal dimensión que las peleas de gallos de la banca pasaron a ser solo un mal recuerdo frente al reto de la supervivencia. Lo tenía todo: una familia feliz estrenando casa en la rivera de la Castellana y un patrimonio enorme. Pero le faltaba lo fundamental, la salud. Encima, la enfermedad le atacaba a su mayor fortaleza: la palabra.

Paco cuenta en sus memorias, que comparten título (El viaje es la recompensa) con la lección magistral que impartió cuando le nombraron doctor honoris causa por la Universidad de Castilla-La Mancha, cómo fue pasando las diferentes fases cuando le diagnosticaron ELA. De la incredulidad, al por qué yo; qué hecho yo para merecer esto, qué puedo hacer para que esto no vuelva a pasar.

Superadas esas fases, Paco, una de las personas más metódicas y trabajadoras del mundo, se puso manos a la obra con unos objetivos concretos, entre los que destacaban claramente: ordenar su memoria y construir un nuevo legado en favor de la investigación de la ELA y de los cuidados de sus víctimas. La segunda parte, que conozco menos, es la que le lleva a crear una fundación con su propio nombre, en la que ha comprometido a muchas personas a futuro y que le va a sobrevivir, esperemos que por muchos años. En cambio, la primera parte de su vida, la de banquero, creo conocerla bien; primero, como periodista, y luego, empleado del Banco Santander.

Paco Luzón es el prototipo de ejecutivo español hecho a sí mismo. Nació el 1 de enero de 1948 en una familia muy humilde de El Cañavate (Cuenca) que en 1953 emigró a Baracaldo (Vizcaya) en busca de fortuna, al calor del desarrollo de la industria siderúrgica alrededor de Altos Hornos de Vizcaya. Aprovechó las pocas oportunidades que daba el sistema español durante la dictadura, estudió en un seminario y, tras licenciarse en Ciencias Económicas y Empresariales, en 1972 se incorporó al Banco de Vizcaya desde los niveles más básicos. Paco llegaba de la facultad de Sarriko de la Universidad Pública del País Vasco, mientras que muchos de sus colegas se incorporaban con traje de sastre y título de La Comercial de Deusto.

Repasar su currículum es una tarea muy intensa de la que merece la pena la síntesis: llegó al olimpo de la banca partiendo desde una base de enorme humildad y honestidad, un recorrido que no es fácil de prometer a la actual generación de jóvenes. Entonces el esfuerzo y la meritocracia tenían premio. ¿Hoy?

Con 40 años y 16 de carrera en el Banco de Vizcaya, Luzón, era nombrado consejero y director general del Banco de Vizcaya. Ese mismo año, Carlos Solchaga, ministro de Economía y Hacienda, le ofrece la presidencia del Banco Exterior, lo que le libra de la batalla campal que supuso la fusión del Vizcaya y el Bilbao dos meses después. Carlos Solchaga quería a Paco Luzón, que se había labrado una buena fama profesional a partir de trabajo y más trabajo, en un momento donde las condiciones profesionales se empezaron a valorar sin necesidad de apellido, para poner orden en la banca pública.

Poco tiempo después, el 1 de mayo de 1991, el consejo de ministros aprobaba la creación de la Corporación Bancaria de España, que integraba al Banco Exterior, la Caja Postal y el grupo del Instituto de Crédito Oficial, del que formaban parte el Banco de Crédito Industrial, el Agrícola, el Hipotecario y el Local. Este conjunto de bancos estaba prácticamente en quiebra si se aplicaban los criterios contables que el Banco de España manejaba para la banca privada.

Aquí viene su primera gran aportación. Paco Luzón empaquetó todos los bancos públicos bajo el lazo de Argentaria y los sacó a Bolsa. En vez de costar una fortuna a los españoles lo vendió a precio de oro. Sin embargo, esta gestión no impidió que en mayo de 1996, con la llegada de José María Aznar al gobierno de España, le desalojaran de mala manera. Lo peor para él fue que le sustituyeran por Francisco González, un millonario de nuevo cuño gracias al pelotazo de la venta de su correduría en Bolsa.

Paco era un pragmático y su primer objetivo dejar claro que no tenía bola negra del Gobierno, que su caída no era una cuestión personal, sino que simplemente se trataba de que el PP quería poner a uno de los suyos. En septiembre de aquel año entró en el consejo de ENCE, una empresa pública menor, que le permitía dejar claro que tenía el nihil obstat del Gobierno. En noviembre entraba por la puerta grande del Banco Santander. Después vino la fusión con el BCH y la expansión en Latinoamérica, seguramente la etapa que más disfrutó, puesto que Emilio Botín le dejó actuar como si fuera el virrey.

Aunque viviera mil años, Paco siempre tendría la sensación de obra inacabada. Era creativo, meticuloso y ambicioso, lo tenía todo. Tanto, que el 14 de noviembre de 2011, el Consejo de Ministros le otorgó la Medalla de Oro del Mérito al Trabajo, un reconocimiento que se produjo en paralelo al indulto de su compañero Alfredo Sáenz Abad, firmado dos semanas después.

En aquel correo de noviembre de 2015, Paco me decía “mi idea central VITAL es la TRANSFORMACIÓN. No me considero un banquero. Me considero un transformador”. Querido Paco, ahí queda dicho.

Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información. Profesor de la Universidad Complutense

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