Que la inflación sea baja en la eurozona no es del todo malo
Hay una tendencia a largo plazo que también va rebajando la inflación: el avance de la tecnología y la digitalización
¿Quién no quiere que la tecnología sea más barata? Probablemente no lo quiera la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, aunque se encuentre ante la hercúlea tarea de hacer que suba la inflación desde los niveles negativos en que se encuentra.
Los precios de consumo de la eurozona cayeron un 0,3% interanual en diciembre, según una primera estimación de Eurostat publicada el jueves. Queda muy lejos del objetivo de inflación del BCE de justo por debajo del 2%, aunque el banco central lleva comprando activos desde 2015. La mayor parte de la culpa recae sobre la debilidad de la economía, y con ello las caídas de la demanda en conexión con el virus que hacen que caigan los precios de la energía. Pero hay una tendencia a largo plazo que también va rebajando la inflación: el avance de la tecnología y la digitalización. Las caídas de los productos informáticos y tecnológicos han quitado una media de 0,15 puntos porcentuales a la inflación de la eurozona cada año entre 2002 y 2019, según cálculos del BCE. Puede parecer poco, pero cada poquito cuenta cuando la inflación está baja o negativa.
El progreso tecnológico no solo beneficia a los consumidores. Un boletín económico del BCE publicado el jueves indica que probablemente sea beneficioso para la economía en general. Es verdad que la preocupación por que los avances digitales y la automatización acaben destruyendo empleo está justificada en lo que respecta a algunos sectores. Pero el BCE ha encontrado pruebas que apuntan a que cuanto mayor ha sido el valor total añadido a la economía por el sector digital, menor fue la tasa de desempleo media en los países de la Unión Europea y en Estados Unidos entre 2000 y 2018.
No está tan claro que las economías que rápidamente adoptan las novedades tecnológicas acaben teniendo mercados de trabajo dinámicos o si sucede justo lo contrario. Lo que sí resulta evidente es que al menos algunas de las fuerzas que mantienen bajos los precios de la eurozona son dignas de celebrarse, en vez de lamentarse por ello. Ni siquiera el BCE, cuyo mandato está relativamente centrado en la inflación, estaría en desacuerdo.