El acuerdo de la UE es un modelo para crisis posteriores
A pesar de algunas concesiones, el plan parece factible y crea incentivos para realizar reformas
La Unión Europea (UE) ha dejado atrás su turbulenta gestión de la crisis de la deuda de la eurozona. El martes al amanecer, después de unas intensas negociaciones, los líderes del bloque alcanzaron un acuerdo sobre un plan de estímulo de 750.000 millones de euros garantizado por fondos comunes para ayudar a los países a luchar contra las consecuencias económicas de la pandemia. A pesar de algunas concesiones, el plan parece factible y crea incentivos positivos para realizar reformas.
El acuerdo se alcanzó después de la reunión de líderes de la UE más larga de la historia e incluye algunos compromisos inevitables. Para apaciguar a los países ricos encabezados por Holanda, el bloque redujo la cantidad que se desembolsará en ayudas directas de los 500.000 millones de euros propuestos inicialmente por la Comisión Europea a 390.000 millones de euros. Los préstamos aumentaron de los 250.000 millones de euros iniciales hasta los 360.000 millones de euros, lo que incrementará posiblemente las deudas nacionales de algunos países muy afectados como Italia y España.
Sin embargo, el acuerdo establece algunos preceptos claves que ayudarán al bloque a luchar mejor contra esta crisis y las futuras. Adopta el principio del endeudamiento colectivo de la UE y permite la transferencia de fondos, a través de ayudas directas, de países ricos a países más débiles. Eso ayuda a los países más afectados a recuperarse más rápido, reduciendo las divergencias económicas dentro de la UE. La mayoría de las ayudas directas se concederán usando las tasas de desempleo anteriores como referencia, mientras que una parte más pequeña tendrá en cuenta la incidencia de la pandemia en el PIB. Los analistas de Goldman Sachs calculan que Italia y España recibirán, respectivamente, unos 80.000 millones y unos 70.000 millones de euros en ayudas directas, que equivalen al 4,4% y al 5,5% del PIB.
Asimismo, a diferencia de lo que sucedió durante la crisis de la deuda de 2010-2012, para recibir los fondos no será necesario cumplir unas duras medidas de austeridad como recortes en las pensiones o subidas de impuestos, que agravaron la recesión económica en países como Grecia e Italia. En cambio, el estímulo se usará para fomentar el crecimiento invirtiendo en ámbitos como la economía verde y la digital.
Existirá una supervisión colectiva por parte de la comisión y de otros Estados de la UE para asegurarse de que los fondos se gasten bien, pero los desembolsos se decidirán mediante una votación por mayoría cualificada en lugar de por unanimidad, lo que reduce las probabilidades de llegar a un punto muerto. Si un país pone objeciones al gasto de otro, puede pedir una revisión de tres meses, y eso ralentizará el plan, pero no lo bloqueará.
A pesar de realizar algunas concesiones, la UE ha aprobado un buen modelo para gestionar las futuras crisis. El resultado debería ser una Europa más fuerte.
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