_
_
_
_
En colaboración conLa Ley
Innovación
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Europa será digital o no será: ¿hacia una soberanía tecnológica?

Se habla del enorme 'pull' de datos que se van a generar cuando el 5G permita la conexión de una infinidad de dispositivos a la red

A nadie se le escapa que la soberanía de las potencias, entendiendo como tal su poder político independiente sin interferencias externas, pasa, actualmente, por la tecnología y lo digital. Estamos en plena revolución tecnológica y si de las anteriores resultó la clara preeminencia de determinadas potencias también resultó la consecuente dependencia de los rezagados, la sumisión de los colistas. Llega ahora la digitalización y lo hace con una crisis de por medio que acelerará los procesos, lo que traerá cambios radicales. La pregunta es: ¿sería inteligente no estar preparado? ¿hay forma de estar preparado no solo para participar, sino para protagonizar ese cambio?

Eso se pregunta Europa, que ve como Estados Unidos y China han tomado, con holgura, la cabeza y aspira a no quedarse atrás. Antes del estallido de la crisis del Covid la cosa ya había quedado patente en la conferencia de seguridad de Múnich: Europa, si no actúa, está condenada a ser pieza en la guerra fría tecnológica entre Estados Unidos y China. Por eso, la nueva Comisión Europea, que comenzó oficialmente su andadura en diciembre de 2019, hizo público el pasado febrero el Paquete Digital, un paquete cuyas líneas conviene recordar ahora por la relevancia que adquieren a la luz de los últimos acontecimientos.

El objetivo del paquete es, en palabras de Úrsula Von der Leyen, presidenta de la Comisión, que Europa alcance la "soberanía tecnológica". ¿Y qué quiere decir eso? Que Europa debe tomar "sus propias decisiones, basándose en sus propios valores, respetando sus propias reglas". Para ello, el paquete propuesto dejaba clara la acuciante necesidad de promover la inversión en capacidades estratégicas que permitan desarrollar e implementar soluciones digitales a gran escala como IA, ciberseguridad, quantum computing o blockchain y promover la interoperabilidad en infraestructuras digitales clave, como las extensas redes 5G (y futuras 6G). Dicho de otro modo: Europa no puede competir si no es nadie y por eso la Comisión aspira a destinar, con la colaboración de los Estados Miembros, entre 4 y 6 billones para 2021-2027.

Pero el paquete también incide en otro aspecto de enorme importancia: Europa debe de ser un único mercado, justo y competitivo y eso pasa por "la economía de los datos" y la necesidad de dotar al continente de un Mercado Único del Dato en el que estos sean un recurso más, al servicio de los ciudadanos, las empresas y los estados. En efecto, los datos, como intangible, han ido adelantando posiciones a cualquier otro en las empresas, instituciones y países y su gestión, a día de hoy, predetermina productos y estrategias personales, empresariales y de Estado como estamos viendo en la crisis del Covid. Datos de personas o máquinas, pero también datos anonimizados de movilidad (determinantes para transporte o ciudades inteligentes), meteorológicos (determinantes para ocio, agricultura, industria minorista), o datos industriales y comerciales sobre el rendimiento de máquinas o el consumo de energía. O datos sanitarios. Se habla del enorme pull de datos que se van a generar cuando el 5G permita la conexión de una infinidad de dispositivos a la red, la comunicación entre ellos, su interacción con prestadores de servicios, autoridades y particulares.

En definitiva, la idea que se lanzó en febrero es que Europa aspira a competir en la revolución digital, quiere ser soberana tecnológicamente manteniendo sus signos distintivos y se está armando para ello. No sabíamos entonces lo que iba a pasar en marzo y que, no cabe duda, hace de esa aspiración una exigencia casi inmediata. Cabe anticipar que los próximos meses reconfiguren un escenario legal propicio para esa ambición. El tiempo dirá si esa transformación, tan necesaria, está a la altura de lo anunciado.

Alexander Benalal, socio de Derecho Comercial y Nuevas Tecnologías en Bird & Bird.

Archivado En

_
_