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¿Por qué no cierra la Bolsa cuando se paraliza todo lo demás?

Los recientes derrumbes abren el debate entre partidarios de garantizar la liquidez a toda costa y quienes advierten de que la extrema volatilidad mina la eficiencia del mercado

Un operador con mascarilla en la Bolsa de Nueva York
Un operador con mascarilla en la Bolsa de Nueva YorkEFE

Confinar y cerrar se han vuelto los verbos más conjugados en las últimas tres semanas por culpa de la epidemia del coronavirus y su efecto en la economía. Colegios, restaurantes, tiendas… todo, salvo supermercados, farmacias y estancos han entrado en modo pausa hasta que se ponga fin al Estado de alarma que se prolongará hasta el 11 de abril. También la Bolsa y el resto de mercados financieros han escapado al confinamiento forzoso. En el mundo, únicamente la Bolsa de Filipinas echó el cierre, mientras los supervisores de los mercados desarrollados se comprometen a mantener abierta la negociación de acciones, bonos, materias primas, derivados, divisas...¿Es tan vital la Bolsa para las economías y sus ciudadanos que merezcan este trato especial que no han conseguido otras actividades?

Hay puntos de vista y argumentos para defender tanto el cierre como el seguir operando. La opción segunda es la que ha triunfado, pese a que el desplome del mercado estadounidense ha sido el más rápido conocido, solo comparable con el de 1933. Nunca Wall Street había caído tanto en una sesión y en tan pocas semanas había acumulado una pérdida tan abultada. En el caso de nuestro modesto Ibex 35, marcó un hito con el desplome del 14,08% en la sesión del pasado día 12 de marzo. El índice Dow Jones tuvo su peor día el 16 de marzo con una corrección nunca vista del 12,93%. Fechas y caídas para la estadística histórica.

Entre los partidarios de cerrar las Bolsas pesa esa visión de que el precio de la acción no se fija con ningún criterio durante una situación de pánico y de ventas generalizadas muchas veces forzadas por operaciones robotizadas. En el lado contrario, la liquidez, la posibilidad de convertir acciones en dinero contante y sonante es la idea que prima. Todo lo que sea no poder vender es un verdadero desastre.

Eso sí, tradicionalmente, los mercados de acciones han sido muy reacios a cerrar sus puertas. En la Bolsa española solo la Guerra Civil consiguió detener aquellos corros de negociación entre 1936 y 1940. En Estados Unidos, el fatídico 11 de septiembre dejó cuatro días inoperativo el mercado con consecuencias mundiales tanto por la paralización de las acciones como por la imposibilidad de valorar los fondos de inversión que tuvieran títulos estadounidenses: no se podían comprar ni vender.

Pero entre la apertura en momentos de pánico y el cierre total, en la década de los ochenta imperaba una fórmula intermedia aplicada en el crash de 1987. Cuando los valores llegaban a caer el 15%, se paraba la cotización y hasta el día siguiente no había manera de comprar o vender en el mercado. Unas horas para la reflexión, que se ofrecía como una alternativa frente a decisiones más extremas.

Las fuertes caídas han minado el ahorro financiero de los particulares

Desde que los mercados mundiales funcionan de forma electrónica se están utilizando otros métodos que han asumido la práctica totalidad de las Bolsas mundiales con la excepción de Wall Street donde, en las aperturas se para la contratación de todo el mercado durante un periodo de tiempo si la caída es muy importante. En el caso español, se aumentan tanto los rangos de caída y subida de las acciones como las subastas de volatilidad. Estas últimas consisten en interrumpir durante un periodo la sesión para agrupar las órdenes de compra y de venta y que no se produzcan oscilaciones en el precio de los valores.

Desde Bolsas y Mercados Españoles (BME) se muestran contrarios al cierre como cabría esperar. En general, la mayoría de los intervinientes en el mercado son partidarios de seguir contratando. Como díce Juan Fernández Jaquotot, presidente y fundador de la gestora de fondos Attitude, “cerrar la Bolsa es muy duro porque si lo haces incorporas al inversor la ansiedad de estar atrapado y es un coste político que nade quiere asumir”. Así, la Federación Europea de Bolsa (FESE), la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) y la propia Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNM) han manifestado su voluntad de mantener abiertos los mercados.

El presidente del organismo supervisor, Sebastián Albella, ha manifestado en estos días que los mercados deben seguir abiertos para el buen funcionamiento del sistema financiero y de la economía. Para Albella, la liquidez del inversor y poder reorganizar las carteras de particulares o de los fondos de inversión son razones de peso para mantener abiertos los mercados. “Es muy importante que los mercados permanezcan abiertos para reflejar con transparencia cómo la comunidad inversora pone en precio las novedades sobre esta pandemia y su efecto en la economía.  Hemos ampliado los rangos de varios valores desde principios de marzo para adaptarlos a la gran volatilidad y garantizar en todo momento la liquidez. También se han activado otros mecanismos habituales en las Bolsas como las subastas de volatilidad”, explican desde Bolsas y Mercados Españoles (BME), gestor de los mercados españoles.

Desde BME apuntan otras dos razones para rechazar el cierre: “La consecuencia que algo así tendría en los contratos de derivados (futuros y opciones) y el grave perjuicio sobre los inversores minoristas, dado que se fomentarían acuerdos bilaterales opacos sin seguridad ni transparencia alguna, en los que quedarían fuera”, concluyen. Una defensa del pequeño inversor que no ve tan clara Juan Fernández Jaquotot. “Tenemos que ver si un mercado con una volatilidad del 70% transmite señales adecuadas y válidas para los inversores, sobre todo para los pequeños, que cuentan con menor información”. Y añade: “Con una volatilidad superior al 50%, el inversor puede que no esté jugando a la ruleta en el casino pero sí al blackjack. Hay que preguntarse ¿a quién podemos perjudicar si el mercado está abierto? Por lo tanto, hay que cerrar hasta que el mercado funcione eficientemente para que no haya damnificados”.

A favor del cierre

El economista José Carlos Díez también es partidario del cierre de las Bolsas. “En las últimas sesiones que se han producido subidas fuertes, parece diluirse la necesidad de clausurar los mercados. No tiene sentido que se cierren ciudades, restaurantes…, pero las Bolsas sigan abiertas”, comenta. Considera que muchos intermediarios tienen a sus empleados teletrabajando y eso no favorece una buena operativa. “En situaciones de pánico la liquidez es muy baja y el mercado funciona de forma ineficiente. No se trataría de un cierre muy prolongado sino hacerlo unas semanas y cuando vuelva la normalidad iniciar la negociación en las Bolsas”, explica.

El abogado especializado en regulación financiera, Fernando Zunzunegui, se muestra claramente a favor de mantener las Bolsas abiertas. Desde su punto de vista, preservar la liquidez del mercado es prioritario. “Cerrar las Bolsas privaría de liquidez a quien ahora más lo necesita. Se prometen ayudas financieras pero lo cierto es que a fin de mes el ahorrador puede haber perdido su empleo y tener que hacer frente a sus obligaciones. El pago de la cuota hipotecaria o del alquiler no perdona. Hay que mantener abiertos los mercados para que cumplan su función de ofrecer liquidez al inversor”, explica. Una liquidez que también afectaría a los instrumentos de ahorro colectivo como los fondos de inversión o los de pensiones. El cierre bursátil “privaría de valor liquidativo a las participaciones en fondos de inversión o de pensiones que canalizan el ahorro de millones de españoles. Sin valor liquidativo se bloquearían los rescates. Ante la falta de liquidez provocada por el cierre de las Bolsas y el bloqueo de las participaciones se podrían provocar fugas de depósitos, con riesgo de corralito bancario”, concluye Zunzunegui.

Las opiniones sobre los mercados responden inevitablemente a visiones ideológicas. Juan Torres López, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla y artífice del programa económico de Podemos publicaba esta semana un artículo en el que indicaba que “si las Bolsas sólo siguen lógicas especulativas y sus vaivenes enloquecen, los precios lo hacen también e inevitablemente se arrastra a la crisis al sistema productivo porque sus referencias, los precios, son inadecuadas. No es casualidad, sino todo lo contrario, que de 1970 (cuando comienza la desnaturalización de las Bolsas) a la actualidad, se hayan producido 107 crisis bancarias, 177 de divisas y 42 de deuda en todo el mundo, según un estudio del Fondo Monetario Internacional”.

Pero las críticas vienen también de la industria. El semanario Newsweek recogía las declaraciones del famoso inversor estadounidense J. Kyle Bass en las que pedía a Donald Trump el cierre de los mercados hasta que disminuyan las infecciones por coronavirus en Estados Unidos. “La crisis económica provocada por la respuesta del gobierno a la pandemia está destruyendo los ahorros para la jubilación a un ritmo tan rápido que el gobierno tiene la obligación moral de intervenir, dijo Bass”, actual director de Inversiones del Hedge Fund Hayman Capital Management de Dallas.

Atar en corto a los bajistas y a los cazadores de gangas

Medidas extraordinarias. Tanto la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) como el propio Gobierno han tomado medidas con el fin de desincentivar a los inversores bajistas, que ganan dinero con la caída de las acciones, como a aquellos otros que quieran comprar empresas o grandes paquetes de acciones a precios de saldo.

Blindaje de grandes compañías. Dentro del Real Decreto del Estado de Alarma, el Gobierno prohíbe la compra de paquetes accionariales que alcancen o superen el 10% del capital de una compañía y se encuentren en sectores estratégicos, como la energía, telecomunicaciones, medios de comunicación, infraestructuras, etcétera. Prácticamente, durante el periodo del Estado de Alarma, todas las empresas quedan fuera de los buscadores de gangas.

Prohibición de los cortos. Desde el pasado 17 de marzo y hasta el 17 de abril, no se permite operar a corto. Al principio se prohibió solo el viernes de 13 de marzo, pero después de un lunes negro para las Bolsas ( Ibex -7,88%), se decidió prorrogarla por 30 días. Italia Francia o Bélgica también adoptaron la prohibición pero la limitaron a un solo día, no a un mes entero.

A favor y en contra. Juan Fernández Jaquotot se muestra contrario a suprimir la operativa a corto porque “es garantía de capacidad de recuperación del mercado cuando tienen que volver a comprar las acciones para devolverlas. Los bajistas son una señal tan buena como otras para informar sobre la marcha del mercado”. Algo que no ve igual el economista José Carlos Díez que está de acuerdo con la prohibición y únicamente se queja de que el ESMA haya tardado en reaccionar para alentarla en los mercados europeos.

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