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La semana laboral de cuatro días tardará aún mucho en llegar

Un malentendido con la primera ministra finlandesa reaviva el debate de la reducción de la jornada

GETTY IMAGES
Pablo Sempere

Cuando aún no ocupaba ningún cargo en el gobierno, hace algo más de cuatro meses, Sanna Marin, actual primera ministra de Finlandia, publicó varios tuits en los que apoyaba una reducción de la jornada laboral, tanto de días de trabajo a la semana como de horas dedicadas a estas tareas. En estos momentos, los cuatro días y las seis horas de trabajo planteados a nivel personal por Marin no forman parte de la agenda gubernamental del país nórdico, que incluso ha tenido que lanzar un mensaje en sus redes oficiales descartando cualquier medida relacionada con estas ideas.

Pese a todo, el revuelo generado, en opinión de Carlos Martínez, presidente de IMF Business School, demuestra que cada vez hay más inquietud a la hora de tratar este tema, que adquiere un peso importante en todos los debates relacionados con el futuro del trabajo. Hace solo dos meses, de hecho, la división japonesa de Microsoft hizo públicos los resultados de un experimento realizado en verano, cuando implantó la semana laboral de cuatro días durante un mes. “Japón, Finlandia y el resto de países nórdicos son regiones que se animan a experimentar y a probar cosas nuevas, que a veces salen bien y otras mal”, prosigue Martínez. La reducción de la semana laboral, añade, es un tema candente en este tipo de debates, motivados sobre todo por el impacto de la robótica, la destrucción de empleos y las altas tasas de paro. Sin embargo, hay que tener en cuenta varios aspectos para contextualizar su alcance y sus ritmos.

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“España tiene poco que ver con Finlandia o Japón. El latino, en general, necesita socializar en el trabajo, hablar del partido de fútbol de ayer o de la última película que ha visto. Y eso hace que la productividad sea baja, una de las mayores lacras de nuestra economía”, desarrolla Martínez. Tampoco invitan a implantar estos cambios normativas como el reciente registro horario obligatorio o todos los trámites legislativos necesarios para cambiar el Estatuto de los Trabajadores o los convenios laborales. Por eso, pese a que este tipo de medidas “serían lo más deseable, en España estamos por el momento muy lejos de alcanzarlas”.

A nivel global, desarrolla José Canseco, profesor de EAE Business School, hay una clara tendencia a la reducción de la jornada, aunque su ritmo de implantación sea muy lento. Pero hay que tener en cuenta detalles importantes de la fisionomía española. “Estas ideas, relacionadas con la flexibilidad laboral, suelen surgir en grandes compañías, como Microsoft. Tienen departamentos de recursos humanos especializados en el tema, un margen de cambio mucho más grande, la tecnología necesaria y una capacidad de orientación al trabajo enorme”. Sin embargo, apunta, España es un país de pymes, donde cualquiera de estas novedades es mucho más complicada de implantar.

En la misma línea apunta Carlos Martínez, que recuerda que “además de pymes, el nuestro es también un país de servicios. Llevar a cabo esta transformación de forma abrupta es imposible, porque siempre hay personas atendiendo a otras. Es algo mucho más fácil en entornos fabriles e industriales”, añade. Por su parte, José Canseco resalta que cualquier transición debería hacerse de forma coordinada y planificada entre todos los agentes, sectores e industrias implicadas, “porque no tendría sentido que una compañía se viese perjudicada porque otra está cerrada en ese momento”.

El papel de la alta dirección en todo este proceso, añade Canseco, es otro de los pilares fundamentales. “No existe nada parecido a la semana de cuatro días, pero sí hay novedades importantes como el teletrabajo o la flexibilidad. Pese a ello, en muchas empresas, los empleados siguen la estela de los altos directivos, todavía muy afines al presentismo. El liderazgo es otro de los aspectos que inciden en todos estos debates”.

No habría que descuidar tampoco los puntos relacionados con los derechos de los trabajadores, opina Chelo Chacartegui, profesora de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad Pompeu Fabra (UPF). “Desde una perspectiva laboral, una semana de cuatro días mejoraría los derechos laborales si se plasmase también en una reducción de la jornada, porque de nada serviría condensar en cuatro días el trabajo de cinco”. A su vez, añade, tendría que dejarse de lado cualquier posible trampa que supusiese una disminución del salario y de los costes empresariales en detrimento de los empleados. El camino, dice la jurista, es largo: “Estamos a años luz de conseguir esto, porque el último convenio de la OIT que habla de la jornada de 40 horas es del año 1935. Nos regimos hoy por un horario de mediados del siglo pasado”.

Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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