Los problemas por el conflicto en Oriente Próximo solo han comenzado
Si otros países de la región se ven arrastrados, los inversores tendrán que preocuparse de una guerra real, no solo comercial
El alboroto que las tensiones en Oriente Próximo han provocado en los mercados está muy lejos de terminar. Los precios del petróleo subieron más de un 3% y las Bolsas de todo el mundo se hundieron después de que Qassem Soleimani, el militar más poderoso de Irán, muriese en un ataque aéreo estadounidense. La magnitud de estos movimientos de precios no refleja con toda plenitud los peligros de semejante acto de desestabilización.
El incremento de los precios del petróleo no llega al tercio del repunte inmediato en los valores del crudo después de los atentados de septiembre contra las instalaciones de Saudi Aramco, que interrumpieron temporalmente la mitad del suministro de petróleo saudí. En aquel momento, los inversores esperaban que el presidente estadounidense Donald Trump tomase represalias en nombre de Arabia Saudí. Al no hacerlo, los precios del petróleo bajaron. Pero ahora es mucho más probable que se recrudezcan las tensiones que existen desde hace tiempo entre Estados Unidos e Irán.
Soleimani era el jefe de la Fuerza Quds, la fuerza de élite de los Guardianes de la Revolución iraníes, que ha librado y alentado guerras subsidiarias en Yemen, Siria e Irak. También era un símbolo emblemático de la resistencia iraní y un hombre próximo al líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei. Teherán considerará que tiene que responder a su muerte.
Las represalias podrían adoptar la forma de ataques contra aliados de Estados Unidos como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, contra las bases estadounidenses en Catar y Bahréin, o contra los barcos en el Golfo. Pero lo más probable es que se centren en Irak, donde últimamente han tenido lugar ataques aéreos estadounidenses contra las milicias apoyadas por Irán, y donde se encuentran acantonados 5.000 soldados estadounidenses. Una de las primeras respuestas lógicas sería atacar centrales petroleras estadounidenses como las de Exxon Mobil. Y según el ministro del Petróleo iraquí, los trabajadores petroleros estadounidenses ya están abandonando las instalaciones.
Una grave alteración del suministro iraquí no afectaría tanto a los precios del crudo como el cierre del Estrecho de Ormuz, el punto forzoso de paso por el que transita el 20% del petróleo que se consume en todo el mundo. Los saudíes y otros productores de energía acordaron el mes pasado reducir la producción para compensar una demanda que se prevé que será más baja, de modo que debería existir un excedente de capacidad para atajar los temores de que se produzca una escasez que provoque que los precios del petróleo se disparen.
Pero dado que Irak representa el 5% del suministro anual mundial de 100 millones de barriles diarios, el coste de un barril de crudo podría amentar aún más. Y si otros países de la región se ven arrastrados al conflicto, los inversores en toda clase de activos tendrán que preocuparse por una guerra real, y no solo por una comercial.