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Inversión

Private Equity 3, 2, 1… Go!!

La única forma de minimizar el riesgo en una cartera de inversión pasa por una diversificación adecuada

Desde que el homosapiens poblaba la tierra hace miles de años, ya existía un sentimiento de miedo a lo desconocido, a lo nuevo. Dicen que el origen de ese miedo data de cuando un hombre se alejaba de la manada para cazar y se adentraba en territorios nuevos, de donde pocos volvían.

El hombre (y no digamos la mujer) ha evolucionado en muchos aspectos desde entonces, pero la neofobia, termino para describir ese irracional y profundo miedo a lo nuevo, sigue casi tan presente en nuestras vidas como entonces.

Si analizamos el mundo de la inversión, aún podemos ver una cierta neofobia presente en las carteras de muchos ahorradores españoles, donde la ponderación a la renta fija y al ladrillo sigue siendo altísima. Ni la intervención de los bancos centrales, ni sus consecuencias inmediatas en término de precios (elevadísimos) y por tanto rentabilidad cuasi cero de los bonos, les han hecho replantearse drásticamente la situación. Muchos permanecen suscritos al refranero español, ese que dice que “vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer”. La consecuencia inmediata: el ahorrador medio prefiere perder poder adquisitivo a sufrir volatilidad en su cartera.

Está estadísticamente probado que la única forma de minimizar el riesgo en una cartera de inversión pasa por una diversificación adecuada. Esto implica tener activos de naturaleza diversa, en geografías diversas y que maduren en plazos diversos.

Los proveedores de servicios en los mercados financieros trabajamos cada día para ofrecer a los ahorradores un menú a la carta, lo más diverso, sofisticado y exquisito posible. Así hoy la oferta no se limita a pagarés, bonos o acciones. Los fondos de Renta Fija, variable o mixtos con gestores cada día más brillantes, se complementan con fondos especializados, ETFs, hedge funds, inversiones alternativas, etc.

Dentro de esta amplia oferta uno de los activos que más interés están despertando son los Fondos de Private Equity. Un interés que ha ido creciendo bajo una receta infalible: unos extraordinarios resultados.

Con todo, aún son insuficientes los inversores que en España se atreven a probar, pocos los que deciden salir de su zona de confort y preguntarse si el Private Equity, un activo mucho más sencillo de entender de lo que parece, puede ayudarles en su búsqueda de rentabilidad y diversificación.

Dentro de esta amplia oferta uno de los activos que más interés están despertando son los Fondos de Private Equity.

La repuesta en mi opinión es clara: Todos los grandes patrimonios deberían contar con este tipo de Fondos como parte de su estrategia de diversificación.

Pero ¿qué es eso del Private Equity?

El Private Equity (Capital Privado, en su traducción literal del inglés) invierte en el capital (equity) de compañías no cotizadas (privadas). Los ingleses utilizan el término public companies para referirse a las empresas cotizadas en los principales mercados organizados. El resto de compañías serian por tanto las compañías privadas.

Estas compañías, similares a los que llenan las bolsas mundiales, no son activos líquidos que se puedan comprar y vender diariamente. Este es, sin duda, el aspecto más particular de la inversión en Private Equity.

La esencia del Private Equity no es otra que participar de forma activa en el desarrollo de negocios que sea por tamaño, por origen (típicamente familiar) o por grado de profesionalización, aún no están preparados o no desean cotizar. Como inversor en Private Equity uno se convierte en socio de un grupo de emprendedores a los que ayuda a crecer y acompaña durante unos años en su travesía.

No obstante, el hecho de que la inversión esté comprometida durante un plazo largo le otorga también una característica única: la descorrelación con los mercados.

Cuando las bolsas caen, miles de inversores presas del pánico toman la habitualmente desafortunada decisión de vender sus acciones o sus fondos de renta variable. Ello obliga al gestor del fondo a deshacer posiciones en la cartera para atender reembolsos. Una actuación contraria a lo que cualquier gestor experimentado y el propio sentido común recomendaría.

El gestor de Private Equity compra buenos negocios con el objetivo de mejorar los fundamentales (optimización financiera/comercial/sinergias, etc) y venderlos en unos años con una notable plusvalía. Ese gestor cuenta por tanto con un mandato de inversión a largo plazo (7-10 años), lo que le otorga una ventaja impagable. Sabe que no se verá obligado a malvender activos en el peor momento y puede por tanto gestionar el negocio para optimizar la venta en tiempo y forma.

Además estos activos no cuentan con un mark-to-market (valor liquidativo) diario que fluctúe con las noticias, lo que contribuye notablemente a nuestro descanso nocturno en momentos de extrema volatilidad. Puramente psicológico, pero funciona.

Y esto nos lleva a uno de los aspectos más importantes que es la rentabilidad. Los retornos históricos medios anuales de las inversiones en Private Equity ha sido de al menos 500 pb superiores a los de la renta variable tradicional. Y esto ha sido así por una razón también relativamente sencilla: menos jugadores / menos competencia.

El número de jugadores y el patrimonio invertido en Private Equity ha crecido mucho. Pero existen aún determinados segmentos (geografías, tamaños compañías, industrias) donde aún se pueden encontrar ineficiencias lo que se traduce en buenas oportunidades de inversión a precios atractivos.

Si participas en la misma competición (la de la inversión) pero con otras normas (duraciones mayores/ flexibilidad/ menor competencia /mejor precio compra), partes con ventaja en la carrera.

De cara a maximizar la rentabilidad cuentas también con un aliado de excepción que es el gestor del Fondo. Los incentivos (comisión de éxito) en estos activos son totalmente variables y solo se devengan si el participe ha conseguido superar un umbral de rentabilidad que habitualmente se sitúa entre el 7%-8% anual (neto). Por tanto, la alineación de intereses entre el inversor y el gestor es total. Solo si el participe gana, todos ganan.

Es importante recordar que no todo lo que funcionaba antes sigue funcionando ahora porque las circunstancias son distintas y adaptarse a ellas es básico. La naturaleza del ahorro implica plazos largos y las decisiones de inversión deben adaptarse a ellos. Es recomendable profundizar y entender bien aquello en lo que invertimos, y sobre todo diversificar.

Las ventajas del Private Equity están ahí y solo hay que atreverse a probarlas. Invertir en estos activos no es como saltar a la piscina cerrando los ojos a la espera de que haya agua dentro. Las piscinas de Private Equity llevan llenas desde hace años y el gestor, que es quien mejor las conoce, saltará de tu mano y correrá tu misma suerte. No es garantía de nada… pero siempre deja a uno más tranquilo.

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