En tiempos de alta gastronomía, de excesivos menús degustación, de cocineros estrella, la gran asignatura pendiente en la restauración en España es el menú del día. La calidad de este tipo de propuesta deja mucho que desear y el precio tampoco suele estar acorde a lo que se ofrece, al menos en la mayoría de los restaurantes de Madrid.Pero hay honradas excepciones, como la que propone el cocinero Iván Sáez en La Tajada, local que ha abierto a escasos metros de donde se encuentra su primer restaurante, Desencaja, que inauguró hace cinco años en el Paseo de la Habana de Madrid.En La Tajada, un espacio con pocas pretensiones, donde a mediodía no se admiten reservas, pero aseguran que todo el que se acerca hasta allí, más tarde o más temprano acaba comiendo, apuesta por una cocina con recetas caseras, sencillas y sabrosas para comer a diario, con un menú del día por 12,80 euros. El resultado de este local, que sirve desayunos desde primera hora de la mañana hasta cenas, es que ya cuenta con una parroquía de clientes fiel a un sencillo menú que cambia cada día y que lleva el sello de Sáez en pequeños detalles.También cuenta con una breve carta, con precios ajustados, y que se va modificando en función de la cesta de la compra. En ella no faltan, y no fallan, el matrimonio de boquerón y anchoa con piparra (2,50 euros, la unidad), una obligatoria ensaladilla rusa (10 euros), patatas revolconas con torrreznos (12 euros), unas bravísimas patatas bravas (8 euros) o una flor de alcachofa con jamón (12 euros). Para compartir también hacen croquetas artesanales de jamón (10 euros, una decena de unidades) y buñuelos de bacalao (10 euros, 8 unidades).Uno de los platos más demandados es el arroz de marisco con carabinero, que sirven en paella (14 euros por persona). Tampoco faltan un plato de cuchara del día, la tortilla de merluza de pincho (12 euros), un steak tartar de solomillo (16 euros) una chuleta de vaca (32 euros el kilo) o los clásicos callos a la madrileña (14 euros). De postre, una clásica torrija. Correcta la carta de vinos, y el servicio en sala es un poco lento. Ojalá más cocineros apostaran por el noble oficio de dar de comer a diario.