El virus de la guerra arancelaria enferma al comercio global
Esta dinámica negativa es mucho más difícil de detener cuando asoma la desaceleración
Es posible que el anunciado acercamiento entre China y EE UU para poner fin a la guerra comercial iniciada hace más de un año dé sus frutos, o tal vez volvamos a las andadas y se vuelva a endurecer el enfrentamiento. Todo dependerá de la predisposición y habilidad de los protagonistas, con Donald Trump y Xi Jinping a la cabeza. En todo caso, a estos no les debe quedar ya ninguna duda sobre el peligroso virus que han inoculado en el comercio global con su pugna. Los datos de los países más ricos, el G20, correspondientes al segundo trimestre certifican que las tensiones entre los dos gigantes están haciendo estragos en las transacciones internacionales de mercancías. Las exportaciones de las 20 mayores economías cayeron un 1,9% entre abril y junio, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De esta manera, prolongan la racha de números rojos iniciada hace ahora un año, rota solo puntual y ligeramente por el repunte del 0,3% en el primer trimestre de este año. Las exportaciones han vuelto al nivel más bajo desde finales de 2017 y las importaciones registraron una caída del 0,9%, para encadenar tres trimestres consecutivos en retroceso, y volviendo también a mínimos desde hace un año y medio.
Claro está que EE UU y China están sufriendo en su negocio exterior la hemorragia de su guerra comercial, en especial el gigante asiático. Y que los repuntes de ventas exteriores registrados por ambos el primer trimestre de 2019 no son más que la constatación de que anticiparon las medidas arancelarias que se iban a infligir mutuamente. El problema es que el virus ya está extendido por el resto del mundo. En el caso de la Unión Europea, el comercio exterior cae de forma significativa, especialmente por los malos resultados de la exportadora Alemania y, por si fuera poco, por el descalabro del Reino Unido, que sufre la amenaza añadida cada vez más real de un Brexit salvaje. Alemania, locomotora europea, sufrió el segundo trimestre una caída de sus exportaciones del 3%, y del 1,7% en las importaciones. Con su sector industrial seriamente afectado, bordea la recesión y la confianza de sus empresarios ha bajado hasta mínimos en siete años. Con ser malos los datos alemanes, los de la segunda economía de Europa, Reino Unido, son dramáticos: bajada del 7,1% de las ventas al exterior y desplome del 12,6% en las compras.
El barómetro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) ya ha avanzado una mayor pérdida de impulso del negocio global en el tercer trimestre por las barreras derivadas de las tensiones geopolíticas. El problema es que esta dinámica negativa es mucho más difícil de detener cuando la desaceleración asoma en el horizonte.