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En colaboración conLa Ley
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Fernando Jáuregui: “La abogacía se ha acomodado; debería mojarse en la política”

“Hace falta que la política la lleven los juristas; los debates se centran en lo ideológico y no en su aspecto más técnico”

Fernando Jáuregui, periodista y autor del libro 'Los abogados que cambiaron España'.
Fernando Jáuregui, periodista y autor del libro 'Los abogados que cambiaron España'.Bernando Pérez

Tras varios libros publicados y casi 50 años ejerciendo como periodista en los principales medios de España, Fernando Jáuregui (Santander, 1950) sigue igual o más activo que al principio. En su nueva obra Los abogados que cambiaron España, el autor narra la relevante labor que desempeñaron los juristas durante los años de la dictadura franquista como protectores y garantes de los derechos civiles; así como su contribución al proceso de transición democrática que le siguió.

Su larga trayectoria profesional, siempre ligada al ámbito jurídico, le ha permitido asistir a muchos de los cambios que ha sufrido el sector, de los que subraya el viraje al ámbito económico de una profesión que, reflexiona, debería tener una implicación política mucho más significativa.

R. ¿Qué relevancia tuvieron los abogados durante la dictadura y en el proceso de transición?
R. El régimen no lo tenía tan fácil para actuar contra los abogados. El franquismo no se podía permitir dar la impresión de que era una dictadura inconcebible, aunque lo era, por lo que tuvo que respetar una serie de normas como el secreto profesional, el derecho a reunión y un cierto derecho de publicación y libertad de expresión. Los abogados aprovecharon estas prerrogativas para organizarse como fuerza de oposición. De hecho, hay unos años en los que los abogados encarnan la oposición. Tras la muerte de Franco empieza un proceso de transformación en el que la abogacía y los políticos tuvieron un papel crucial: llegar a un consenso para reformar España, lo que supuso dar una vuelta al Estado como un calcetín.
R. ¿Cuál es el papel de la abogacía en el escenario actual? ¿Ha perdido relevancia?
R. Las cosas han cambiado. Ahora, los despachos laboralistas que antaño lucharon por los derechos civiles durante la dictadura y en los años posteriores no hacen tanta falta como antes. No obstante, la abogacía sí se ha acomodado: ¿quién iba a pensar hace unos años que el ánimo de lucro iba a ser el principal móvil de la profesión? Los juristas deberían estar mucho más presentes en los grandes debates jurídicos; deben representar una voz de la sociedad civil.
R. ¿Significa esto que los abogados y colegios deben posicionarse políticamente?
R. Por lo menos deberían dar entrada a los debates que están presentes en la sociedad. España ha perdido mucha pureza democrática; se está legislando en caliente sobre temas de actualidad. Los debates se centran en el escenario ideológico y no en su aspecto técnico, como es el caso de la eutanasia o la prisión permanente revisable. Este tipo de asuntos no puede caer exclusivamente en manos de los políticos, ya que muchas veces estos actúan con desprecio a la idea del derecho natural. España es un país de abogados, demostrémoslo.
R. ¿Hacen falta políticos juristas?
R. Hace falta que la política la lleven juristas, o al menos es aconsejable. Los juristas son los que imprimen legalidad a los actos políticos, ajustan las leyes a la realidad. Conviene darle un giro a la participación de los juristas en la marcha de la sociedad. No se trata de ganar dinero ni pleitos, ni estar involucrado únicamente en la política económica del país sino también en la política real, la social.
R. En el libro se mencionan un gran número de juristas relevantes, pero muy pocas son mujeres. ¿Ha cambiado el papel de la mujer en el escenario jurídico?
R. Ha cambiado el papel que ostenta la mujer en la sociedad en general. Ahora, las facultades de derecho tienen un porcentaje mucho mayor de mujeres que de hombres, mientras que en los primeros años de la transición no había apenas representación femenina. Pero no la había ni en la facultad de derecho ni en la política ni en ninguna figura pública. Ahora esto ha cambiado radicalmente: judicatura, abogacía del Estado, notarias… las mujeres están copando el panorama jurídico de este país.
R. ¿Cómo va a impactar esto en la abogacía?
R. Las mujeres aportan todo el cúmulo de derechos que llevan a cuestas durante todos estos años, el cúmulo de exigencias sobre igualdad, su experiencia y sabiduría. Tienen mucho que aportar.
R. Una de las mujeres juristas destacadas que menciona en el libro es Manuela Carmena. ¿Cuál fue su contribución en el proceso democrático?
R. Manuela Carmena es importantísima. Más allá de ser la madre de los más renombrados despachos laboralistas, fue una abogada súper combativa en favor de los derechos políticos. No obstante, no estaba sola: Carmena, Cristina Almeida y Paquita Sauquillo conformaban un trío icónico. Hay pocas mujeres representativas en este sentido a causa de la mentalidad de la época, pero se han ido incorporando paulatinamente. Posteriormente, tuvo también un papel muy relevante como jueza, sobre todo en el campo de los derechos sociales; ojalá la nombren ministra de Justicia.
R. ¿Cómo considera que ha sido su gestión como alcaldesa?
R. Cada cual tiene su opinión. Hay alcaldes que cambian las ciudades y otros que no. Carmena ha sido de las primeras. Ella tuvo opiniones políticas, pero lo que no hizo es politizar. Ha sido una mujer independiente, yo creo que una de las grandes figuras contemporáneas en este país.
R. El libro destaca el papel de la abogacía catalana en la transición democrática. ¿Qué papel ejerce en la actualidad?
R. Actualmente, Cataluña se encuentra en un proceso muy complicado que afecta, naturalmente, a las estructuras jurídicas. La sentencia del procés, sin ir más lejos, va a significar una revolución que necesitará de un consenso básico de todos los constitucionalistas. Sin embargo, los colegios de abogados de Cataluña están en una posición de cierta hostilidad contra los del resto de España. Los juristas de ambas partes deberían abordar este tema de forma bilateral para fijar cierta unificación de criterios jurídicos y que no sean únicamente los políticos los que de manera oportunista lideren la conversación.
R. ¿A qué desafíos se enfrenta actualmente la abogacía?
R. La tecnificación, sin duda. La abogacía es la regulación por cauces civilizados de la vida, por lo que se enfrenta a los mismos retos. La tecnología evidencia que la sociedad está cambiando: drones, robots, delitos en Internet… ahí tienen que entrar los juristas a regular. La abogacía no se puede quedar en el debate del turno de oficio o la ley del derecho a la defensa, por muy importantes que estos temas sean.

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