David Guitart: “No es normal pagar 700 euros por un uniforme de trabajo”
La empresa nació en la Milla de Oro como un taller para arreglar trajes y otras prendas
Llevan poco tiempo en el local que han estrenado en la madrileña calle de Claudio Coello, pero la tienda de Suitman luce como si llevase allí media vida. No hay rastro de ninguna mudanza, los clientes entran y salen como si siempre se hubiesen movido por allí y David Guitart (Barcelona, 1970), el fundador y director de la empresa, saluda con naturalidad y familiaridad a alguno de los viandantes que pasan frente a la puerta.
La sastrería estaba antes en la calle Don Ramón de la Cruz, y quizá por eso Guitart se mueve como pez en el agua en la Milla de Oro de Madrid. “Todo empezó hace 10 años, cuando fundé un taller de arreglo de ropa en el que llegué a trabajar con 14 modistas”, explica. Lo hizo precisamente en ese lugar porque mucha gente compraba un traje en Ermenegildo Zegna, Armani, Valentino o Hermès y necesitaba de un pequeño arreglo, por ejemplo en las mangas, los bajos o los hombros. “De eso se ocupan las propias marcas, pero tardan bastante días. Nosotros empezamos a hacerlo de uno para otro”.
La cosa funcionó, y fue más tarde cuando llegó la idea de montar un taller que directamente confeccionase los trajes, “con el objetivo de hacerlos de calidad, pero mucho más baratos que los de las grandes marcas”. Así, con colores y diseños tradicionales, dentro de la norma y sin extravagancias ni florituras, trabajan con modelos clásicos y con tonos azules, gris marengo, negros, de raya diplomática u ojo de perdiz. Todas sus creaciones cuelgan en el bajo del local, luminoso, con un gran ventanal que da a la calle, y que sirve de tienda y expositor principal. La zona de trabajo, de medición, probador y confección se encuentra en el primer piso, que es donde Guitart suele trabajar, junto a un pequeño despacho en el que tienen lugar las tareas más administrativas.
Arriba mandan las maderas de caoba, las paredes de tonos oscuros y los sofás de tipo chester, “porque aunque se ha modernizado mucho, este es un sector todavía muy tradicional”. Guitart, que cuenta con cuatro socios en la tienda, se dedica tanto a la parte más burocrática del negocio como a la de coger la cinta métrica para medir y las tijeras para cortar. Tampoco descuida las tareas del primer taller, que sigue arreglando prendas.
El método de Suitman, prosigue Guitart, se basa tanto en el traje de confección como en el traje a medida. Para el primero “tenemos diferentes patrones, uno para cada perfil de cliente. Es cuestión de ver cuál es el que mejor le encaja a cada uno y hacer los pequeños arreglos que hacen falta”. El traje a medida se confecciona gracias a un testigo y al posterior trabajo en el taller, tanto a mano como a máquina, de forma semiindustrial. “Hay muchas manías alrededor del traje hecho a mano. Para mí, lo importante es que esté bien cosido, que sea elegante y que esté fabricado con buenos materiales. No es necesario que lo haga exclusivamente una persona”, explica.
En este sentido, asegura, en Suitman únicamente trabajan con lanas y telas italianas. “Y hacemos modelos que son como cualquier otro a medida, solo que más baratos. El traje sigue siendo en gran parte un uniforme laboral, y no es normal que algo que sirve para ir al trabajo te cueste 700 euros. Nosotros lo hacemos por la mitad”. Con este negocio, que también amplía a camisas y accesorios, Guitart intenta lanzar el mensaje de que no hace falta pagar tanto dinero por algo así. “Sobre todo teniendo en cuenta que en muchas ocasiones el cliente necesita más de uno, y no puede gastar tanta cantidad”.
Entre sus clientes, cuenta, hay gente de todas las edades. “Desde licenciados universitarios que necesitan su primer traje hasta altos ejecutivos de empresa”. La compañía no hace públicas las cifras de facturación, pero si la cosa va bien se mueven alrededor de los 20 trajes a medida y los 25 trajes de confección a la semana.