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Bruno Le Maire es un banquero de inversión asombroso

El dirigismo del ministro de Finanzas francés con la fusión Fiat-Renault recuerda al de De Gaulle, que expropió Renault tras la guerra mundial

El Ministro de Economia de Francia, Bruno Le Maire.
El Ministro de Economia de Francia, Bruno Le Maire.Reuters

Bruno Le Maire es o bien el mejor banquero de inversión del mundo, o una transfiguración viva de la política industrial de Charles de Gaulle. El ministro de Finanzas francés hizo saltar por los aires el miércoles la fusión de Fiat Chrysler y Renault, un acuerdo que cumplía casi todas las condiciones imaginables para los accionistas y que habría creado el tercer fabricante de automóviles más grande del mundo.

Es demasiado pronto para determinar si Le Maire, que trabaja para el presidente Emmanuel Macron, que también fue financiero de Rothschild, merece el trofeo al asesor de fusiones del año. Eso dependerá de si la postura negociadora del ministro ayuda a diseñar rápidamente un acuerdo aún mejor para Renault, que es propiedad en un 85% de la clase de inversores privados que su jefe ha cortejado repetidamente en el reluciente Palacio de Versalles.

Hasta entonces, el único galardón que merece Le Maire es el premio De Gaulle al dirigismo. El Estado francés ha desempeñado un papel más importante, durante más tiempo, en la industria y las finanzas que cualquier otra nación de Europa Occidental. Pero, como muestra la historia, el relato de cómo el Estado se convirtió en inversor en Renault es quizás el peor, y ciertamente el más brutal, ejemplo de cómo sobrepasaron sus límites los políticos parisinos.

La participación del 15% de Renault del Ministerio de Le Maire es un vestigio de la nacionalización de la empresa tras la liberación de Francia, que comenzó con la invasión del Día D, 75 años antes de que colapsara la fusión Fiat-Renault Ese episodio por sí solo no hace único el caso Renault. Muchos activos industriales europeos fueron confiscados por los Gobiernos europeos recién liberados, a menudo porque sus anteriores propietarios colaboraban con el Tercer Reich. Louis Renault se negó a construir tanques para los nazis, pero su fábrica de Billancourt sí que produjo camiones para el ejército alemán.

Renault fue arrestado en septiembre de 1944 y murió cuatro semanas después bajo custodia. Su viuda, y los eruditos e investigadores, afirmaron que fue golpeado en la prisión antes del juicio. A principios de 1945, el Gobierno de De Gaulle expropió la empresa. Pasaría otro medio siglo antes de que Renault regresara al sector privado, y poco después a ser dirigida por Carlos Ghosn. El éxito de este en la reducción de costes y en el diseño de una alianza con Nissan silenció el papel del Gobierno hasta que Ghosn fue encerrado por los fiscales japoneses a finales del año pasado.

Dada esa herencia, se podría decir que Le Maire hizo su papel durante la reunión del consejo del miércoles. Los dos consejeros representantes del Gobierno francés aprovecharon en la práctica la negativa de Nissan, que tiene un 15% de Renault, a apoyar explícitamente el acuerdo con Fiat como una treta para poner fin a las deliberaciones.

Esas conversaciones habían dado lugar a una fusión de iguales que ofrecía a Renault numerosas golosinas. Su presidente se iba a convertir en CEO del grupo ampliado, los puestos de trabajo en Francia a recibir protecciones inéditas en otros lugares, y los socios a compartir sinergias anuales de unos 5.000 millones de dólares al año que, en dinero actual, valen tanto como los dos grupos juntos. El acuerdo también habría creado un abanderado europeo del tipo que Le Maire apoyó tan enérgicamente a principios de año al defender la fusión ferroviaria entre Siemens y Alstom, bloqueada por las autoridades europeas de competencia.

Así que es desconcertante que el ministro jugara su mano tan vigorosamente que el presidente de Fiat, John Elkann, se marchara. Por supuesto, FCA necesita consolidación y algunas de las innovaciones de coches eléctricos de Renault para hacer frente a la inminente tormenta perfecta de la revolución tecnológica, la desaparición de los motores de combustión y el aumento de la competencia china. Solo que no tanto como pensaba Le Maire.

Tal vez todo sea un farol elaborado. El ministro de Finanzas, titulado por Sciences Po y el ENA, puede tener un plan inteligente bajo la manga. Tal vez utilice un viaje inminente a Tokio para una reunión del G7 para convencer a Nissan de que respalde el acuerdo con Fiat. Esa fue la excusa que dio para querer que el consejo levantara la sesión.

En el proceso, Le Maire podría persuadir a Fiat para que lanzara más dinero a Renault, una forma de admitir que los mercados habían infravalorado la empresa de 16.000 millones de euros. Dejando de lado la teoría de los mercados eficientes, podría convencer a Elkann y el consejo de Fiat de que las acciones de Renault no reflejan el verdadero valor de su participación del 43% en Nissan, sus coches eléctricos y su cautivo brazo financiero.

Por otra parte, es posible que Le Maire esté jugando un partido más largo. Su verdadero plan podría ser tranquilizar a los japoneses, que están molestos desde 2015, cuando Macron –su predecesor en el Ministerio– utilizó una maniobra de hedge fund demasiado inteligente para dar al Estado derechos de voto adicionales en Renault, a expensas de Nissan. Quizás la idea es convencer a este para que se fusione con su aliado, algo a lo que se ha resistido hasta ahora.

Al mismo tiempo, Elkann podría decidir vender Fiat a su rival francés Peugeot: la familia Agnelli se convertiría en un inversor con una participación menor que el inteligente Gobierno francés.

Si estos dos acuerdos se materializaran, Le Maire habría ganado el premio al mejor banquero del año. Hasta entonces, el modelo seguido es De Gaulle, en la época en que encarceló al fundador de Renault y tomó su empresa sin el proceso legal debido.

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